EL PEQUEÑO LAGARTO P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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Érase un rey que tenía un torreón en una colina. Mediante un pregón hizo saber que necesitaba un guardián para vigilarlo. Un joven valiente y fuerte se ofreció. "Ahí tienes una coraza un casco, una espada y una lanza y esta tu misión, nadie ha de entrar en el torreón. Si lo guardas bien durante el invierno tu recompensa será muy grande." El joven observaba el horizonte desde las almenas seguro de si mismo. A los visitantes que se acercaban les decía que no se podía visitar. Éstos intentaban sobornarlo con dinero pero no caía en la tentación. Un día, hacia las cinco de la tarde, oyó un ligero ruido. ¿Se puede subir al torreón? No, nadie puede subir. Yo no soy una persona. ¿Quién eres tú? Yo soy un pequeño lagarto. No, la puerta no se puede abrir. No tienes que abrirla. Me basta una pequeña rendija. Estaré sólo 10 minutos. El joven se puso a pensar. Un lagarto no es una persona. Entreabrir la puerta no es abrirla. 10 minutos no es mucho. Y lo dejó subir. El pequeño lagarto se mostró muy amable y pasados los 10 minutos se marchó. Al día siguiente, a la misma hora, el mismo ruido. ¿Puedo subir? Ah, eres tú. Sí, no me quedaré mucho rato. Sólo 15 minutos. Se instaló cerca del hogar y pasado el tiempo se marchó. El tercer día, a la misma hora volvió a llamar. ¿Puedo subir? Sólo me quedaré media hora. Pasada la media hora, el lagarto le dijo al guardián: La noche es muy fría y está nevando. ¿Podría pasar la noche en el torreón? Me acurrucaré entre las piedras del hogar y mañana me iré. Después de muchas dudas, el joven aceptó. Conversaron largo rato y
el joven se fue a dormir. Tuvo muchas pesadillas y cuando se despertó se dijo, este lagarto me está molestando. Voy a echarlo fuera. Pero el lagarto había crecido muchísimo durante la noche. Tenía más de un metro de largo y medio metro de espesor. "Voy a matarlo", pensó el joven. Pero, había dejado la espada y la lanza junto al hogar. Cuando quiso cogerlas, el monstruo saltó para devorarlo. "Voy a abrir la puerta de par en par" y seguro que el monstruo se irá. Sin casco ni armas, el joven trastornado recorría la colina, y dejó la puerta abierta. En aquel momento apareció el rey. -"¿Qué haces ahí? ¿Es así como guardas mi torreón?" - Me ha sucedido una desgracia. - " Seguro que has dejado entrar a alguien en el torreón." - No, no era alguien. - ¿Cómo? - Un pequeño lagarto y ahora hay un monstruo en el torreón. -"No has sabido guardar el torreón, dijo el rey, ven conmigo." Al acercarse vieron el cuerpo del monstruo que ocupaba toda la escalera y su cola salía por la puerta. El joven estaba consternado. El rey que era muy fuerte, cogió su espada y la hundió en su corazón. Con un gran grito, murió. El rey dijo a sus criados."Limpien el torreón".
Y
dirigiéndose al joven le dijo: "Tú has perdido tu recompensa". |
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