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EL ÁRBOL DE LA VIDA P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P. |
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Plantar un árbol, escribir un libro, hacer un hijo, tres tareas hermosas al alcance de casi todos los seres humanos. La más fácil, la más gozosa y la más exigente es la tercera. Dios condenó a los hombres a comer el pan de cada día con el sudor de la frente, pero, a cambio, les concedió hacer hijos sin trabajo, sólo con el inmenso placer de hacer el amor. Sólo los curas están liberados de la maldición del trabajo y de la bendición del amor carnal. Una tarea que los muchachos de la ESO tenían que hacer, a pesar de su nulo interés, era elaborar su árbol genealógico. Tarea que hoy está de moda. Cada día son más las personas interesadas en poblar el árbol de su vida con nombres olvidados y lugares desconocidos hasta convertirlo en un bosque enmarañado. Tarea apasionante para el verano soriano, recorrer archivos eclesiásticos para colgar nuevos nombres en el árbol de la vida. Para los sorianos nacidos en el siglo XX la tarea es fácil. Somos hijos de la familia tradicional, definida por los vínculos de la sangre y vivida en matrimonios estables. Elaborar nuestro árbol genético se resuelve visitando unos pocos archivos parroquiales. En los tiempos de no movilidad, en el mismo archivo de Camparañón pueden encontrar todas las ramas secas de su árbol. Los sorianos del siglo XXI, la familia que hemos conocido dejará de existir, lo tendrán muy difícil. Tendrán que elaborar el árbol genético y el virginal. Hoy, hay hijos naturales e hijos adoptados, hijos de un donante de esperma conocido o desconocido, hijos de un vientre alquilado… y están los hijos de las parejas del mismo sexo concebidos sin sexo. ¿Cómo podrán estos chicos que no saben si llamarse hermanos o tíos o primos elaborar su árbol genético? Éstos se entretendrán haciendo su árbol virginal, concebidos sin ayuda de varón. Montones de problemas legales, hereditarios, de registro civil y de relaciones familiares. Los cristianos, bien pensado, sólo tenemos en común el árbol virginal y emocional.
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