NOVIERCAS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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Noviercas también existe pero existe menos desde septiembre.

Como tantos otros pueblos de nuestra provincia Noviercas se ha quedado sin cura.

La iglesia, vientre fecundo ayer, sólo se abrirá el día de la fiesta y los días de funerales.

Recuerdo con cariño al párroco de mi infancia, mi primer cura, Don Manuel López Ibarra, hombre más que bueno, santo.

El cura ya no es el aguafiestas de antaño, el señor del “no”, el comisario del altísimo… Hoy es presencia insignificante y recordatorio del ser más allá del ser, de los múltiples nombres que, en la conversación humana, damos a Dios.

En la ciudad secular el cielo sólo es la bóveda azul, lo importante es engordar la cuenta de la Caja Duero, el fin de semana aséptico, libre de gérmenes del más allá, se vive frenética y carnalmente.

Las iglesias cada vez más escondidas entre las colmenas humanas son más museos que centros de culto y los curas antes más temidos que amados, antes omnipresentes en todos los pueblos, ya no se verán ni en Noviercas.

Cruzando el océano Atlántico, sumergido en la nube de lo desconocido, atrás dejaba New York y las buenas gentes de Alphabet City y su I wish you were staying here y pensaba en Noviercas en fiestas, en Noviercas sin cura.

Hay pueblos que no se merecen ni la presencia de un cura, pero mi Noviercas ni es tan pequeño ni tan tacaño ni tan hostil ni tan ateo como para no tener un cura.

Un pueblo muere de verdad cuando se cierra la iglesia y se vende la casa parroquial.

Los dirigentes y los ejecutivos en sus despachos alfombrados y climatizados diseñan autopistas, organizan empresas e iglesias pensando en la eficacia y en la rentabilidad, pero sólo los que se manchan las botas con barro descubren calzadas romanas y restos arqueológicos; éstos conocen el terreno, llegan a quererlo y lo trabajan con amor.

La diócesis de Osma-Soria, entre esas paredes vetustas del Burgo, ha barajado las pocas cartas que le quedan. Caras archiconocidas pasan a los álbumes del recuerdo.

A mí me entristece la noticia. Y muchos habitantes de la muy “leal y noble villa de Noviercas “ se sentirán un poco más huérfanos al quedarse sin cura.