A P O S T A T A R

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Por la prensa local he sabido que un grupo de sorianos han celebrado su "decisión de renunciar a la Iglesia" en una fiesta ruidosa. Quieren decir su adiós a los cuatro vientos y hacernos partícipes de su conquistada libertad.

Por mis conversaciones y por lo que observo los domingos, ausencias eternas, sé que son muchos los que viven de espaldas a la Iglesia sin las complicaciones de un adiós oficial.

Los primeros, en un arrebato libertario, quieren dejar la Iglesia y borrar toda huella de su pertenencia. Darse de baja, trámite de papeles, es tan engorroso como cualquier diligencia burocrática.

Desbautizarse, negar que he nacido, es otra historia.

Rimbaud, uno de mis poetas preferidos, se lamentaba en un verso: "Soy esclavo de mi bautismo". Para bien o para mal, marcado para siempre con el sello indeleble del amor de Dios.

Me puedo divorciar de la Iglesia, institución pecadora, arrogante, llena de defectos y de arrugas como todo lo humano, pero Dios es muy terco y a pesar de mis amoríos adúlteros nunca se divorcia de mí.

Los segundos, sumergidos en el oleaje de la increencia ambiental, mantienen unos vínculos débiles y pasivos con la Iglesia. "Porque no eres ni frío ni caliente te voy a escupir de mi boca" recrimina el ángel del Apocalipsis a los cristianos.

Ser musulmán no requiere ningún rito iniciático. El nacido en una familia musulmana hereda la religión del padre y apostatar se castiga con la muerte. El apóstata Salman Rushdie, autor de los Versos Satánicos, aún huye de la muerte como Caín.

Los judíos con su "rito loco e irracional de la circuncisión" quedan físicamente marcados y si se aplicara la ley del Deuteronomio 13, 7-12, los apóstatas serían lapidados.

Los católicos, lejanos ya los tiempos de la inquisición y el nacionalcatolicismo de nuestros padres, sacudido el yugo de la coerción religiosa, vivimos ahora seducidos por los miles de productos novedosos que hay que saborear aquí y ahora.

Los católicos, analfabetos bíblicos, hemos optado por una religión light. Vamos de romería en romería, de boda en boda y de funeral en funeral.

Siento gran tristeza cuando uno de mis hermanos, amigos, alumnos, feligreses…me dice adiós como compañero de la fe.

Alexander Pope dijo: "A llittle knowledge is a dangerous thing" –un poco de conocimiento es una cosa peligrosa-.

Un conocimiento superficial de la Iglesia es un espejo que la deforma y la caricaturiza.

La Iglesia es mucho más que la punta del iceberg que los curas y los medios de comunicación nos hacen visible. Lo sumergido, lo profundo, el misterio, sólo intuido, es más verdadero que lo visible.

A Hans Küng, teólogo fronterizo, compañero de universidad de Benedicto XVI y siempre en conflicto con la Iglesia oficial, le preguntaron por qué no dejaba la Iglesia inquisidora y contestó: porque me ha dado lo mejor que tiene, a Jesucristo.

Me consuela saber que los celebrantes sorianos de la apostasía "quieren recalcar que nosotros sólo estamos renunciando a la Iglesia, no a la fe".

Creer es el acto más humano y el que más nos complica el diario vivir.

Apostatar no es una fiesta. Es un fracaso vital, una agonía unamuniana, una cirugía de alto riesgo, la búsqueda de un corazón para un trasplante imposible.