LOS QUE SE FUERON

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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“Al día siguiente no murió nadie” escribe Saramago en Las Intermitencias de la Muerte, esa novela fruto de la loca de la casa, la imaginación desbordada e irónica.

Este 2011, más que noticia fue alarma social el nacimiento de la niña siete mil millones, pero nadie se molesta en contar los millones de personas que se van cada día. La muerte es lo mejor de la vida y no necesita estadísticas.

Un domingo, lo recuerdo con agrado, un feligrés me dijo: “Usted no debería morirse nunca”. Elogio hermoso e inútil. Todos, tarde o temprano, llegamos a la última salida de la autopista de la vida con muchas ganas de descansar.

Se fue Christopher Hitchens. Este ateo impenitente, presencia continua en la escena social, literaria y televisiva americana. Me caía bien. Leí su libro God is not Great con nerviosismo. Nadie tiene toda la razón, ni él ni yo. Ni Hitchens ni ningún ateo podrán poner el último clavo en el ataúd de Dios por más que lo intenten, pero Hitchens indignado contra todas las tiranías humanas no dejó de luchar y protestar contra la última tiranía, la de Dios. Sólo los obsesionados con Dios, verdaderos creyentes, lo quieren matar.

Voltaire moderno, Hitchens buscador del antídoto contra el veneno de la religión se fue sin dar su brazo a torcer, sin caer del caballo de su ego, convencido que los dogmas tienen la extraña habilidad de adormecer la razón. Se fue sin protestar. Se fue y no se retractó.

Hitchens, predicador del ateísmo, vibrante en sus artículos y en el bar, sublime paradoja, tiene muchos amigos entre los cristianos. Nos ha hecho pensar y son muchos los que estos días magnifican su contribución libertaria, nunca libertina, de la condición humana y algunos hasta lo han visto atravesando las puertas doradas del cielo.

Se fue Vaclav Havel, el de la Revolución de Terciopelo, otro gran luchador contra la tiranía comunista. Havel creía que Dios era la solución contra el totalitarismo, el antídoto contra todas las tiranías, y el manantial de la libertad.

En Filadelfia, en el Hall de la Independencia, manifestó en una conferencia: “La Declaración de Independencia afirma que el Creador dio al hombre el derecho a la libertad. Creo que el hombre puede realizar esa libertad si no se olvida del Creador que se la otorgó”.

Havel se fue y nos hizo más libres y nos dejó un mensaje de esperanza: “La ciencia, la tecnología…no bastan. Algo más es necesario. Llamémoslo espíritu, sentimiento o conciencia”.

Un arzobispo, compañero de prisión, presidió su funeral en la catedral de Praga.

Se fue Kim Jong, el gran dictador, que deja el único infierno que existe en el planeta tierra. El infierno de la miseria y de la soledad, el infierno de las cárceles abarrotadas de prisioneros políticos y religiosos.

Se fue Steve Jobs, pequeño dios en deportivas, el genio que cambió el mundo.

Se fueron seis monjes tibetanos, se autoinmolaron, forma suprema de protesta, contra el gobierno chino en su país.

Se fueron muchos chicos malos y con ellos muchos inocentes.