MÁS QUE UNA METÁFORA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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Estoy más contento que unas pascuas. Me has hecho la pascua. Los huevos de pascua… Muchas son las expresiones y tradiciones populares en torno a la palabra Pascua. Pero las más atrevidas y picantes son las que han desaparecido.

Un libro que leí hace años y todavía me hace cosquillas cuando llega el domingo de Pascua es "El Risus Paschalis y el fundamento del placer sensual". No está escrito por un teólogo serio, sesudo y castrado sino por una teóloga, una mujer, y éstas son siempre más perspicaces, más afiladas y deambulan por derroteros más cercanos a la experiencia humana.

Cuenta nuestra teóloga Jacobelli que in illo tempore, mucho antes de que existiera la televisión con su humor grueso y sus travesuras pornográficas, el domingo de Pascua de Resurrección, la iglesia era el lugar de la risa y el cura, convertido en payaso profesional, tenía como misión hacer reír a la gente.

Los fieles después de aquellas cuaresmas lúgubres e infernales, ahogados en las aguas de la culpabilidad, necesitaban subir a la superficie, respirar libremente y sentir las vibraciones más íntimas. Después de un secuestro monacal, rehenes de los novísimos, Pascua era el maravilloso bosque de Arden.

El cura, en el sermón, "empleaba palabras lascivas, ofensas al pudor, imitación del acto sexual, acción onanista"…

"Los documentos examinados permiten afirmar que el placer, pero sobre todo el placer sexual era una presencia constante en la esfera de lo sagrado, casi siempre condenada pero que resiste todas las prohibiciones". (Jacobelli)

Un domingo al año era poca ración. Ahora podemos morir de sobredosis.

En el vocabulario básico del cristiano la palabra Pascua de Resurrección debería ocupar el primer lugar. Es una palabra hermosa, cómica y cósmica.

Si esta palabra fuera sólo una metáfora como afirma el teólogo católico John Dominic Crossan o si fuera verdad la declaración del obispo anglicano Shelby de que "la Pascua literal es la herejía católica y protestante", entonces habría que declararla ilegal y desterrarla.

Reconozco que en la vida cotidiana para muchos fieles es una palabra incomprensible, no es convicción erótica; aún no ha venido nadie, dicen, del Más Allá a dar testimonio de la otra vida.

Pascua, acontecimiento invisible, no sujeto a ningún radar humano, es el fundamento de la religión cristiana. Todos los años más de dos mil millones de cristianos cantamos aleluyas y nos saludamos con el gozoso "Cristo ha resucitado" por el ancho mundo. Y dejamos a los expertos en palabras que escriban libros defendiendo o negando la resurrección corporal de Jesús de Nazaret.

Cuenta Unamuno en San Manuel Bueno y Mártir que "al llegar a lo de "creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable" la voz de Don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era que él se callaba".

¿A quién no le roe alguna vez la incredulidad?

Yo aún no he llegado a callarme cuando llega lo de "creo en la resurrección de la carne" porque creo y espero contra toda esperanza.

Los funerales católicos tan masivos y tan serios son más prueba de que todo ha terminado que de todo empieza ahora.

Son poco pascuales.

Más que estar contento como unas pascuas, gritan me has hecho la pascua, me has jodido.

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