EL CIRCUITO RURAL

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

   

 

Existe un circuito de conferenciantes. Profesores sabios y políticos famosos dedicados, casi a tiempo completo, a llevar su mensaje por los templos del saber.

Al Gore con su An Inconvenient Truth y su invitación a ser activos es un ejemplo.

Existe también un circuito de predicadores. Curas, diáconos y seglares que van de asamblea en asamblea enardeciendo a los cristianos que tienen hambre de la palabra de Dios. Llenan iglesias y nadie sale decepcionado y algunos son rehabilitados y sanados.

En estos tiempos de vida sedentaria, "home is the place to be", la televisión, el vídeo, el ordenador…nos encierran en la clausura del hogar.

Uno de los signos de los tiempos es la vida estabulada en granjas, piscifactorías, zoos y reservas. Pollos, cerdos, corderos, salmones…todo estabulado, manipulado, artificialmente criado y clonado.

Y existe el circuito rural. Curas itinerantes los fines de semana por los pueblos perdidos y vacíos de la geografía Soriana.

Los curas, como el panadero y el frutero, a falta de una organización más racional, hacen una pastoral de conservación que ni conserva ni cambia nada.

Yo, a estas alturas del juego, he comenzado a hacer millas en este circuito rural.

Los jueves, día de mercadillo y de encuentros, saludo a los feligreses de los pueblos en el Collado. Necesitan salir, comprar, negociar… y zambullirse en un río más caudaloso que el mortal silencio del campo.

Los pueblos carecen de todo. Pero aún tienen una iglesia fría, solitaria y técnicamente cerrada. Y el cura, funcionario de Dios, tiene que abrirla una vez a la semana o al año.

La iglesia, pararrayos divino por si acaso, hay que conservarla pero no hay que visitarla.

Después de tres meses en el circuito rural, la cruda realidad empieza a interrogarme, desafiarme y atormentarme.

La fe, ave migratoria, viaja de ermita en ermita y de fiesta en fiesta, pero aún no ha hecho su nido en el único árbol que importa, el corazón del hombre. En alguna iglesia aún no he visto a un hombre.

La iglesia tiene que vincular a las personas no con una institución o un lugar sino con Dios y despertar la espiritualidad enterrada bajo los escombros de la moralina.

Me decía una señora, el sábado pasado, si quiere ganarse a la gente pocas misas, misa corta y menos sermón. Inyección de vitaminas envenenadas. Catequesis práctica, archirepetida en el circuito rural e indicadora de la superficialidad de la fe.

Confieso que lo que más me divierte son los problemas prácticos, me evocan los viejos tiempos. Sin casa y sin baños, buscar una pared y…!oh, qué bien! y tocar las campanas y hablar a los del coro y los rayos de sol en el pórtico y el adiós a los fieles y los perros gozando… Un circuito rural con vistas.

Los católicos de verdad, si queda alguno, tendrían que estar abiertos a celebrar su fe en cualquier iglesia y viajar a donde hubiera una comunidad que, con alegría y sin reloj, viviera la Eucaristía dominical.

Cumplir un expediente no sirve de anda. Es un placebo que no cura de nada.

Hay que buscar alternativas más atrevidas a este circuito rural.
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