M U Y   O C U P A D O

 

 

Érase una vez un leñador muy robusto que fue a pedir trabajo a un maderero y éste lo contrató. El sueldo y las condiciones del trabajo eran muy buenas. Así que nuestro leñador, agradecido, se propuso trabajar duro.

El jefe le dio un hacha y le mostró la zona donde tenía que trabajar.

El primer día el leñador cortó 18 árboles.

“Le felicito”, le dijo el jefe. “Siga así”.

Muy motivado por las palabras del feje, el leñador trabajó más duro al día siguiente, pero sólo pudo cortar 15 árboles. El tercer día se esforzó aún más, pero sólo consiguió 10. Día tras día a pesar de su gran esfuerzo conseguía cortar menos árboles.

“Debo estar perdiendo fuerza”, pensó el leñador. Fue al jefe y le pidió disculpas y le dijo que no entendía lo que le pasaba.

“¿Cuándo fue la última vez que afiló el hacha?”, le preguntó el jefe.

“¿Afilar? No tuve tiempo de afilar el hacha. He estado muy ocupado intentando cortar árboles”.