HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Isaías 55, 1-3; Romanos 8, 35.37-39;
Mateo 14, 13-21

EVANGELIO

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: -Estamos en despoblado y es muy tarde; despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.

Jesús les replicó: -No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.

Ellos le replicaron: -Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.

Les dijo: -Traédmelos.

Mandó a la gente que se recostara en la hierba, y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños

HOMILÍA 1

Hace muchos años, en la ciudad de Luxemburgo, un capitán conversaba con un carnicero cuando una señora mayor entró en la carnicería. Ella le explicó que necesitaba un poco de carne, pero que no tenía dinero para pagarle.

Mientras tanto, el capitán escuchaba la conversación entre los dos, “o sea que quiere un poco de carne, ¿pero cuánto me va a pagar?”, le dijo el carnicero. La señora le respondió: “no tengo dinero, pero iré a misa y rezaré por sus intenciones”. El carnicero y el capitán eran buenas personas pero indiferentes a la religión y bromearon sobre la respuesta de la señora.

“Vaya a misa por mí y cuando vuelva le daré tanta carne como pese la misa”, le dijo el carnicero.

La mujer salió y fue a misa. Cuando el carnicero la vio entrar cogió un pedazo de papel y escribió “ella fue a misa por ti”, y lo puso en uno de los platos de balanza y en el otro colocó un pequeño hueso. Nada sucedió y cambió el hueso por un trozo de carne. El papel pesaba más.

Los dos hombres comenzaron a avergonzarse de lo sucedido. Colocaron un gran pedazo de carne en uno de los platos de la balanza, pero el papel siguió pesando más.

El carnicero revisó la balanza, pero todo estaba en perfecto estado. “¿Qué es lo que quiere buena mujer, es necesario que le dé una pierna entera de cerdo? preguntó. Mientras hablaba, colocó una pierna entera de cerdo en la balanza pero el papel seguía pesando más.

Fue tal la impresión que se llevó el carnicero que se convirtió y le prometió a la mujer que todos los días le daría carne sin costo alguno.

El capitán salió de la carnicería completamente transformado y se convirtió en un fiel asistente a la misa diaria. Dos de sus hijos se harían más tarde sacerdotes. El capitán los educó de acuerdo a su propia experiencia de fe.

El P. Sebastián, que fue el que me lo contó, acabó diciéndome: “Yo soy uno de esos dos sacerdotes y el capitán era mi padre”.

El papel con el mensaje “ella fue a misa por ti” sigue pesando más hoy también.

La eucaristía que nosotros estamos celebrando aquí y ahora es la multiplicación del pan de la vida que Jesús hace para nosotros sus hijos hambrientos de felicidad y de vida eterna.

Jesús y sus promesas pesan más que todas nuestras posesiones. Y este trocito de pan consagrado tiene más vitaminas que un solomillo para que el lo come con fe y con el corazón limpio.

Este milagro de la multiplicación de los cinco panes y dos peces hay que verlo con los ojos de la fe y los ojos de la carne.

Visto con los ojos de la fe es un acontecimiento eucarístico. Levantar los ojos al cielo. Bendecir el pan y repartirlo a la gente. Es el gesto de la consagración que realizamos en cada misa. Es hacer esto en memoria mía. Es revivir la última cena del Señor. Es convertir el pan y el vino en la presencia salvadora de Jesús para la comunidad.

Es el peso grande y liberador de la misa.

Es lo que nosotros venimos a hacer aquí no por una persona sino por el mundo entero.

Queremos poner en la balanza muestro mensaje: “una misa por el mundo, por los que sufren, por los que viven sin esperanza, por los que están en guerra”…

Cada domingo venimos aquí, a nuestra casa, a levantar los ojos al cielo e implorar de Dios Padre su amor y su perdón, sólo de lo alto nos viene la verdadera salvación; venimos a ser bendecidos y rotos como el pan de Jesús; venimos a ser repartidos por la comunidad para que todos puedan saciarse con el pan de vida.

Visto con los ojos de la carne, este relato de la multiplicación de los panes nos lleva por otros caminos conocidos.

Jesús dijo a sus apóstoles: “Denles ustedes de comer”.Y ellos se quejaron: no tenemos nada, sólo cinco panes y dos peces y hay muchísima gente”.

Jesús bendijo ese poco y se multiplicó.

Milagro de Jesús, sí pero con la colaboración de los hombres. Jesús sigue haciendo milagros todos los días con la colaboración de los hombres.

Jesús nos dice: tráiganme esos panes y esos peces”.

Tráiganme sus debilidades, yo las transformaré en fortaleza.

Tráiganme sus miedos, yo les daré la valentía.

Tráiganme sus pecados, yo les daré mi perdón.

Tráiganme ese poco, yo lo multiplicaré.

Para Jesús nada es poco. Nuestro poco ofrecido y bendecido por Jesús se convierte en fuente de salvación.

Cinco actitudes cristinas ante la realidad de la vida.

Sean agradecidos.

Compartan sus cosas y su tiempo.

Hablen, denuncien la injusticia.

Conozcan la realidad.

Oren mucho.

La comida se puede comprar. ¿Y la fe y la redención?

El dinero se puede ganar y robar. ¿Y la amistad de Jesús?

 

HOMILÍA 2

 

Someone wrote a few years back: A basketball in my hands is worth about $ 20. A basketball in Lebron James’ hands is worth about $ 35 millions. It depends whose hands it is in. A tennis racket is useless in my hands. A tennis racket in Nadal’s hands is a USA Open Championship. It depends whose hands it is in.

We can multiply the examples only to come to the conclusion that almost everything depends on us, on our abilities.

Two fish and five loaves of bread in my hands is a couple of fish sandwiches. Two fish and five loaves in Jesus’ hands will feed thousands. It depends whose hands it is in.

From a Christian point of view nothing depends on our abilities, but on our availability.

We look at our meager resources and say to God: “But what are these among so many”? We never have enough money, enough bread to solve the big problems of the world.

Millions of people die of hunger every day. The war on poverty has just begun. It is an endless task.

The story of the multiplication of the five loaves and the two fish reminds us of just what God can do when we give him what we have.

Jesus is not here anymore to work wonders, but we are. The disciples offered Jesus a practical solution to the problem they were facing that day: “Send the people away, let them solve their own problems”.

Today we are here, but are we like those twelve disciples who felt helpless and blamed the people for their unplanned journey?

True, in order to remove the burden of personal responsibility, we talk much about collective guilt, we blame the state, the politicians and the times we live in. We blame almost everybody but ourselves.

If God is so powerful why doesn’t he multiply bread for so many millions of men who die every day from hunger? God made you and me and wants all of us to share the little we have. We provide the bread and let God take care of the miracle. Nothing happens unless we allow God to use us. Our meager resources are the raw material Jesus needs for the manifestation of his miracles.

The boy in our story was innocent, he was not yet contaminated by the greed of grown ups, so he was able to give the little he had.

Probably everybody in that crowd had some bread, but they did not say anything. They thought only on themselves.

To multiply the bread provided by this innocent boy was easy, but to transform the selfish hearts of the people was not.

We proclaim this gospel one more Sunday because Jesus has to perform a bigger and more difficult miracle, the transformation of our hearts.

The essence of this miracle is in our hands. Our hands used by Jesus are worth millions.

A seminarian asked a priest if we can interpret this miracle as “the miracle of sharing, rather than a literal miracle of multiplying loaves and fishes. And he got this answer: sharing is not a miracle but a normal change of attitude. If this change of attitude were normal and easy, be certain of this, nobody in our world, right now, would be dying of hunger.


And this is the answer Pope Francis gave a few weeks ago: “Jesus trusts in the heavenly Father without reserve; he knows that for him everything is possible. Thus he tells his disciples to have the people sit down in groups of 50 –this is not merely coincidental, for it means that they are no longer a crowd but become communities nourished by God’s bread. Jesus then takes those loaves and fish, looks up to heaven, recites the blessing –the reference to the Eucharist is clear- and breaks them and gives them to the disciples who distribute them…and the loaves an fish do not run out, they do not run out. This is the miracle: rather than a multiplication it is a sharing, inspired by faith and prayer. Everyone eats and some is left over; it is the sign of Jesus, the Bread of God for humanity”