HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Vigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Jeremías 20,7-9; Romanos 12,1-2; Mateo 16, 21-27

EVANGELIO

En aquel tiempo empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: -¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.

Jesús se volvió y dijo a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios!

Entonces dijo a los discípulos: -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

¿De qué le sirve  a un hombre ganar el mundo entero si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria del Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

HOMILÍA 1

Un día apareció un hombre que tocaba la flauta tan maravillosamente que todo el pueblo acudía a la plaza a escucharle.

Un día un joven que conocía a un anciano que era sordo y que pedía limosna quedó sorprendido al verle todos los días en la plaza. No aguantando la curiosidad, escribió unas preguntas para el anciano. ¿Qué vienes a hacer aquí si eres sordo? ¿Qué te extasía tanto si no puedes apreciar la música?

El anciano le contestó: Mira al centro de la plaza, levanta la vista, ¿qué ves?

Una cruz, respondió el joven.

Es la cruz de Cristo que se alza sobre la cúpula de la vieja iglesia. Cierto, no oigo nada, pero me extasía pensar que algún día la música de la verdad crucificada fascine y cautive a los hombres y pongan sus ojos en la cruz, la de Jesús.

Algo muy anunciado son las pastillas, esas píldoras maravillosas que curan toda enfermedad y toda impotencia. Pero todas producen efectos secundarios.

El evangelio de Jesús es también una pastilla maravillosa que nos da la salvación eterna. ¿Va acompañado este anuncio de algún efecto secundario?

Sí, hermanos, Jesús nos lo dice muchas veces y de muchas maneras. ¿Quieres salvación y felicidad y vida eterna? Carga con la cruz y sígueme.

Hay una cruz para Jesús y hay una cruz para usted.

La cruz es el efecto secundario del seguimiento de Jesús.

¿Recuerdan la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo?

Pedro habló inspirado por Dios y tuvo un gran día. Jesús le cambió el nombre y le entregó las llaves.

El evangelio no lo dice pero ¿no se imaginan a Pedro dando una gran fiesta para celebrarlo?

Hoy, Jesús quiere poner los puntos sobre las íes y les dice: el Hijo del hombre tiene que subir a Jerusalén, ser matado y resucitar.

Jesús es un aguafiestas. ¿Por qué habla de sufrimiento y muerte? Ahora que lo estamos pasando pipa nos anuncias tristeza.

Pedro que ya veía brillar las llaves del poder le dice: Jesús no te pongas dramático, nada de desgracias, no te pasará nada, al menos mientras yo esté contigo.

Pedro quería la gloria pero no la cruz.

Quería el triunfo pero no el sacrificio.

Quería la salvación pero no la sangre.

Quería a Jesús a su manera humana pero no la voluntad de Dios Padre.

Quería un Jesús superestrella pero no un Jesús humillado.

El querer humano siempre tiene una mezcla de egoísmo, de vanidad, de carne y sangre, de placer y de odio a todo lo que nos lleva la contraria y nos hace sufrir.

Por eso Jesús le dice: Pedro, tú quieres como quieren los hombres, no como quiere Dios.

Tú piensas como piensan los hombres, no como piensan los hijos de Dios. Apártate de mí, Satanás.

Jesús pone precio a sus discípulos. “El que quiera seguirme que se niegue a si mismo, tome su cruz y me siga”.

Jesús es un aguafiestas.

Jesús viene a poner unas prioridades en la vida de sus seguidores: la renuncia, la cruz, el seguimiento, el compromiso, el sufrimiento, el amor…

Frente a las prioridades del mundo: el placer, la frivolidad, el egoísmo, la comodidad, a mí que me dejen tranquilo, me basta mi grupo…

La vida de Jesús tuvo un precio y no fue precisamente 30 monedas de plata.

El precio fue: aprender a obedecer sufriendo, revestirse de carne, amar sin límites a todos, dar su sangre por todos, cargar con la cruz hasta el Calvario… Y el premio, la resurrección.

La vida del cristiano tiene también un precio. Sólo lo pagan los que como el profeta Jeremías se dejan seducir por Dios, y se atreven a ser diferentes “no os ajustéis a este mundo”.

Esto exige: sufrimiento, oración y lucha.

Premio: encontrar la vida en Cristo.

HOMILÍA 2

INCOMPATIBILIDAD DE ESTILOS DE VIDA

Un comité americano, para marcar las tumbas de los treinta mil soldados muertos en la guerra, decidió encargar a Italia treinta mil cruces de mármol blanco. Este pedido contenía una extraña condición: los canteros que esculpirían el mármol no deberían blasfemar ni una sola vez mientras convertían el mármol en cruces.

Dicen que los obreros lo prometieron y cumplieron su promesa.

No sé si esta historia es cien por cien verdad, pero este serio compromiso nos recuerda a los cristianos que la blasfemia es incompatible con el amor de Dios, que la cruz de Cristo y nuestra cruz de cada día es incompatible sin la aceptación de la voluntad de Dios, que la cruz no es un trozo de mármol sino un estilo de vida compatible con el estilo de vida de Jesús.

 He dicho muchas veces en mis homilías que en la televisión escuchamos las malas noticias que genera nuestro mundo cada día y que en la iglesia escuchamos un evangelio eterno, es decir, la Buena Noticia de Jesús.

¿Ustedes que opinan? ¿Hemos proclamado hoy una buena noticia?

¿Es buena noticia el anuncio de Jesús?

“Jesús explicó a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día”.

La verdad es que a mí eso de Jerusalén, padecer y ser ejecutado no me suena ni a buena noticia ni a final feliz por más que añada la palabra “resucitar”.

Jerusalén, la ciudad santa, era la ciudad del Templo, y el Templo era el altar de los sacrificios de animales, de la sangre, de la oración y de la política del sumo sacerdote.

Jesús viaja a Jerusalén e intuye que, lejos del Templo, extramuros, Él ofrecerá el único sacrificio cruento que nos reconcilia totalmente con Dios. “No quiero sacrificios sino amor” escribió y predicó el profeta Oseas.

Pedro entiende las palabras de Jesús como mala noticia y se encabrita y grita: “Eso no te puede pasa a ti, Jesús”.

Ustedes y yo habríamos, -aún seguimos- reaccionado de la misma manera que Pedro porque pensamos muy humanamente.

Pensar como Dios es, si no imposible, muy difícil, aunque, como Pedro, a veces, contestemos la pregunta del millón: ¿Quién es Jesús?

Tú eres mi Señor, mi Salvador. Tú eres el Mesías de Dios. Y unas veces somos alabados y otras muchas reprendidos como lo fue Pedro.

Hasta ahora me han llamado de todo menos Satanás. Pobre Pedro, reprendido tan severamente por su maestro por dejarse guiar por la carne y por la sangre y por escandalizarse ante la cruz. Esta vez el Espíritu no habló por él.

Después de esta mala noticia para los oídos humanos, Jesús sigue dándonos peores noticias. Éstas nos afectan a nosotros, a los cristianos de todos los tiempos.

“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”…

La cruz, el misterio de la cruz, que preside nuestra iglesia y nuestras vidas está siempre con nosotros.

La cruz no es como una maleta moderna que por más que pese paseamos por los aeropuertos sobre ruedas, si tuviera ruedas sería símbolo de vacaciones y de olvido de Dios.

¿Qué significa cargar con la cruz?

Obedecer a Dios que exige sacrificio y disciplina.

Escuchar a Jesús, reto del cristiano.

Amar a los enemigos y perdonar a los hermanos.

Compatibilizar nuestro estilo de vida con el estilo de vida de Jesús.

El evangelio de este domingo es una invitación a encontrar el candado que une al Dios que nos seduce con el Dios que aparentemente nos engaña, el Dios que nos fascina y el Dios que nos subleva.

¿Buscan ustedes la buena vida? No cruz, no sufrimiento, no preocupaciones, Carpe diem…

Ustedes pueden tenerlo todo aquí y ahora, pero si no se abren al futuro, Dios es el futuro, corren el riesgo de quedarse sin nada.

A pesar de todo, el evangelio de Jesús es siempre Buena Noticia para los que lo escuchan y acogen en su corazón.

 

HOMILÍA 3

Según el Doctor Fred Craddock, gran teólogo y excelente predicador, hay dos clases de sermones que a los fieles no les gustan: los malos sermones y los buenos sermones. Y de estas dos clases de sermones los que los feligreses no quieren escuchar son los buenos sermones.

Esta afirmación, por sorprendente que se nos antoje, si le damos mente, caeremos en la cuenta de que encierra una gran verdad y mucha sabiduría.

Estarán de acuerdo conmigo que Jesús fue mejor predicador que los Papas Benedicto y Francisco y sin embargo no llenó ninguna plaza, sólo un día, el domingo de Ramos, montado en su papamóvil, recibió el fervor de la multitud.

Su primer sermón en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, fue un fracaso total y antes de que terminara su sermón, todos a una, intentaron despeñarlo. No quisieron escuchar un buen sermón. Les dijo que ser judío es una gracia, un gran privilegio, pero que de nada sirve si no están conectados íntimamente con Dios, si no están abiertos a la nueva presencia de Dios en el que está lleno del Espíritu de Dios.

En el evangelio que acabamos de proclamar Jesús predica un buen sermón a sus apóstoles. Les anuncia las tres cosas que tenía que hacer: Tengo que ir a Jerusalén. Tengo que sufrir y ser ejecutado. Tengo que resucitar al tercer día.

Más que de un sermón se trata de una profecía.

La reacción de Pedro fue violenta. Comprendió el mensaje pero se negó a aceptarlo e increpó al predicador porque no le gustó el sermón. Pedro se sublevó. No quería seguir a un Mesías fracasado. El Mesías que el proclamó el domingo pasado era un Mesías victorioso, triunfador, galáctico. No quería oír sermones trágicos, por buenos que fueran. Su plan era mucho mejor que el plan de Dios.

El escándalo de la cruz sigue escandalizando a los cristianos de todos los tiempos.

Pedro recibió la mayor reprimenda de su vida: tú eres Satanás, piensas como los hombres no como Dios.

Pedro, más que una roca, es un obstáculo en el camino de Jesús. Pedro, la Iglesia y los hombres buscamos satisfacer más nuestras ambiciones que someternos a la voluntad de Dios. Todos somos, en muchas ocasiones, obstáculos en el anuncio del evangelio de Jesús, no por nuestras ideas y sermones sino por nuestra manera de vivir.

Todos somos obstáculo en el camino de Jesús cuando elegimos el poder en lugar del servicio, cuando adoramos más el dinero que la sencillez, cuando nos preocupa más nuestra salud que la salud de los demás, cuando guardar la vida es más importante que darla gratis como la dio el mejor predicador del mundo.

Los cristianos nos contentamos con la “gracia barata” que compramos en el supermercado de la iglesia.

Yo puedo ir a la Romareda a ver el partido de fútbol, pero no por eso puedo presumir de ser un futbolista. Yo puedo, si el tiempo y las circunstancias lo permiten, ir al templo los domingos, pero no por eso puedo presumir de ser un cristiano. La gracia barata dice Bonhoeffer es gracia sin seguimiento de Jesús, sin cruz, sin Jesucristo vivo y encarnado.

Los predicadores del “evangelio de la prosperidad” reducen el mensaje de Jesús a tres adjetivos: God wants you to be healthy, wealthy and wise”. Dios quiere que usted sea “sano, rico e inteligente”.

Los hombres, pequeños Satanás, tendemos a suavizarlo todo, a eliminar las aristas, siempre estamos de rebajas. Somos la generación del okay, todo está bien, todo tiene que ser a nuestra medida.

La receta de Jesús se nos antoja dura si no contamos con El: “El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”. Dios no quiere migajas, nos quiere enteros, comprometidos con su causa y la causa de los hermanos que sufren.

Un cerdo y una gallina en su paseo matinal pasan delante de una iglesia donde se servía un desayuno de huevos y beicon. ¿Qué te parece si entramos?, pregunta la gallina. El cerdo dice: No sé, creo que mejor no. Para ti es sólo una pequeña donación, pero para mí es una donación total.

La inmensa mayoría de los cristianos nos contentamos con una pequeña donación, la ofrenda de un poco tiempo el domingo, pocos son los que entregan su vida, toda su vida, donación total, como auténticos seguidores de Jesús.

HOMILÍA 4

GOD'S WAY OR MY WAY

It is said that Saint Augustine was greeted on the street one day by a former mistress some time after he had become a christian. When he saw her, he turned and walked the other way. Surprised, the woman called out, "Augustine, it is I". Augustine as he kept going the other way, answered her, "Yes, but it is not I".

"It is I", I am the same person, I have not changed. "Yes, but it is not I". I am not the same person. I have changed. Augustine old self had died the day he was baptized. Self, you are no longer me. In fact, I do not know you. In Augustine's new heart there was only room for one, for Christ. He took to heart Jesus' words, "deny yourself, take up your cross and follow me".

When someone decides to follow Christ, he is invited to die for him and for others.

Do you remember last Sunday's gospel? Jesus asked his disciples two questions. Who do people say that I am? Very easy to answer. Just ask Google and it will give you a thousand answers. And the second question was, Who do you say that I am? Google cannot give you the answer. Only I, myself, know the answer, I am the ONLY owner of my password. But the gospel gave us Peter's answer, "You are the Messiah, the Son of the living God".

Peter, the theologian, not only knew the right answer, he knew who Jesus was, he was declared that day a hero, the number One Parishioner.

In today's gospel Peter is getting the same rebuke that the devil received when he tried to tempt Jesus at the start of his ministry, "Get behind me, Satan". And Augustine' mistress got the same response, Get behind me, Satan. No more mistresses. Jesus is my Master.

Peter in our gospel text, and even all the other disciples not mentioned here, is trying to tell Jesus that suffering, pain and the cross are not part of the plan for the Messiah, the Son of the living God, these horrible things do not happen to God, they must not happen to you, they must not happen to us, your disciples. Your destiny and our destiny is not the cross, but the throne, the power and the glory. It was his old self talking. It is the old "I" speaking.

"Get behind me, Satan". You are a scandal, you are a stumbling block to me for you have set your mind not on divine things, but on human things.

If Peter was insulted by Jesus, tell me, don't you think we deserve to be insulted or challenged by the Gospel at least one Sunday a year? I do not know about you, but I recognize that I need it because my mind is set more on material things than on divine things.

I must confess that this gospel is not my favorite one. Sometimes I think it would be better not to proclaim it because we all love the easy life, we are all self-centered people, and this gospel is saying that to be a christian is not easy, it is never easy do deny our inner self.

Often times in our church when we preach of self-denial we mean that to "deny ourselves" is to say "no" to things of this life, like the list of "noes" we read in the subway cars: No Radio Playing, No Drinking, No Spitting, No littering...Our church list is, No Dancing, No Smoking, No Drinking, No Love of Money... It is a healthy and wise discipline to avoid these addictions forbidden even by the State. But self-denial is to deny your "self", "the inner you".

"To deny oneself, according to William Barclay, means in every moment of life to say no to self and to say yes to God. To deny oneself means once finally and for all to dethrone self and to enthrone God. To deny oneself means to obliterate self as the dominant principle in life, and to make God the ruling principle, more, the ruling passion of life. The life of constant self-denial is the life of constant assent to God".

What is the difference between those who keep saying, "It is I", and those who start saying, "Yes, but it is not I"?

The first ones live in the "NO", in the external denial. The second ones live in the true self-denial, they live for God and for others, they embrace their suffering, they take up the cross and like a new Simon of Cyrene help others to carry their crosses.