EPIFANÍA y epifanías

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

“Tener una epifanía” es una expresión que yo nunca he oído pronunciar en español. ¿Y ustedes?

En inglés la he escuchado más de una vez y en contextos vulgares y sublimes. Los americanos que no creen en los reyes ni los han tenido nunca, creen en la Epifanía y las epifanías.

El folclore desmesurado y nacional de los Reyes Magos nos oculta lo esencial, nos entretienen las peladuras de las bananas regias, y nos roba la Epifanía.

Tener una epifanía es gritar, quedarse con la boca abierta, extasiarse.

Todos tenemos súbitas epifanías cuando perdido el control nos rendimos a lo sorprendente, lo maravilloso, lo mágico.

Al alcance de todos, son pocos los que se sumergen en su profundidad abismal.

Epifanías humanas: el eureka de Arquímedes, el “ya lo entiendo” del estudiante, la primera masturbación adolescente, el robo del primer beso en el parque, la visión de un euro en el cestillo de mis pueblos, la contemplación de un rojo atardecer… lista larga y maravillosa que hace la vida digna de ser vivida.

La nostalgia y la melancolía se instalan en el corazón ante la imposibilidad de revivir las epifanías pasadas y la negación de las mismas en un presente agotado.

Los creyentes, ante la zarza que arde sin consumirse, se descalzan, adoran y tienen una Epifanía un encuentro, con el Totalmente Otro.

Los hombres carnales, consumidores superficiales de epifanías terrestres, se acercan a la zarza ardiente y simplemente cogen sus frutos.

Acabamos de celebrar la Fiesta de la Epifanía del Señor, su manifestación en una carne débil, vulnerable e imposible. Epifanía de la fe para unos, epifanía de los regalos para la mayoría.

¿Dónde han huido los creyentes?

¿Por qué, me pregunto una y mil veces, los hombres hemos dejado de tener Epifanías trascendentes, religiosas?

Tal vez los nuevos Herodes nos han comido el coco y nos han encerrado en sus palacios mágicos.

El hombre, ese ser arrojado a la tierra, necesita mirar a lo alto, dejar de creerse superman, tirar el control remoto y dejarse envolver y amar por el ser más allá de todo ser.

El hombre necesita tener una gran Epifanía que dé sentido a su vida y gozar, sin complejos de pecado y de culpabilidad, de las pequeñas epifanías que la vida de cada día le brinda.

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