¿QUIÉN TIENE MIEDO AL AMOR?..

..Félix Jiménez Tutor, escolapio...

   

 

Dios es amor, sólo amor y nada más que amor.

Todos esperábamos la primera carta de Benedicto XVI como se espera el nacimiento del primer hijo, con ansiedad contenida.

Después del pontificado viajero, teatral, audiovisual y de múltiples cartas, aún no leídas, de Juan Pablo II, hemos pasado al de Benedicto XVI, en el que parece que no pasa nada.

Acostumbrados a un Papa superstar que convirtió el mundo en un gran escenario, ahora reina un sereno y diplomático silencio en el Vaticano.

Los católicos de la Europa laica y pagana, post-cristiana, miramos a Roma en espera de un nuevo maná que alimente y entusiasme a las huestes en retirada.

En la iglesia, dijo Benedicto XVI, hay mucha "basura". Y un Obispo, amigo mío, dice que cuando a uno le nombran párroco tienen que darle sólo dos cosas: una escoba y la chequera. Benedicto XVI, tal vez, no hace mucho ruido porque está muy ocupado barriendo su propia casa. Y sabemos que prefiere una iglesia más pura, más levadura, en medio de la masa "damnata".

Los católicos creemos que Dios es amor, sólo amor y nada más que amor. Los lapsos y los ateos, tal vez, dejaron de creer por los sayos siniestros con que le habíamos disfrazado.

Yo sé que mis alumnos de segundo de la ESO no van a leer la encíclica y que llevan sus agendas con corazones y flechas y mensajes turbios y, un buen día, les mandé escribir su encíclica: "Dios es Amor".

Ricardo escribió: "Dios es amor. ¿Por qué? No hace falta ir al cielo para saberlo, es lo más sencillo del mundo. No hace falta ser muy listo, ni ser Papa, para saberlo, todos los días amanece para nosotros. ¿Por qué? Porque Dios es Amor y sólo puede amarnos".

Todos están de acuerdo en que la mejor palabra para definir a Dios es Amor.

La encíclica recién salida del horno es un pan que todos podemos comer a gusto. Todos estamos en la misma página: "Dios es Amor". Todos nos hemos sentido bien pero, seguro seguro, que todos esperábamos más. El nuevo milenio necesita odres nuevos para almacenar y distribuir el vino del amor de Dios. La encíclica se agota en una reflexión filosófica y teológica erudita y brillante no apta para una feligresía sencilla. Algunos han comenzado a leerla con verdadera hambre pero no han pasado de la segunda página. "No sabía que eso del amor era tan complicado." "¿Hay que saber griego para saber del amor? Y la carta es más ensayo que programa para el siglo XXI.

Los neocon católicos ya han hecho su análisis y sacado sus conclusiones. Si el amor sólo es auténtico entre "hombre y mujer" queda enterrado el amor homosexual de la cultura griega y moderna; si es "monógamo" quedan excluidas las múltiples mujeres; si es "para siempre" el divorcio no es una opción. Eso sí, el eros, placer sexual, durante muchos años tenido por imperfección, ahora se bendice y santifica. "Dios ama y su amor puede ciertamente llamarse eros y es también ágape".

Lorenzo Albacete, cura católico, escribe: "Creyentes y no creyentes deberían dar la bienvenida a la reflexión de Benedicto XVI sobre el amor. En este tiempo en que tenemos sobrados motivos para sospechar del poder de la religión para promover la violencia, Benedicto nos ha dado un mensaje claro: nadie tiene nada que temer de un Dios que es amor".

El vino del amor de Dios es eterno y para todos, justos y pecadores, cristianos y ateos. Lo que se necesita son odres nuevos para que todos, sin escrúpulos, puedan acercarse y beber de él hasta saciarse.
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