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ADIOS A-DIOS P. Félix Jiménez Tutor, escolapio. |
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Los telediarios nos sirven muchas pequeñas noticias, anécdotas para conversaciones de café. La gran noticia que ha incendiado la red y la prensa ha sido la última revelación que ha recibido Stephen Hawking de que Dios no es necesario, no explica nada y que el universo que habitamos, tuneado por el azar, nos aguanta sin más. En la vida cotidiana nos despedimos con un adiós. Adiós, palabra compuesta del prefijo a (sin) y dios. ¿Les sugiere algo? La realidad es que los hombres dijeron a-dios y han vivido sin dios desde el día en que el primer hombre y la primera mujer fueron expulsados de su presencia. Teismo y ateismo son las dos caras de la misma moneda. Moneda que los hombres hemos lanzado al aire desde que el mundo es mundo. Para unos es cara, para otros es cruz. Son muchos los portazos que hemos dado a Dios. La Place ya dijo a Napoleón en 1783: “No he mencionado a Dios porque no necesitaba esa hipótesis”. Gagarin primer austronauta declaró después de su viaje por el espacio: “No he encontrado a Dios”. El portazo de Stephen Hawking, el último, ha sonado con más fuerza dado su prestigio en el panteón científico. No hay fórmulas matemáticas para describir a Dios. La M (master, milagro, misterio) de su fórmula no me dice nada, no me asusta. Dios no necesita apologetas para existir. Como dice Bonhoeffer, el mártir de los nazis, “no debemos utilizar a Dios como tapa-agujeros de nuestro conocimiento imperfecto”. Dios no es una salida de emergencia para huir de nuestros miedos. Dios no es el pasado, es el futuro. Dios no es el pantocrator, el Dios poder, es el infierno de la inmensa debilidad de lo humano. Cuanto más débil, más Dios. Dios no es una religión. La religión es uno de los muchos caminos para la búsqueda de Dios. A mi no me preocupan ni los científicos ni los teólogos ni los herejes oficiales, públicos, me preocupan las personas, hombres y mujeres corrientes, que pasan de teorías y argumentos sofisticados y viven cómodamente con su a-dios. Personas excelentes que, con razón, se sienten ofendidas cuando se las tacha de imperfectas. Ciencia y teología no son enemigas sino complementarias y dan distintas respuestas porque responden a preguntas distintas. Hoy, la modernidad clausurada, hemos de aprender a convivir con la posmodernidad que proclama el final de una historia única y de una única visión del mundo. Hay una constelación de ideologías que van y vienen y múltiples interpretaciones que van y vienen, sólo la fe permanece. La fe no es una interpretación más, es apoyarse en la firmeza de Dios. “Desde tiempo inmemorial, el nombre de Dios ha sido el nombre de lo que deseamos con un deseo más allá de todo deseo”. . |