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PATRONOS Y PATRONAS P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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Yo no soy miembro de ningún club de fans. Las celebridades, ya sean artistas, deportistas o cantantes, más efímeros que el perfume Eternity, no me encandilan y no necesito su cercanía ni sus autógrafos ni sus reliquias. Entronizados en la gran peana de la televisión son mercado y propaganda, huecas por dentro, sólo sirven para anunciar relojes, coches y colonias. Sir Charles Barkley, uno de los cuatro jugadores de la NBA que ha anotado más de 20.000 puntos, y el más controvertido por su lengua viperina, afirmó: "I am not a role model". Yo no soy un modelo. Soy un jugador que gana mucho dinero y punto. Ser tenido como modelo por los jóvenes que aspiran a entrar en el Hall de la Fama le parece una estupidez. El Panteón, obra de romanos, es el templo donde los emperadores guardaban su colección de dioses. Los hombres somos idólatras y levantamos nuestros personales panteones a las celebridades del momento. Santuario donde veneramos sus fotos, camisetas, insignias, himnos, eslóganes… La obsesión actual por las celebridades se refleja en las búsquedas en la red. La religión, la política, las dietas e incluso la pornografía han cedido su puesto a las imágenes de estas nuevas estrellas. Que la cultura católica ha impregnado nuestra sociedad occidental es un hecho. Son muchos los siglos que han caminado del brazo. Su influencia, creo yo, ha sido muy superficial como refleja la vertiginosa pérdida de los valores trascendentes y nucleares del cristianismo. Nos queda lo folclórico, la envoltura, lo que no compromete a nada, el panteón de los patronos y las patronas. Los labradores celebran y pasean a San Isidro, los bomberos tocan las sirenas el día de San Juan de Dios, las prostitutas arrepentidas lloran como María Magdalena, los enamorados besan a San Valentín, personaje sólo conocido en los grandes almacenes, y ese día profesan fidelidad eterna a sus valentines y a sus valentinas. San Saturio, paisaje junto al Duero, fotos de una boda, el prosaico paseo anticolesterol y poco más. Un patrono o una patrona para cada profesión y cada ciudad. Una tradición sin memoria. Patronos como excusa para un día muy humano y lúdico, rociado con un poco de agua bendita. Prediqué, años atrás, el sermón de la fiesta de Valdelagua del Cerro y un feligrés, al final de la misa, me dijo: va a cobrar poco. Aquí pagan por las veces que se menciona al santo. Ni lo nombré ni recibí una peseta. Yo siempre digo que sólo creo en los santos que andan, los que, aquí y ahora, con su palabra y sus obras iluminan el camino de sus prójimos. Los que descansan en el panteón de los santos, patronos y patronas, nunca dijeron: Yo soy vuestro modelo. A todos los que celebran patronos o patronas, más que rescatar un nombre del olvido, se nos invita a reorientar la vida hacia Jesucristo, el único santo y a ser miembros de su club de fans. "No son las doctrinas las que nos separan de Dios, sino las conductas". |