M U J E R E S

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Las mujeres y la tierra, diosas y madre, están llamadas a ser las protagonistas de los grandes cambios que engendrará el siglo XXI.

El sexo con todos sus goces y perversiones hace tiempo que ha dejado de ser tabú y se vive con total libertad. Sólo está prohibido en los libros de moral. Incluso los católicos, encuestas y confesionario lo cuentan, han aprendido a vivir sin culpabilizarse del otro lado de la frontera.

Los Judíos dan gracias a Dios, todos los días, por no haberlos creado "mujer".

Samira Bellil, en su obra "Ni putas ni sumisas" narra la odisea de las mujeres musulmanas que se exilian de la tiranía religiosa y social del Islam para vivir en libertad.

Jasvinder Saughera en su obra reciente "Shame" se rebela contra los matrimonios arreglados a los que son sometidas las adolescentes de la India.

El ministro japonés, Hakuo Yanagisawa, acaba de definir a las mujeres como "máquinas de hacer hijos".

Santo Tomás de Aquino creía que la mujer era un hombre defectuoso y algunos teólogos, en el Concilio de Macon, sostuvieron que las mujeres no tenían alma.

Las letanías del miedo y el odio a las mujeres, Evas lujuriosas y puerta de la tentación, son larguísimas en todos los idiomas y culturas.

Las religiones monoteístas son las que más han machacado a las mujeres. El judaísmo y el Islam son, aún hoy, las religiones de la testosterona varonil, cosa sólo de hombres.

El siglo XXI, superando los escollos y silenciando las voces del pasado, en su devenir será el siglo de las mujeres en todos los ámbitos de la actividad humana, la religión incluida.

Acabo de aprender que la iglesia Episcopal de Cuba ya ha nombrado Obispo a una mujer.

La Iglesia Católica, masculina en el poder, no ha encontrado, creo yo, la manera de compartirlo con lo femenino, presencia única y activa en los bancos.

La autoridad eclesiástica, según Raymond E. Brown, no es el único criterio para determinar quién es quién en la iglesia y en el seguimiento de Jesucristo.

La gente sencilla cree que los curas por el hecho de ejercer el poder son mejores y más santos que ellos. Tremenda equivocación. Cuando yo les confieso que soy mucho peor que ellos, se lo toman a risa. Y es que verdad.

Sólo el amor, que precede a todo y lo consuma todo, es criterio de la verdad del seguimiento y de la importancia en la comunidad.

Jesús resucitado no se apareció primero a la autoridad, al poder de las llaves, a Pedro, se apareció primero a María Magdalena, el amor. Y fue enviada a predicar a los hombres el primer Credo: "El Señor vive". María Magdalena, el "apóstol de los apóstoles", no es una anécdota más, es una lección sin seguimiento.

A Jesús le preguntaron sus discípulos: "¿qué deseas de una mujer?" Jn 4,27 Pregunta que le podríamos hacer también hoy.

Los católicos de Soria, no los de América, los pocos que asisten, son los que se sientan en el último banco, suben al coro, no contestan, no comulgan, no "saben dar razón de su esperanza", no… Y la culpa no es suya, es nuestra.

Las mujeres como María Magdalena son el amor y están más cerca del Señor.

Sólo les falta ser parte de la solución, ser parte del poder.
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