NULIDADES Y DIVORCIOS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio....

   

 

Estaba yo de guardia, un verano, en la parroquia de la Encarnación en el alto Manhattan cuando sonó el timbre. Abrí la puerta y me topé con dos policías uniformados. La mujer policía, sin más preámbulos, me gritó: "Father, qué tengo que hacer para anular mi matrimonio?"

¿Por qué quiere poner un stop al gran amor de su vida?, le pregunté.

"Primero porque mi marido es judío y segundo porque es gay".

Le di direcciones, teléfonos y contactos y supongo que a los ocho meses tendría en las manos el rescripto de nulidad de su alocado matrimonio canónico.

Mi mejor catequista, divorciada y casada de nuevo por lo civil, asistía todos los domingos a misa en familia. Creyente y servidora de la Iglesia se moría de ganas por comulgar.

Expuso su caso a los expertos en leyes y cánones y uno le dijo: "usted puede y debe comulgar". Durante los últimos años de su vida comulgó y se sintió en paz y muy feliz.

Dicen que el Arzobispo de Milán ha escrito una carta fraternal y humana a todos los divorciados de su diócesis. Comparte su tragedia y les exhorta a permanecer en la Iglesia en la que tienen derechos y obligaciones. Les anima a pasar la fe a sus hijos. ¿Cómo se puede ser católico sin tener hijos católicos? Pero a pesar de las palabras de ánimo y los buenos sentimientos no puede ofrecerles lo mejor, la plena comunión, y se les niega la mesa del Señor.

Dios no se divorcia de sus hijos y su amor es eterno.

La Iglesia sí se divorcia un poco de sus hijos divorciados.

A la madre Iglesia le cuesta reconocer que, en este mundo que da culto a las apariencias, las bodas celebradas por la Iglesia son más eventos sociales que sacramentos y muchos matrimonios son anulables.

Los hombres de hoy son menos afortunados que el bueno de San José al que un ángel le explica y anima a no divorciarse de María y le fortalece para vivir un matrimonio josemita, sin sexo.

No tengo estadísticas españolas, pero sí sé que los católicos somos muy escépticos, se divorcian sin más y muy pocos se atreven a emprender un proceso de nulidad.

En USA en los años 60 se concedieron 300 nulidades; en 1991 la cifra alcanzó las 63.900. Son tantos los matrimonios anulados que se les llama el divorcio eclesial, "Las Vegas style".

La nulidad por razones sicológicas ha abierto todas las esclusas y Benedicto XVI se ha quejado a la Rota Romana de basar las nulidades en criterios "subjetivos y arbitrarios"."Existe el riesgo de formar una jurisprudencia local al margen de la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio".

Si para los curas, según me dijo ayer uno, es fácil ser santo de cintura para arriba, imagínense las torturas que, en estos tiempos de la revolución genital, sufre el resto de los mortales de cintura para abajo.

Los santos de cintura para arriba, si hay alguno, deberían ser más compasivos y comprensivos con los católicos que, a pesar de jurarse amor eterno, han fracasado en el intento.

El amor es maravilloso pero el matrimonio es el que abre los ojos cegados por el dios Eros.

Los divorciados necesitan palabras humanas y cristianas y sobre todo respuestas menos intransigentes y más prácticas.