EXPOESÍA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

El Club de los Poetas Muertos tendría que ser visionada por los tibios y los escépticos de la poesía.

Vi esta película en New York en compañía de un cura irlandés que me susurraba al oído los versos que los estudiantes recitaban.

La película me recordaba mis años de estudiante en el Monasterio de Irache.

Uno de mis profesores, poeta y amigo íntimo del poeta Luis Felipe Vivanco, poseía una gran colección de poesía.

Cada semana éramos un poeta y clandestinamente orábamos con los poemas de “Los Hijos de la Ira” de Dámaso Alonso, “Pido la Paz y la Palabra” de Blas de Otero y con los versos de Celaya, Leopoldo Panero, León Felipe… y siempre, siempre Vicente Aleixandre.

El poeta es el pastor del ser finito e infinito y la poesía es la música del alma, borbotón de los sentimientos esenciales.

Qué bien lo sabe la Biblia con los 150 poemas, los salmos, inspirados e inspiradores, pan de cada día para millones de seres con hambre de una palabra esencial.

Qué bien lo sabía Bill Clinton cuando regalaba libros de poesía a las becarias.

Qué bien lo saben los organizadores de EXPOESÍA haciéndonos oler el perfume poético que es SORIA. Sólo los poetas han puesto a Soria en el mapa del mundo.

Qué bien lo sabe Kerouac, autor de On the Road, que hace exclamar a uno de sus personajes: “Yo sólo tenía una palabra, WOW”.

Wow, exclamación extasiada y mística, goce total y después el silencio.

Walt Whitman es el Amazonas de la poesía, caudal inagotable de palabras y metáforas, poeta más que amado.

“De la fisiología de la cabeza a los pies Yo canto”.

Los poetas son como la mujer pecadora del evangelio que, en un exceso de amor, rompe el frasco de alabastro para perfumar y ungir a Jesús.

Derroche de pasión y de dinero.

Judas, el hombre del frac, el controlador de las facturas, para buscarle las cosquillas y sacarle de sus casillas, se enfrenta a Jesús y le recrimina este gasto desmesurado y no presupuestado.

Sólo Jesús y la poesía son dignos de todos los excesos presupuestados o no.

Jesús se ríe de Judas y dice ¡wow! En medio te tanta prosa pútrida, nada mejor que el exceso de EXPOESÍA.

El libro “Poesía para vencejos”, comprado en esas casetas familiares, termina con estos versos:

“Mi nombre no deja de ser un título.

Lo siento, poetas:

Llamadme sin palabras”.