D I E Z   R E L A T O S   B R E V E S

 
1

EL ANILLO MÁGICO

 

Un padre de familia tenía un anillo milagroso. Había pasado de generación en generación al hijo mayor de la familia. El que heredaba el anillo era agraciado con un don especial que lo convertía en amable, virtuoso y bueno en todos los aspectos. Nunca tenía tentaciones de hacer daño a nadie. Nunca pensaba mal de nadie.

Durante muchos años no había habido problemas en la transmisión del anillo porque las familias sólo habían tenido un hijo como heredero. Este padre, sin embargo, tenía tres hijos. Los poderes del anillo alertaron al padre del peligro de que los hijos que no recibieran el anillo cuando él muriera pudieran volverse envidiosos. Para resolver este problema, el padre encargó a un joyero que hiciera dos anillos semejantes al anillo mágico y así cuando muriera podría dejar un anillo a cada hijo.

Al recibir su herencia, la primera pregunta que cada hijo hizo fue: ¿quién de nosotros tiene el anillo verdadero? Los llevaron al joyero y éste no pudo decir cual era el auténtico, los tres eran exactamente iguales.

Fueron también al rabino en busca de ayuda. Éste examinó cuidadosamente los anillos y preguntó a los tres hermanos: “¿Acaso no es la finalidad del anillo mágico hacer del que lo lleva una persona amable, cariñosa, caritativa, virtuosa y trabajadora?”

“Sí, rabino, esa es la finalidad”, contestaron al unísono.

“Entonces, dijo el rabino, no importa cuál es el anillo verdadero. Si los tres os comportáis con amabilidad, cariño, caridad y virtuosamente, el anillo que cada uno lleva se convertirá en milagroso”.

Y así sucedió. Los tres hermanos decidieron no preocuparse por quién llevaba el anillo verdadero sino en vivir lo mejor posible y oraban cada día a Dios pidiéndole fortaleza y sabiduría para hacer siempre el bien a los demás y no maldecir a nadie.
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2

LA PIEDRA DEL CAMINO

 

Érase una vez un rey que colocó una piedra gigantesca en el camino. Y solía esconderse y vigilar para ver si alguien se molestaba en quitar la piedra enorme.

Algunos de los más ricos comerciantes y cortesanos la miraban y simplemente daban un rodeo. Muchos, en voz alta, maldecían al rey por no tener los caminos transitables pero ninguno hacía nada para removerla.

Un día un campesino llegó al lugar con su carga de vegetales. Al acercarse a la piedra, dejó en el suelo su carga e intentó llevar la piedra a la orilla del camino. Después de muchísimos esfuerzos lo consiguió.

Al recoger sus vegetales, vio una bolsa en el suelo donde había estado la piedra. La bolsa contenía muchas monedas de oro y una nota del rey que decía que el dinero era para la persona que quitara la piedra del camino.

El campesino aprendió lo que otros muchos nunca entienden. Cada obstáculo representa una oportunidad para mejorar nuestra condición.
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3

LOS GLOBOS

 

Un niño negro contemplaba extasiado al vendedor de globos en la feria, el cual era, evidentemente, un excelente vendedor. En un determinado momento soltó un globo rojo, que se elevó por los aires atrayendo a una multitud de posibles jóvenes clientes.

Luego soltó un globo azul, después uno amarillo, a continuación un globo blanco… Todos ellos remontaron el vuelo hacia el cielo hasta que desaparecieron. El niño negro, sin embargo, no dejaba de mirar un globo negro que el vendedor no soltaba en ningún momento. Finalmente, le preguntó: “Señor, si soltara usted el globo negro, subiría tan alto como los demás?”

El vendedor sonrió comprensivamente al niño, soltó el cordel con que tenía sujeto el globo negro, y mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: “No es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay dentro.”
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4

UN SABIONDO EN EL TREN

 

Un joven universitario se sentó en el tren frente a un señor de edad, que devotamente pasaba las cuentas del rosario.

El muchacho, con la arrogancia de los pocos años y la pedantería de la ignorancia, le dice:

-Parece mentira que usted todavía crea en esas antiguallas.

-Así es. ¿Tú no? Le respondió el anciano.

Yo -dice el estudiante lanzando una estrepitosa carcajada-. Créame, tire ese rosario por la ventanilla y aprenda lo que dice la ciencia.

¿La ciencia? –pregunta el anciano con sorpresa-. No lo entiendo así. ¿Tal vez tú podrías explicármelo?

Deme su dirección y le mandaré algunos libros que le podrán ilustrar.

El anciano saca de su cartera una tarjeta de visita y se la entrega al estudiante y éste asombrado lee: “Louis Pasteur . Instituto de Investigaciones Científicas de París”.

El pobre estudiante sonrojado y corrido no sabía donde esconderse
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5

NO DIOS

 

Un estudiante de filosofía estaba en clase y se suscitó una discusión sobre la existencia de Dios. El profesor argumentó de esta manera:

¿Alguien en esta clase ha oído a Dios? Nadie respondió.

¿Alguien en esta clase ha tocado a Dios? Nadie respondió.

¿Alguien en esta clase ha visto a Dios? Nadie respondió.

El profesor concluyó “luego Dios no existe.”

El estudiante pidió permiso para hablar. El profesor se lo concedió.

El estudiante preguntó a sus compañeros:

¿Alguien en nuestra clase ha oído el cerebro de nuestro profesor? Silencio

¿Alguien en nuestra clase ha tocado el cerebro de nuestro profesor? Silencio

¿Alguien ha visto el cerebro de nuestro profesor? Silencio

Según la lógica de nuestro profesor, tiene que ser verdad que nuestro profesor no tiene cerebro.

Ese estudiante recibió un sobresaliente.
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6

El PÁRROCO Y EL CHOFER

 

Érase un párroco al que le llamaban a predicar a muchas iglesias y siempre le llevaba en su coche el mismo feligrés.

Un día durante el viaje el chofer le dijo al párroco: “Le he oído decir ya tantas veces el mismo sermón que me lo sé de memoria. Le apuesto lo que quiera que yo podría decirlo tan bien como usted.”

El párroco le dijo: “Estupendo. Te voy a dar una oportunidad.”

Antes de llegar a la iglesia intercambiaron ropas y el chofer se vistió de cura. Ya en la iglesia el chofer dio la charla y lo hizo muy bien. En el coloquio le hicieron algunas preguntas. Hubo una a la que no sabía qué responder pero rápido de reflejos dijo: “la respuesta es muy sencilla y para demostrarle lo fácil que es le voy a decir a mi chofer que venga aquí y se la conteste.”
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7

LA TIENDA DEL REFUGIO

 

Dos jóvenes beduinos comenzaron una pelea. Uno de ellos sacó una navaja y la clavó en el pecho del otro. Invadido por el miedo huyó a través del desierto en busca de la “tienda del refugio” creada por la ley para los que mataban sin intención o en el calor de la ira.

Cuando el joven llegó a la tienda del refugio se echó a los pies del jefe, un anciano sheik, y le suplicó: “He matado en el calor de la ira. Imploro su protección. Busco el asilo de su tienda.”

“Si Dios lo quiere te lo concedo mientras permanezcas entre nosotros.”.

Pocos días más tarde, los familiares del difunto que buscaban venganza se presentaron ante la tienda.

“¿Ha visto a este joven? ¿Está aquí?

Sí, está aquí, dijo el sheik, pero no se lo entregaré.

Pero ha matado y nosotros los parientes del joven asesinado tenemos el derecho de apedrearlo según la ley.

El sheik dijo: “No lo harán mientras está conmigo. Le he dado mi palabra y asilo.”

“Usted no entiende, ha matado a su nieto”, le dijeron los familiares.

El anciano guardó silencio. Y con los ojos llenos de lágrimas dijo: “Mi único nieto, ¿es cierto que está muerto?

Sí, su único nieto, muerto.

Entonces este joven será mi nieto. Lo perdono y vivirá aquí como mi hijo. Váyanse, todo está cumplido”.
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8

LOS OJOS DEL ALMA

 

Dos hombres , los dos muy enfermos, ocupaban la misma habitación del hospital. Uno de ellos se sentaba todas las tardes durante una hora a fin de eliminar las secreciones de los pulmones. Su cama estaba junto a la única ventana de la habitación. El otro enfermo pasaba los días tumbado sobre la espalda. Los dos charlaban durante horas. Hablaban  de sus esposas, sus hijos, su trabajo, describían sus casas, sus vacaciones… Y cada tarde cuando el enfermo se sentaba junto a la ventana, éste le contaba a su compañero lo que veía en el exterior.

Veía un gran lago donde los patos y los cisnes jugaban en el agua; los niños hacían navegar a sus barcos de papel; las parejas se paseaban y abrazaban bajo los árboles. Otro día le describía con todo detalle un desfile militar y aunque no podía oír la música, podía ver y oír con los ojos de la imaginación. Y así pasaron días y días. Mientras el enfermo le contaba estas cosas su compañero cerraba los ojos y se imaginaba un mundo maravilloso, ahí afuera.

Una mañana la enfermera encontró el cuerpo sin vida del enfermo que estaba junto a la ventana. Había muerto tranquilamente durante el sueño.

Al cabo de unos días, el otro enfermo pidió la cama junto a la ventana y se lo concedieron. Cuando se encontró solo en la habitación se levantó y se acercó a la ventana para echar su primer vistazo al exterior. Ahora podría ver por si mismo lo que su compañero le había descrito. Con mucho cuidado se estiró y vio un muro.

El hombre le preguntó a la enfermera por qué su compañero le había pintado otra realidad tan distinta. Ésta le dijo que era ciego y que ni siquiera podía ver el muro.

“Tal vez quiso darle ánimo”, le contestó.
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9

LA CESTA MISTERIOSA

 

Érase una vez un hombre que tenía diez vacas. Cinco eran blancas y cinco eran negras. Y las cuidaba como si fueran sus hijos. Cada día las llevaba a los mejores pastos y le daban una rica leche blanca. Pero un día, cuando fue a ordeñarlas, vio que sus ubres estaban vacías.

Así pues decidió vigilarlas durante la noche.

A media noche vio como unas sogas bajaban del cielo y por ellas bajaban unas mujeres con sus lecheras, ordeñaban las vacas y subían al cielo con sus lecheras llenas de leche blanca y fresca.

Nuestro hombre vio una mujer mas hermosa que las otras, corrió, la agarró y mientras ella luchaba por ascender con sus compañeras, el hombre le dijo: “Quiero casarme contigo”.

Ella le contestó: “Hombre mortal, me casaré contigo con una condición. Esta es mi fina cesta. Prométeme que no la abrirás sin mi permiso. Si la abres la desgracia vendrá sobre nosotros.” El lo prometió y se casaron. Colocó la cesta a la entrada de la casa. Era una buena esposa y cuidaba también las vacas.

El tiempo pasaba y el hombre se moría de curiosidad. ¿Qué guardará en la cesta? ¿Qué puede sucedernos si miro? Y al fin y al cabo es mi esposa y es también mi cesta.

Un día que su mujer estaba cuidando las vacas, abrió la cesta y comenzó a reír porque no había nada.

En ese momento llegaba su esposa y le preguntó: ¿”Qué has hecho hoy?”

Riéndose le contestó: “He mirado en tu cesta y no he visto nada. Está vacía.”

La mujer colocó la cesta sobre sus rodillas y le dijo: “No viste nada pero está llena. Aquí guardo todas las cosas hermosas del cielo para ti y para mi. Si hubieras esperado yo te habría enseñado a mirar.

Y la mujer que vino del cielo, regresó de nuevo al cielo.
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10

DOS HERMANOS

 

Dos hermanos trabajaban juntos las tierras de la familia. Uno era soltero y el otro casado con hijos. Se repartían a partes iguales las cosechas y las ganancias.

Un día el soltero se dijo: no es justo repartir las ganancias por igual. Yo soy solo y mis necesidades son pocas. En cambio mi hermano tiene mujer e hijos y más necesidades. Y cada noche se levantaba, llenaba un saco de trigo y lo vaciaba en el granero de su hermano.

El hermano casado también se dijo a si mismo: no es justo repartir las ganancias por igual. Yo tengo una mujer que me cuida e hijos que me ayudarán en el futuro. Pero mi hermano no tiene a nadie que le cuide mañana. Y se levantaba a media noche y vaciaba un saco de trigo en el granero de su hermano.

Durante años los dos se sorprendían de que sus provisiones de trigo no disminuyeran.

Una noche los dos salieron a la misma hora y en la oscuridad los dos se encontraron llevando su saco. Superado el susto y la sorpresa, cayeron en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Dejaron sus sacos y se abrazaron.

De repente el cielo se iluminó y una voz del cielo dijo: Aquí está el lugar donde edificaré mi templo porque donde dos hermanos se encuentran en el amor, ahí mi Presencia habitará.
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