OFICIALMENTE DESBAUTIZADO

P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.

   

 

Monsieur Lebouvier es el primer católico oficialmente desbautizado. Del grito angustiado de Rimbaud “soy esclavo de mi bautismo” al grito gozoso de la libertad de la burocracia humana sólo hay un paso.

Su primer paso, gesto simbólico, fue exigir a la autoridad eclesiástica que añadiera una nota marginal más en su partida de bautismo. Nota marginal por la que uno se da de baja de la militancia de la Iglesia.

Monsieur Lebouvier, indignado y escandalizado por la vorágine pedófila del clero, decidió dar un paso más. Acudió a los jueces y el Tribunal de justicia de Normandía resolvió que su nombre fuera eliminado de los libros parroquiales para siempre. Borrado del libro de los creyentes y muerto a sus obligaciones, Monsieur Lebouvier vive en paz consigo mismo. ¿Por qué había de figurar en el libro de los nacidos de nuevo el que no cree en el Dios de los vivos?

Los libros parroquiales del mundo están llenos de nombres de ateos, de nombres de bautizados que nunca han pisado una iglesia, de nombres de hombres y mujeres más enemigos de la jerarquía eclesiástica, la que miró para otro lado mientras sus clérigos satisfacían sus instintos reprimidos por la ley de los hombres, que de la fe y de Jesucristo.

La escandalera pedófila ha acelerado el proceso de fuga de la religión organizada y opresora.

Muchos han encontrado la razón y la excusa perfecta para dejar oficialmente y públicamente una Iglesia en la que no creen y que no les representa.

Unos pocos luchan contra la burocracia como Monsieur Levouvier para borrar las huellas del pasado.

Otros, más de doscientos mil alemanes, simplemente dejan de pagar el impuesto religioso recaudado por el estado.

Otros viven como han vivido siempre su vida, al margen de toda influencia religiosa.

Hoy, los indiferentes no bautizan a sus hijos y no sólo nos ahorran un trabajo sino que nos hacen un gran favor.

La Iglesia sigue celebrando bautismos a sabiendas de que todo termina con el rito y con una nota en un libro parroquial, pero amante de las hinchadas estadísticas sigue bautizando a niños que el día de mañana, como Monsieur Lebouvier, acudirán a los tribunales eclesiásticos y civiles para oficialmente dejar de ser lo que nunca fueron.

Gracias a Dios aún somos libres y podemos elegir ser o no ser creyentes, pertenecer o no pertenecer a una religión organizada.


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