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EL FUNDADOR QUE NO SERÁ SANTO P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.... |
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EL VATICANO, una vez más, nos ha sorprendido positivamente.
El P.
Parcial Maciel, fundador de Los Legionarios de Cristo y amigo
En Estados Unidos, en estos tiempos de sospechas, de crisis moral y de bancarrotas diocesanas, cuando un cura es acusado de cualquier actividad sexual, verdadera o falsa, es puesto en cuarentena, se le quitan las licencias de ejercer el ministerio y deja de existir. Mientras dura el proceso, el cura vive en un limbo nada feliz. Alejandro Espinosa, en 1996, en nombre de nueve compañeros de seminario acusó de abusos sexuales al fundador. Tenían entre 10 y 16 años, según el denunciante, cuando fueron presa fácil de la lujuria y de la autoridad. El caso Marcial llegó a Roma pero dada "la gran contribución a la Iglesia" del fundador, el caso se archivó. Los rumores vivían en la prensa y eran la comidilla de los círculos especializados. Roma callaba mientras Los Legionarios rezaban para que nadie levantara la tapadera. En el 2004 el caso se abrió. Acusadores y testigos hablaron, describieron sus experiencias, dieron testimonio de primera mano y se vistieron el traje de víctimas, traje que les habían negado hasta entonces. No sabemos si convencieron a los jueces del Vaticano. Sí sabemos que éstos, oídos los testimonios de las víctimas, actuaron con severidad. Sin llegar al jaque mate, razones de salud y de edad, la decisión de hacerle desaparecer es sorprendente. Los acusadores, satisfechos, confiesan que con Juan Pablo II nunca se les habría escuchado y nunca se habría llegado tan lejos.
El culto
al fundador, rayano en la idolatría, es propio de todas las
El P: Marcial Maciel será uno de esos pocos fundadores que nunca será canonizado. Suena a epitafio trágico pero es verdadero. Deja una gran obra. Sus seguidores compondrán Odas al fundador y lo compararán a Jesucristo, el inocente condenado a muerte. Los acusadores, en el libro "Vows of Silence", entonan elegías que resonarán un día por los pasillos de la santidad. La santidad oficial, la gloria de Bernini, está de rebajas. A un cristiano de verdad no le interesa la santidad de la estampita, le basta la santidad a secas. Su primer nombre, antes de ser cristiano, católico o romano, es el de santo. El Hall de la Fama es el de Dios. Ahí están escritos todos nuestros nombres. No hay que hacer novenas, pedir milagros, gastar dinero, sobornar al abogado del diablo… El Hall de la santidad pertenece sólo a Dios. Ni nacemos santos ni nos hacemos santos. El Espíritu, maestro interior y arquitecto de Dios, es el que nos santifica. La factura de la santidad no se paga en Euros al Banco Vaticano, se pagó con la sangre de Cristo.
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