SOLO EL AMOR

Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Just Love, libro publicado en el 2006 y conocido por los teólogos y los expertos en moral sexual, hoy, es tema de conversación, de artículos y de críticas a los que lo critican, especialmente el Vaticano y sus celosos guardianes de la ley. Prohibido se ha convertido de la noche a la mañana en un best seller.

Cuando yo viaje estos días a Nueva York haré mi visita a Barnes and Noble pero no compraré el libro. Lo que dice la Hermana Farley no es novedoso, ya lo he leído en muchos libros, es lo que la gente corriente dice sin el aparato crítico y la erudición de la teología. La novedad es la monja americana que se atreve a poner patas arriba la moral sexual de la Iglesia, a considerarla no como verdad absoluta sino como una opinión más y a situarla en un contexto de modernidad.

Las monjas están supuestas a hablar de Dios pero no de sexo y menos aún a cantar sus bondades.

Las monjas americanas, chinita en los zapatos de Benedicto XVI, son noticia todos los días. No se dedican a hacer oración ante el Santísimo y a hacer pastas como las Clarisas de Soria. Están en los consejos de administración de las empresas, enseñan en universidades prestigiosas, en seminarios protestantes y católicos y sobre todo sirven a los pobres.

Just Love debería llevar como subtítulo el conocido eslogan Just do it.

La Hermana Farley, profesora de Yale y presidenta de la Sociedad de Teología Católica de América, desmonta la moral sexual, la perenne, la de la ley natural, la única que la Iglesia católica predica y que nadie sigue. Reducir lo “moral o inmoral” a lo sexual es de una miopía degradante.

La teóloga Farley habla de la necesaria masturbación femenina, del más que justificado divorcio y del justo matrimonio entre homosexuales para incluirlos en el mundo de los derechos y del amor.

El Vaticano que la ha tomado con estas chicas americanas, ahora ha condenado el libro porque “está en total contradicción con la enseñanza de la Iglesia en el terreno de la moral sexual”.

Condena el libro y afirma que “no se puede usar como la expresión válida de la enseñanza católica ni en la pastoral ni en la formación ni en el diálogo ecuménico e interreligioso”. Desaparecido el Índice de los libros prohibidos, se puede leer en privado pero no desde el púlpito. A la monja teóloga no la excomulgan, ella y sus colegas ya han recibido su ración de desprecios y condenas vaticanas.

Estas chicas no son fáciles y no se dejan intimidar por la vieja guardia, sólo masculina, del Vaticano.

El 18 de junio, estas monjas como si estuvieran haciendo campaña electoral, viajarán en un autobús por nueve estados haciendo en distintas paradas mítines, dando discursos y protestando contra el presupuesto federal que recorta los programas de los pobres. Desde Iowa hasta Virginia, durante quince días, serán  noticia profética en el país. Saben que cuentan con la aprobación y la comprensión de los católicos de a pie, de los que ya se han sacudido el yugo insoportable de una moral opresora e inhumana. Últimamente los Franciscanos se han subido al carro de las monjas y  la Sociedad teológica de América aplaude el atrevimiento de la Hermana Farley y de su campaña a favor de los pobres.

Los obispos americanos hacen campaña a favor de la libertad religiosa y las monjas, en este viaje y con sus libros, la ejercen sin complejos y sin miedos.