HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Segundo Domingo de Adviento

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Isaías 11, 1-10; Romanos 15, 4-9; Mateo 3, 1-12

EVANGELIO

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: "Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos". Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: "Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos".

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: "Camada de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mi puede más que yo, y no merezco llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga".

HOMILÍA 1

Érase una mujer que fue expulsada del cielo. Al salir le dijeron que sería admitida de nuevo si traía el regalo más querido por Dios.

Trajo gotas de sangre de un patriota que murió en la batalla.

Trajo el dinero que una pobre viuda había dado a los pobres.

Trajo una Biblia de un famoso predicador.

Trajo el polvo de los zapatos de un famoso misionero.

Trajo muchas reliquias de los santos.

Ninguno de esos regalos era el que más le agradaba a Dios.

Un día vio a un niño que jugaba en una fuente. Un hombre a caballo se apeó para apagar su sed y al ver al niño recordó la inocencia y la alegría de su infancia.

Miró al agua y vio el reflejo de su cara arrugada y endurecida y toda su vida sucia y malvada pasó por su mente. Lágrimas de arrepentimiento llenaron sus ojos y regaron sus mejillas.

La mujer cogió una de esas lágrimas y la llevó al cielo y fue recibida con gran alegría por los ángeles y por Dios.

Usted lo que necesita es un transplante de corazón.

El viejo, cansado y enfermo corazón hay que quitarlo. No funciona adecuadamente y corre un alto riesgo.

Hay que buscar un donante para hacer el difícil transplante.

¿Está usted en la lista de espera?

Hay personas que nunca van al médico porque piensan que están sanos. ¿Para lo que me va a decir? Me va a recetar las pastillas de siempre. Me va a dar los mismos consejos. Mejor me quedo en casa.

En este segundo domingo de Adviento, Juan el Bautista que se estrena como predicador y por ser novato es muy atrevido se encara con la gente y les grita sin contemplaciones: "Reformen sus vidas".

Juan es el cirujano que nos dice: Ustedes lo que necesitan es un transplante de corazón.

¿Yo, que estoy como un cañón?

¿Yo, que vengo todos los domingos a misa?

¿Yo, que pongo la X en la casilla de la Iglesia?

¿Yo, católico de toda la vida y casado por la Iglesia?

¿Yo, diácono o párroco de Soria?

Y Juan el Bautista me dice hoy, sí, precisamente usted.

Este sermón de Juan no va dirigido a los malos, a los que no tienen religión…sino a los buenos. Juan se pone más bravo cuando ve a los buenos que se acercan y les grita: "Raza de víboras". De nada sirve la circuncisión de la carne, de nada sirven sus tradiciones. Lo que vale es la justicia, el amor y las obras del amor.

Los malos son malos y punto.

Pero los buenos como los fariseos y saduceos, siempre encuentran explicaciones a su manera de vivir. Ellos dicen: "Nosotros tenemos a Abrahán por padre". Y con eso tapaban todos sus crímenes y acallaban su conciencia. Y se quedaban tan tranquilos.

¿Usted y yo que decimos?

Es superior a mis fuerzas. No puedo. Todos hacen lo mismo…

¿Porque deje un domingo de ir a misa? ¿Porque tenga una aventura que otra?

¿Porque me gane unos euros en algún negocio sucio?

"Reformen sus vidas".

No intenten justificar sus pecados.

Arrepiéntanse de sus pecados.

Ustedes también necesitan un transplante de corazón.

Hermanos, ¿si todos necesitamos ese transplante, dónde encontraremos tantos donantes?

La respuesta de Juan Bautista a este pueblo que espera, en cuidados intensivos, es: el que viene, el Mesías, el Señor, Jesucristo. Él nos dará un corazón nuevo, nos bautizará con Espíritu y fuego.

El es el cirujano, que no con hacha, sino con el amor del Espíritu nos va a operar. El va a quemar la paja de nuestro orgullo, de nuestro egoísmo, de nuestros odios…para purificarnos y darnos un corazón nuevo.

No se trata del bautismo de la cólera sino del bautismo de Pentecostés, del Espíritu Santo.

Nosotros que ya hemos perdido el sentido del pecado, que ya no distinguimos entre lo bueno y lo malo, el Espíritu de Jesús nos convencerá y nos hará ver nuestros pecados.

Y nos ayudará a confesarlos.

Todos somos convocados, hoy, a hacer una doble confesión.

Confesar nuestros pecados y confesar el amor de Dios.

Juan es la voz del Adviento en el desierto.

Hay una voz dentro de ti, dentro de mí, déjala resonar en este tiempo. No la apagues con tus razonamientos, con tus pecados.

Hay una voz dentro de cada uno de nosotros que quiere recuperar la inocencia perdida, déjala resonar en este tiempo.

No la apagues diciendo ya es demasiado tarde, mi corazón está medio muerto.

Hay un cirujano que lo puede revivir.

Érase un padre cuyo hijo estaba en la cárcel y durante seis años una vez a la semana iba a visitarlo. El hijo se negaba a recibirlo, pero un día, siempre hay un día, el hijo le abrió todas las puertas incluida la de su corazón. Este fue el mejor regalo de toda su vida.

Dios también espera ese milagro de muchos de sus hijos.

HOMILÍA 2

SE BUSCA PREDICADOR

Una de las tareas más difíciles de algunas iglesias es la de contratar un predicador, es decir, un nuevo pastor para la comunidad.

El comité de selección de una iglesia había rechazado a muchos candidatos por defectos reales o imaginarios.

El presidente del comité, cansado de tantas pegas, les envió la siguiente solicitud:

“Señores: Me he enterado de que su púlpito está vacante
y me gustaría que tuvieran en cuenta mi solicitud.
* He sido un predicador y escritor con bastante éxito.
* Algunos dicen que soy un buen facilitador.
* Tengo más de cincuenta años y nunca he predicado más de tres años en el mismo lugar.
* He tenido que salir corriendo de alguna ciudad después de la predicación.
* Confieso que he estado en la cárcel tres veces.
*Mi salud no es muy buena, pero aún consigo buenos resultados.
* No me he llevado nada bien con algunos líderes religiosos en algunos sitios en los que he predicado.
*Algunos me han criticado, otros me han amenazado y otros me han atacado físicamente.
* No soy bueno llevando los libros.
* Sin embargo, si me consideran, les prometo hacer todo lo que esté en mí para serles útil y ser el buen predicador que ustedes buscan.

El presidente preguntó al comité: ¿Qué les parece este candidato? ¿Lo contratamos?

Los miembros del comité se indignaron y preguntaron: ¿quién firma la solicitud? ¿Quién tendría la osadía de pensar que podemos contratar a alguien así para ser nuestro Pastor?

El presidente miró a todos antes de contestar.

Está firmado por: “El Apóstol Pablo”.

 La Palabra de Dios en este segundo domingo de Adviento nos presenta a dos predicadores: Isaías y Juan Bautista.

¿Si ustedes tuvieran que elegir a uno de los dos con quién se quedarían?

Yo me quedo con Isaías, profeta y poeta, porque sueña y en su visión nos describe un futuro poético y esperanzador, una nueva creación, una vuelta al paraíso con el que todos soñamos. Isaías no señalaba solamente el futuro, hablaba del presente, estaba discerniendo el espíritu del presente.

Escuchen al predicador Isaías: “En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz”.

Al leer esta profecía, he recordado los versos del poeta Antonio Machado:

“Al olmo viejo, hendido por el rayo

Y en su mitad podrido,

Con las lluvias de abril y el sol de mayo

Algunas hojas verdes le han salido”.

Los profetas bíblicos y los poetas son empedernidos optimistas y siempre esperan lo imposible.

Brotar, reverdecer con la ayuda de Dios que todo lo hace nuevo. Yo también espero un milagro de la primavera, un milagro de Dios.

 “Habitará el lobo con el cordero,
la pantera se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos:
un niño los pastoreará”.

Esto escribe Isaías y aunque sólo suene a poesía a los oídos descreídos del hombre moderno, no por eso deja de ser la visión del ideal que todos firmaríamos.

En un mundo perfecto, como el soñado por Isaías, no habría armas atómicas, ni ejércitos, ni fronteras, ni drogas, ni crisis. Sólo habría lágrimas de alegría y paz con la naturaleza y entre los hombres.

Pero vivimos en un mundo tan imperfecto, tan envenenado, tan lleno de desigualdades, que el futuro dibujado por el predicador Isaías se nos antoja lejano e imposible.

No dejemos de soñarlo y de trabajar por alcanzarlo.

El evangelio nos presenta a Juan Bautista, predicador ambulante y amenazante, al que pocas iglesias contratarían.

Juan Predica la conversión. “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.

Conversión: cambio de mente, cambio de corazón, cambio de dirección de nuestros pasos, cambio de monedas.

* La conversión no termina nunca.

Ninguno de nosotros podemos decir ya estoy convertido del todo. Todos desde el Papa hasta el último bautizado estamos necesitados de conversión.

*La conversión no es sólo obra nuestra.

Como las ideas y las modas del mundo y del tiempo en que vivimos nos comen el coco y terminamos haciéndolas nuestras, así también en la praxis de la fe tenemos que empaparnos de la Palabra de Dios que, leída y meditada con asiduidad, tiene poder para convertirnos.

La mejor medicina para dar pasos pequeños hacia la conversión es la mesa de Jesús, la celebración de la eucaristía.

* Los predicadores que suben a los púlpitos, hombres y mujeres de su tiempo, tienen muchas limitaciones, tienen sus manías y sus ideas fijas sobre Dios y la moral. No existe el Papa ideal ni el obispo ideal ni el cura ideal. Ningún predicador puede satisfacernos plenamente. Nosotros no buscamos un predicador, buscamos al Predicador.

Sólo Jesucristo es el predicador ideal, sólo él viene de Dios, sólo él conoce la voluntad de Dios, sólo él es el camino que lleva a Dios, sólo él bautiza con Espíritu Santo y fuego, sólo él permanece para siempre.

Isaías y Juan Bautista se hacen presentes entre nosotros en este hoy, su predicación nos invita a la conversión y a la espera del que viene a decir la última palabra y a proclamar la Buena Noticia.

Dios no cambia, nosotros sí.

El Adviento es el tiempo que tenemos, una buena oportunidad para cambiar y dar los mejores frutos.

“Dad el fruto que pide la conversión”.

 

HOMILÍA 3

 

Un profesor de universidad, al principio de curso quiso sorprender a sus nuevos alumnos y les dijo: voy a demostrarles que Dios no existe. Miró al cielo y gritó: Dios, si existes, quiero que me derribes de un golpe de esta plataforma. Te doy diez minutos. La clase entera permaneció en silencio. Se podía oír la respiración de los alumnos.

El profesor gritó de nuevo: Aquí me tienes. Te estoy esperando.

Cuando faltaban dos minutos entró en el aula un estudiante alto y musculoso, caminó hasta la plataforma del profesor y le dio tal golpe que cayó rodando de la plataforma.

El estudiante se sentó en la primera fila en medio de un gran silencio.

Cuando el profesor se recuperó del golpe y volvió a su plataforma miró al joven y le dijo: ¿Por qué me pegó?

Dios está muy ocupado y me envió a mí a cumplir su deseo.

Segundo domingo de Adviento y Fiesta de la Inmaculada. Dos fiestas que requieren nuestra atención nuestro interés por las cosas de Dios.

Yo no sé si Dios está muy ocupado, pero sí sé que cada domingo nos envía a alguien para darnos el golpe de gracia que nos haga salir de nuestra indiferencia y de nuestra frialdad.

Hoy, Dios nos envía a dos predicadores para recordarnos que existe y que vino, viene y vendrá.

Adviento no es “la Navidad ya está cerca”.

Adviento es “Cristo viene. Cerca está el Reino de Dios”.

Adviento es preparar la venida de Jesús. A Él le toca completar la obra.

Juan Bautista, estrafalario en su atuendo, en su aspecto y en su dieta, es más estridente aún por su mensaje. Es un predicador poco simpático y no gusta a casi nadie. Es la voz que predica la conversión y el arrepentimiento. Es el último profeta que viene a denunciar e insultar a todos pero especialmente a los profesionales de la religión.

La gente sencilla confesaba sus pecados y él los bautizaba en el río Jordán.

Los profesionales de la religión, los fariseos y los saduceos, los que presumen de tener a Abrahán por padre, los que ya no esperan a nadie, los que parecen santos pero son sólo cumplidores de la letra muerta, los que se creen salvados por servir y guardar el tinglado religioso, a estos Juan los insulta, les llama “raza de víboras”, “árboles con el hacha a la raíz”, “paja para la hoguera”.

Estos profesionales de la religión, más por curiosidad que por devoción, acudieron a escuchar al nuevo predicador al aire libre predicar el mensaje de arrepentimiento y de la necesaria conversión, conversión que todos necesitamos y que nunca conseguimos del todo. Yo sé que todos ustedes son más consumidores de religión que pecadores que quieren arrepentirse de verdad este Adviento.

Sabemos que los profesionales de la religión, fariseos y saduceos, siguieron cumpliendo fielmente con la religión, pero ignoraron lo nuevo, al que es siempre nuevo, a Jesús, el que traía el Reino de Dios, el fuego del Espíritu que todo lo hace nuevo.

A nosotros, los aquí reunidos, nos llama pecadores, palabra que ya no suena a insulto y no nos molesta porque hemos perdido el sentido del pecado, porque la palabra pecador y otras palabras religiosas han perdido su fuerza y la propaganda nos ha anestesiado. Lo único que nos preocupa es cumplir con la calderilla de la religión y seguir viviendo como si nada pasara.

Hoy, fiesta de la Inmaculada, María y Juan Bautista son personajes centrales y necesarios en este magnífico escenario del Adviento.

María no es la voz que grita, María es la joven que escucha la Palabra del mensajero de Dios, la joven que dice sí a la llamada de Dios. Dios llama a una joven ordinaria a una tarea extraordinaria.

Dos personajes muy distintos, pero los dos necesarios. Ambos conectados íntimamente con Cristo.

Estoy convencido de que María nos cae mejor que Juan Bautista. Maria es fe, obediencia, servicio, discípulo, contemplación, mientras que Juan es grito, ira, fuego, denuncia, atrevimiento liberador que nos asusta a los cristianos.

Olvídense de la religión y conéctense con Cristo, esto es el Adviento.