LA CONVERSIÓN DE RUSIA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

 

 

 

Los emperadores romanos procesionaban triunfalmente por las vías de Roma después de cada victoria.

A los vítores y aplausos de los ciudadanos se sumaba la voz de un apuntador que recordaba al emperador-salvador: “Recuerda que eres mortal”.

Sic transit gloria mundi,-así pasa la gloria del mundo- se recordaba también a los Papas cuando, en los tiempos gloriosos e imperiales, eran paseados en la silla gestatoria.

Lenin y Stalin, hoy, más olvidados que las momias faraónicas prometieron lo que ningún mortal puede prometer: una sociedad sin estado, sin clases, sin religión y el paraíso aquí y ahora.

El ateismo, religión oficial de los Soviets, cerró y derribó los templos, encarceló y eliminó a los clérigos y catalogó a los creyentes como vulgares criminales.

La religión declarada aniquilada, el ateismo se instaló en las peanas del Kremlin.

Stalin, en 1931, mandó reducir a escombros la catedral del Salvador, sede primada del Patriarca de Moscú y edificada para celebrar y agradecer a Dios la victoria sobre las tropas napoleónicas.

Con la llegada de la perestroika, la Rusia santa y libre erigió un nuevo templo al Salvador, réplica del antiguo, esta vez para expiar los pecados del pasado.

El 1 de febrero 2009 fue entronizado el nuevo Patriarca de Moscú, la catedral del Salvador estaba llena de celebridades y políticos. Svetlana, esposa del presidente Medvedev, fue la primera en recibir la comunión.

La Rusia comunista y atea se convirtió durante los años de la guerra fría, años de mi infancia, en obsesión para la cristiandad. Los españoles rezábamos por la conversión de Rusia y hasta los crípticos secretos de Fátima aludían a la conversión del satánico país.

Los mil años de identidad y cultura cristiana de la nación rusa, de los Hermanos Karamazov, no podían ser borrados por decreto de los mortales.

La Iglesia Ortodoxa rusa ha pasado de la nada al todo. Bendecida por Boris Yeltsin, Putin y Medvedev “se ha convertido en un serio poder” según expresión de Gorbachev.

Ninguna Iglesia debe ser la amante del César de turno. La Iglesia no es un ministerio más, ni del Kremlin ni de ningún otro gobierno, y no necesita más muletas que las del Dios al que debe servir.

La religión no es el problema. El problema es la religión cosificada, adinerada, mundanizada y al servicio de los Césares para obtener pingües beneficios.

La conversión de Rusia ya ha llegado. Su servil lealtad al poder que la ha ensalzado, tentación de los mortales, corre el riesgo de aguar el mensaje, ocultar el rostro de Dios y alienar a los creyentes.

¿Tendrán ahora los rusos que rezar por la conversión de España?..