CALENTANDO LA VISITA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

Y pensar que católicos y anglicanos estamos aún separados porque Enrique VIII, el Defensor de la Fe, quería divorciarse, se nos antoja, hoy, como un episodio de telenovela para la noche de los jueves.

Desde aquel 1534 los que permanecieron fieles a Roma, los católicos, vivieron eclipsados, perseguidos y hasta torturados por ir a misa.

Ni podían desempeñar cargos públicos ni poseer tierras estos ciudadanos invisibles.

En 1829 fueron un poco más ciudadanos con derecho al voto y a un asiento en el Parlamento.

La Torre de Londres cerrada y la guillotina silenciada, pero la desconfianza mutua no ha sido aún vencida.

Los seis millones de católicos no causan ningún oleaje social, callan su fe y su lealtad a Roma, no responden a las críticas contra la Iglesia y el Papa que durante unos pocos días será huésped de la Reina en su visita de estado.

Según el Obispo Kieran Conry “el Papa Benedicto viene a un país donde el catolicismo es estable, cohesionado y bastante vibrante en comparación con el creciente desinterés por la Iglesia en la Europa Occidental”.

Este catolicismo conservador esconde pequeños grupos libertarios, -los hay en todos los rincones de la tierra-, mujeres que pedirán al Papa en los autobuses urbanos: Ordain Women, Ordene a las Mujeres, y misas celebradas para gays y lesbianas.

La marea antipapista, capitaneada por los dos ateos que más bulla meten en las ondas y con sus libros, no han logrado conmover los cimientos de la sociedad.

Christopher Hitchens y Richard Dawkings autores de los best Sellers God is not Great y The God Delusion son los dos perros que más ladran contra Dios, la religión y Benedicto XVI.

Estos estridentes y dogmáticos intoxicadores, vana ilusión, quisieran llevar al Papa, “el único hombre que queda en el mundo por encima de la ley” a la Torre de Londres para que compartiera el mismo final que Thomas More, John Fisher y tantas otras víctimas de Enrique VIII.

Benedicto XVI, jefe de estado sin ejércitos, hará una visita oficial como otros muchos jefes de estado. La gran diferencia radicará en que el Papa tendrá más seguidores, más escuchantes, más desfiles y más discursos que cualquier otro jefe de estado.

Y en medio de los actos oficiales hará sus apartes para celebrar misas, exhortar a los líderes religiosos, a los políticos y a los intelectuales.

Una celebración muy especial será la beatificación de John Henry Newman, anglicano que se convirtió al catolicismo, que dejó Canterbury por Roma.

Cuando murió en 1890, las calles de Birmingham se llenaron de pobres, sus pobres, para acompañarle y decirle adiós.

Dos pensamientos del nuevo beato me llaman la atención:

“Vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado con frecuencia”.

“Brindaré primero por la conciencia y después por el Papa”.

Un editorial del periódico The Guardian, ante la visita del Papa, concluye: “Por más inatractivo que resulte el santo visitante desde muchos puntos de vista, su viaje está totalmente justificado”.