LA PIEDRA Y LA SOPA

 

 

Érase una vez un país en el que hubo un gran hambre. Sus habitantes guardaban celosamente sus alimentos.

Un día un forastero hambriento y harapiento llegó a un pueblo. Lo recorrió llamando a todas las puertas en busca de ayuda y todos le decían que ellos también pasaban hambre y no le podían socorrer.

Cuando llamó a la última puerta del pueblo una anciana le ofreció lo único que tenía: agua. El forastero le dijo que era más que suficiente. Luego le dijo que tenía una piedra mágica con la que se podía hacer suficiente sopa para alimentar a todo el pueblo.

La hambrienta anciana corrió a comunicar la gran noticia a todos los vecinos.

El forastero llenó un gran puchero con agua y echó su piedra redonda y brillante.

Los del pueblo aportaron la leña para el fuego e hicieron un gran círculo alrededor del puchero para contemplar el milagro de la sopa de la piedra.

Mientras se hacía la sopa de la piedra los del pueblo esperaban ansiosos. El forastero la probó y dijo: “Me encanta esta sopa pero con una col estaría insuperable.

Enseguida uno del pueblo aportó una col que tenía guardada en su escondite y la echaron en el puchero.

Fantástico gritó el forastero. En una ocasión comí la sopa de la piedra con una col que tenía unas cebollas y era digna de la mesa de un rey.

Otro habitante del pueblo se presentó con unas cebollas y unos ajos para la sopa.

Si tuviera unas patatas y unas zanahorias y unas…

Finalmente hubo una deliciosa comida para todos.

Los del pueblo  ofrecieron al forastero una gran cantidad de dinero por la piedra mágica, pero éste se negó a venderla y se dirigió a otro pueblo donde hizo la sopa de la piedra.

Poco tiempo después el hambre terminó y nunca olvidaron la mejor sopa que jamás hubieran comido.

Cuando cada uno de nosotros damos un poco, podemos alimentar la aldea global.