LA ESCUELA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

La escuela, templo del saber, de la comunión humana, del silencio creador y del entusiasmo desbordante, la escuela sin adjetivos está por inventar.

Son los tiempos de la denominación de origen. Ya no hay vino. Hay Riberas, Riojas, Somontanos…etiquetas prestigiosas, de siempre, y otras recién salidas del lagar.

Por fin hemos vuelto a la escuela, las escuelas, con su envoltura de regalo y sus etiquetas, a la pública y la privada, la laica y la católica. Los niños y los jóvenes que saben mucho de marcas van simplemente a la escuela. Unos como los albañiles asalariados pondrán ladrillos, otros estudiantes como albañiles vocacionados levantarán catedrales y escribirán su futuro y el del país.

Obama en un discurso conservador y controvertido ha exhortado a los estudiantes a fijarse metas, a trabajar duro, a ser respetuoso. Como todos los padres ha machacado los puntos débiles de la sociedad del todo vale.

“Podemos tener los profesores más entregados, los padres más animadores y las mejores escuelas del mundo, pero todo esto no servirá de nada si vosotros no asumís vuestras responsabilidades”.

Los padres, que cada mañana aparcan a sus hijos en guarderías y escuelas, no tienen objetivos muy revolucionarios. Quieren que sus hijos aprendan a vivir en sociedad. En la escuela con su violencia y competición convive el bueno, el malo y el feo y hay que ejercitarse en la tolerancia y en la convivencia armoniosa. Quieren que se preparen para la vida profesional y quieren que les enseñen lo que ellos, siempre tan ocupados, no les van a enseñar. El ascensor social sólo alcanzará su meta si se aprende a manejar en casa.

Mi escuela tiene etiqueta. Es católica, de curas.

Las escuelas católicas, aquí y en algunos países de Europa, se enfrentan a una situación paradójica. La inmensa mayoría de sus alumnos no son católicos. En Sparkhill, Inglaterra, sólo 36 de los 410 alumnos son católicos. ¿Habría que convertirla en una escuela Islámica? ¿Tiene razón el Cardenal de Westminster cuando afirma: “Las escuelas católicas son para los católicos?

En mi escuela, lejos de esas cifras y esas mezclas, mis alumnos y sus padres, pasados por el agua bautismal, en su inmensa mayoría ni asumen la fe ni se identifican como católicos.

¿Estoy yo en una escuela con etiqueta prestigiosa pero sin contenido?