HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Sexto Domingo de Pascua

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Hechos 8, 5-8.14-17;1 Pedro 3, 15-18;
Juan 14, 15-21

EVANGELIO

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.

No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.

 

 

 

HOMILÍA 1

De joven era un revolucionario y mi oración a Dios era siempre la misma: dame fuerza, Señor, para cambiar el mundo.

De mayor viendo que no había cambiado nada, ni siquiera uno, cambié mi oración: Señor, oraba, dame la fuerza de cambiar a los míos, mi familia, mis amigos y me sentiré satisfecho.

Ahora que soy anciano y mis días están contados mi única oración es: Señor, dame la gracia de cambiar yo.

La historia de nuestra vida es la historia de nuestras relaciones. Y una relación implica comunicación, conocimiento, amor y presencia.

Y si en la vida real se dan esas relaciones vacías, en que dos personas viven sin conocerse, imagínense lo que pasa en la vida cristiana.

La palabra del Señor es verdadera y se cumple. Su promesa de darnos el Espíritu Santo es una realidad. El Espíritu Santo permanece con ustedes y está dentro de ustedes.

El Espíritu Santo y yo compartiendo el mismo piso, el mismo corazón y sin embargo no nos conocemos. Vivimos vidas separadas y dormimos en camas separadas. No hay relación. No hay comunicación. No hay conocimiento. No hay amor.

La vida de la carne y la vida del Espíritu son enemigas.

Confundimos muchas veces el amor con la cama, la felicidad con el dinero, la fe con las cosquillas, la esperanza con los sueños y la iglesia con la seguridad.

Jesús, en su ausencia, nos dejó su presencia en dos grandes regalos: el regalo del Espíritu Santo, el abogado, el maestro, el guía, el huésped del alma.

El Espíritu Santo no es un inquilino al que se le alquila un cuarto y uno se desentiende de él con tal de que pague la renta.

Y nos dio el regalo del mandamiento del amor.

"Si me aman guardarán mi palabra".

El cristiano es una persona que ama, obedece a Jesús y guarda su palabra.

El Espíritu Santo, para el cristiano, es el dueño del piso, el que gobierna la casa y con el que hay que estar en comunicación permanente.

El Espíritu Santo es el agente del cambio en la vida del cristiano y de la Iglesia.

Y las dos cosas que todos tenemos que hacer guiados por el Espíritu son:

Una pasar la tradición de generación en generación y en cada tiempo de manera nueva y con más atrevimiento para que todos la oigan. Y la otra es estar siempre abiertos a los vientos del Espíritu por los que esta tradición se hace viva y presente a cada generación.

Envíanos el Espíritu de fortaleza, a fin de combatir, en nosotros y en torno de nosotros, valerosamente el mal.

Envíanos el Espíritu de intrepidez, con el que los apóstoles comparecieron ante reyes y gobernantes y te confesaron.

Envíanos el Espíritu de paciencia, a fin de que en todas nuestras pruebas nos mostremos como fieles siervos tuyos.

Envíanos el Espíritu de alegría, a fin de sentirnos dichosos de ser hijos del Padre del cielo.

Envíanos el Espíritu Santo a fin de no desfallecer en este mundo, sino que nos alegremos de tu divina cercanía.

HOMILÍA 2

OS DARÉ OTRO DEFENSOR

En estos tiempos tan globales y complejos, los Consejeros –ya no dan consejos piadosos- sino que organizan estrategias, elaboran proyectos y documentos para sortear los problemas y ayudar a sus clientes a tomar decisiones inteligentes y triunfar.

Hay consejeros matrimoniales, financieros, políticos, escolares, asesores de imagen…una galaxia de personas especializadas en los distintos campos de la vida, hasta de la vida más íntima. Nadie da un paso sin la consulta obligada de los técnicos, los abogados y los consejeros que eliminan los obstáculos y, muchas veces, confiamos tanto en ellos que deciden por nosotros.

Despedida y promesa de Jesús.

“Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”.

Si en los negocios humanos nos vemos tan necesitados de Consejeros y guías, en el negocio de la fe ¿no necesitaremos a nadie? ¿Podremos vivir solos la aventura de la fe?

Los apóstoles, hombres de los que dicen los evangelios que no entendieron la Escritura y vivieron a oscuras hasta el día en que se cumplió la promesa de Jesús: “el Padre os dará otro Defensor”, el Espíritu Santo, que no es más que otra manera de recordarnos la permanente Presencia de Dios en el mundo.

Pentecostés, Dios presente en sus hijos, liberó a los apóstoles del miedo y de la soledad y la ausencia de Jesús la llenó con creces el Espíritu de Jesús.

Los apóstoles, a partir de ese día, son hombres nuevos, poseídos por el Espíritu de Jesús. Llenaron la ciudad de la alegría de la Pascua porque donde está el Espíritu, hay alegría y paz.

Hoy, veinte siglos más tarde, los seguidores de Jesús tenemos otros miedos.

Miedo a dar razón de nuestra fe, la fe es un producto raro en los supermercados del mundo, y la soledad es grande ya que la mayoría de nuestras relaciones familiares y de trabajo viajan por otros caminos y el rebaño de Jesús es cada día más pequeño.

Nuestros bautizados y confirmados, consumidores de ritos y tradiciones porque sí, ignoran las exigencias y la presencia del Espíritu Santo y pasan de sus consejos o inspiraciones. Viven sin la guía del Abogado y no lo echan en falta ¿para lo qué sirve? Se dicen.

Nosotros necesitamos que el Padre nos envíe a su Consejero y Defensor para no sentirnos tan huérfanos y experimentar que “Yo, Jesús, sigo viviendo”.

El Espíritu Santo, nuestro Consejero, sigue congregando a los creyentes en comunidad de hermanos y nos conecta a todos con Jesús.

La Iglesia, esa organización humana, demasiado humana, se distingue de tantas organizaciones sólo humanas porque en ella anida la presencia del Espíritu de la Verdad. Cuando el espíritu humano, el del mundo, “que no lo ve y no lo conoce”, oculta la presencia del Espíritu, la Iglesia se convierte en menos Iglesia, en más organización humana.

El Espíritu Santo, nuestro Consejero, está siempre a nuestro lado, esa es su misión, no para tomar decisiones por nosotros, sino para ser nuestra fortaleza, nuestra luz y nuestro guía y, en nuestra libertad, optar por lo mejor.

El Espíritu Santo, nuestro Consejero, no tiene horas de oficina, actúa siempre y nos enseña que el amor de Dios no es como el amor humano porque no se basa en motivos, es totalmente gratuito y desinteresado.

ORACIÓN

Si somos ciegos, tu luz brilla constantemente.

Si somos sordos, tú continúas hablándonos insistentemente.

Si oramos, tú estás ahí, si no oramos, tú estás también ahí.

En nuestra maldad y en nuestra bondad, tú estás ahí.

En nuestro dolor y en nuestra alegría, tú estás ahí.

En nuestro morir y en nuestro vivir, tú estás ahí.

Siempre, tú estás siempre ahí para nosotros.

HOMILÍA 3

Derek Redmond era un joven atleta inglés que a los 19 años batió el record de los 400 metros y se convirtió en una celebridad.

En 1988 no pudo participar en la Olimpíada de Seúl a causa de una lesión en el tendón de Aquiles. En 1992 se celebraban los juegos olímpicos en Barcelona y Derek soñaba con conseguir una medalla olímpica. El día de la carrera 65.000 espectadores llenaban el estadio. En las gradas estaba Jim, su padre, que siempre le acompañaba en sus competiciones. La carrera comenzó y Derek se puso a la cabeza del grupo y cuando faltaban 175 metros para la meta, a punto de clasificarse para la prueba final, Derek cayó al suelo como si le hubieran pegado un tiro.

Su padre que lo vio comenzó a bajar las gradas y a abrirse camino entre los espectadores. No podía entrar en la pista de atletismo, pero nadie lo iba a detener.

En la pista Derek veía su sueño olímpico y su medalla evaporarse. Se quedó completamente solo, huérfano, mientras los otros atletas cruzaban la meta.

Grandes lágrimas corrían pos su cara mientras pensaba que tenía que terminar la carrera como fuera. Rechazó la camilla, se levantó y saltando sobre el otro pie se dirigía a la meta despacio y agónicamente. Los espectadores aplaudían su valentía y su determinación.

Su padre saltó la valla, esquivó a los guardias de seguridad y les gritaba: Es mi hijo. Tengo que ayudarle. Por fin llegó hasta su hijo y cogidos del brazo recorrieron los 120 últimos metros. Abrazados, padre e hijo, a trompicones, se dirigieron a la meta. Al final el padre lo dejó para que cruzara él solo la meta y completara la carrera de su vida.

La gente aplaudió, gritó y se emocionó, Había llegado a la meta.

El evangelio de este domingo como el del domingo pasado suena a despedida.

Jesús no sólo nos promete una morada en el cielo, hoy nos promete la compañía del Espíritu Santo para que podamos guardar la fe, terminar la carrera de la vida, cruzar la meta y recibir la medalla olímpica, la vida eterna.

En estos tiempos narcisistas si algo está de moda y parece que mucha gente necesita es un consejero, un asesor de imagen un entrenador personal, un coach personal.

El gobierno español, dicen los periódicos, tiene 664 asesores que nos cuestan unos 25 millones de euros. Las celebridades, los deportistas y todos los que quieren ser alguien tienen su coach personal.

“Un coach personal es tu socio en el logro de tus objetivos personales. Tu entrenador en herramientas comunicacionales y de vida que te acompaña en la generación de cambios. Guía de desarrollo personal. Aliento en tiempos tormentosos. Es quien te despierta cuando estás dispuesto a escuchar tu propia alarma”, esta es la definición que da T. Leonard

“Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”, así define Jesús a nuestro coach, más que personal interior, siempre presente en nuestra vida. No tiene horario ni cobra honorarios.

No os dejaré huérfanos dice Jesús en su testamento vital.

Todos vivimos la vida sin Dios pero Jesús sabe que nosotros lo necesitamos y para llegar a ser hijos de Dios en plenitud necesitamos más que asesores de imagen, más que un coach personal necesitamos un coach interior, el Espíritu Santo, nuestro abogado y nuestro guía.

El Espíritu Santo es el vínculo que nos une con Dios y con los hermanos en la fe, nos hace comunidad, asamblea santa, nos hace Iglesia.

Nosotros somos algo más que un grupo de gentes que se reúnen los domingos para leer el Libro, hablar de Dios, rezar, cantar y aburrirnos juntos, y ese algo más es fruto del Espíritu Santo que hace presente y vivo a Jesucristo en medio de la asamblea.

El Espíritu Santo habita en nuestro interior y, si le escuchamos, es el que elimina los bloqueos que nos impiden conocer la verdad sobre nosotros y sobre Dios.

El Espíritu de la libertad, no nos juzga, no decide por nosotros, nos ayuda a decidir y a elegir a Dios.

El Espíritu nos hace experimentar el amor de Dios y nos ayuda a cumplir el legado de Jesús: “el que me ama guardará mis mandamientos”.

Dios no quiere lindos sentimientos, quiere nuestra obediencia y lealtad.

Amar a Dios y amar al prójimo es la voluntad de Dios, es el mandamiento de Dios. Nosotros confundimos muchas veces el mandamiento de Dios con los cientos de mandamientos humanos de la Iglesia.

Nosotros, guiados por nuestro coach personal, queremos tener hambre de Dios, queremos que Jesucristo sea nuestro camino y el final de nuestro camino, queremos que el Espíritu Santo sea aliento en los tiempos tormentosos.