Felipe II, en cuyo reino no se ponía nunca el sol, devoto en exceso, coleccionó
7.432 Reliquias de Primera Clase.
Pecado de gula, de lujuria y de avaricia.
Todo exceso linda con lo pecaminoso.
Apetito desordenado de lo que no alimenta y lujuria de posesión exclusiva, sólo
mías, para mi gozo.
Poner nombre a sus Reliquias, mencionar los 206 huesos del cuerpo humano, más
zonas nobles, más zonas vulgares, resulta trabajo obsceno, propio de forenses y
fossores.
Dejemos el osario para los cementerios.
Dejemos las Reliquias para los idólatras baratos.
La fiebre coleccionista es una enfermedad incurable del enjambre humano.
Los hombres de hoy, ajenos a las piadosidades idólatras de ayer, coleccionan
todo tipo de pendejadas.
Un alumno mío, coleccionista de piedras de los ríos, me pidió que le trajera un
par de piedras del río Hudson.
Y se las traje.
La colección de “selfies” con XXX son las Reliquias de hoy.
No es nada raro ver en la iglesia, antes de la misa, a dos mujeres recreándose,
lujuria de los ojos, visionando “selfies” de sus nietos y maridos.
¡Qué guapos, qué estupendos!¿Se imaginan ustedes los miles y miles de “selfies”
coleccionados con el Papa Francisco vivo y muerto? No cuentan como Reliquias de
ninguna clase pero pueden ser más inspiradores que un trocito de tela de la Madre
María Félix Torres o del P. Pedro Díez.
El celo por las Reliquias de Felipe II y del hombre común sigue vivo en la
Iglesia Católica.
Las Reliquias de Jesús, de María y de José y de los incontables santos,
verdaderas o falsas, heredadas de generación en generación, compradas en EBay o
en el rastrillo parroquial, forman parte del ajuar espiritual del católico.
Father Giandomenico Flora, rector del Oratorio de Nuestra Sra del Monte Carmelo,
este mes de abril, ha organizado la Cruzada de las Reliquias.
Los fieles católicos, fieles a las pequeñas y a las milenarias devociones, han
tenido la oportunidad de admirar, asombrarse y poner nombre a más de 500
Reliquias.
Los fieles peregrinan a su Oratorio, dejan copiosas propinas, crecen en la fe y
experimentan enel cuerpo el poder sanador de las más de 3.100 Reliquias.
Los fieles pasan sus rosarios por los relicarios y los convierten en Reliquias de
tercera clase para su colección.
La Santa Túnica, la de Jesús, la que no se rasgó en cuatro partes sino que se
echó a suertes, pispajo roto, hecho jirones, cuenta la leyenda que se encuentra
sin costuras, sin arrugas,nueva, como salida de las manos de la Magdalena y de
las otras Marías.
Los ángeles, Amazon del siglo I, la llevaron a la Basílica de Saint Denis, Val
d’Oise, donde se guarda.
(No se ha encontrado la factura) Desde el 18 de abril al 11 de mayo será expuesta
a la veneración de los fieles.
Más de medio millón de personas se harán un selfie con la Túnica de fondo.
Los santos, los que han vivido en la amistad de Dios, el libro de la vida es más
grande que el martirologio romano, ya sin títulos, comen del árbol de la vida que
está en medio del paraíso.
Algunos, los que han dejado Reliquias de Primera, son paseados, para su
fastidio, por el mundo como si de celebridades o de influencers se tratara, más
para curiosidad de los fieles, turismo religioso, que para su devoción.
Yo no colecciono Reliquias, nada, pero tengo delante del teclado de mi ordenador
un BullseyeToken, moneda que en los viejos tiempos me daba acceso al subway de
NYC y tengo una moneda, Dime, me recuerda la expresión de los bums, “Can you
spare a dime”?