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CON HUMOR TODO SABE MEJOR P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P... |
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“El que se toma a sí mismo con excesiva seriedad corre el riesgo de caer en el ridículo; el que sabe reírse de sí mismo no”, comenta Vaclav Havel. En las iglesias hemos perdido el sentido del humor. Los curas tenemos cosas tan trascendentales que decir que ponemos caras serias desde que abrimos la boca para intimidar al auditorio. Éste muy sabio pone el sistema de sonido en off. Los que hemos leído “El Nombre de la Rosa” no olvidamos el furibundo y ridículo sermón de Jorge de Burgos contra la risa porque Jesús nunca se rió. Los evangelios mencionan las lágrimas de Jesús, pero no sus risas. Yo me quedo con el humor de La Vida de Brian y sus pintadas: Romans go home. El periódico vaticano se apunta al humor, bautiza a los Simpsons y los declara católicos aunque nunca han pisado una iglesia católica. Jesús, los evangelios son la versión abreviada de su densa biografía, no contaba chistes pero la ironía y la sátira plagan sus discusiones con sus amigos y enemigos. Jesús se ríe de los justos, esos ciegos que ejercen de guías de los ciegos, esos brutos que, teniendo una viga en el ojo, se ofenden porque sus prójimos tienen una motita de polvo. ¿Y el camello pasando por el ojo de la aguja? Seguro, seguro que Jesús sería mucho más divertido que Benedicto XVI y que este cura. En nuestra sociedad hay abucheadores a sueldo y en las iglesias hay aplaudidores espontáneos. Comentaba yo a mis feligreses que habiendo dado sobrados motivos aún no me han abucheado en la iglesia, sí me han aplaudido, allá muchísimas veces, acá dos veces. “Una religión triste es la religión del diablo” dice el gran predicador John Wesley. El púlpito dominical es el menos apto para una teología heavy. Los oídos de los seniors, saturados de los ruidos de ayer y de la soledad de hoy, ya no oyen y los oídos de la generación Y, primera generación educada sin referencias religiosas, celebra, cuando asiste, el culto entre bostezos. Una teología light con un poco de humor se digiere y sabe mejor. Sucedió en un pueblo soriano. La víspera de la misa por un difunto, la familia llamó al cura para expresarle su deseo de oír un sermón serio, como los de antaño. Los seminarios católicos prestan poca atención al arte de la predicación y a ninguno se le ocurre la locura de organizar talleres sobre la necesidad del humor en el ministerio sacerdotal. Los pastores negros son fantásticos, unen lo heavy y lo light, el silencio y los aplausos, los amén y los aleluyas, una gran sinfonía en la que todos pueden participar. Reír y sonreír en la iglesia es tan saludable como hacerlo a la hora de los postres y el café.
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