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Eran
las 7 de la tarde, dos días después del terremoto de Pennsylvania, subimos a un
taxi amarillo tres curas y un párroco que nos había invitado a cenar en Little
Italy. La televisión que llevan los taxis amarillos comentaba el terremoto, el
informe del gran jurado sobre los pecados sexuales de los curas. Como si
estuviéramos en el confesionario, en un silencio helado, escuchábamos molestos
revelaciones y secretos de confesión.
Viaje
eterno, teníamos ganas de salir, de respirar y de escuchar el alegre bullicio de
la calle Mulberry llena de turistas que flaneaban curiosos o buscaban un
restaurante donde cenar.
Sí, se
respira un aire de vergüenza y de tristeza en el clero, los obispos lo han
calificado de ¨catástrofe moral¨.
Esta
sociedad, mayoritariamente Protestante, ha sido siempre anti/romana y anti/católica.
Hoy
todavía existen algunos grupos fanáticos, viven en 1517, que ven en la Iglesia
Católica la Gran Prostituta del Apocalipsis, los otros grupos callan, pero en lo
profundo de sus corazones lo creen y ahora con mayor razón. Ellos, los no
señalados, presumen de pureza ritual y moral.
La
verdad es que los efectos que ha provocado este terremoto tiene tintes
apocalípticos, en este país en el que hasta sus guerras lucen títulos
apocalípticos. Es como si se hubiera abierto el séptimo sello y en lugar de un
silencio de media hora, silencio primordial, los 24 ancianos y los cuatro
vivientes gritaran con voz de trueno, ¨Salid de ella, pueblo mío, no sea que os
hagáis cómplices de sus pecados y os alcancen sus plagas. Porque sus pecados se
han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades¨. Ap 18,4
Humanamente
hablando hay muchas razones para el pesimismo, dejarlo todo en manos de la
Divina Providencia no es solución y la conversión espiritual, solución piadosa a
la que se acude cuando no se quiere buscar la verdadera solución, no es
suficiente.
El
pueblo de Dios dice a los Obispos, ¨No necesitamos vuestro duelo ni nuevas
normas ni solemnes documentos. Necesitamos mejores hombres¨. No es el pueblo de
Dios el que tiene que hacer penitencia, oración, ayunos y arrepentirse de los
pecados de los Obispos y sus curas. Menos poder clerical y más poder laical es
parte de la solución.
Los
números bajan, todo está en baja y en rebajas, sólo los gastos millonarios
suben. La penitencia no consiste, en este asunto, en padrenuestros o en
avemarías sino en billetes. La Iglesia Católica, institución humana, ya ha
desembolsado tres mil millones de dólares y diecinueve diócesis se han declarado
en quiebra.
Los
traumas y las heridas del alma las curan los psiquiatras y la bolsa de
medicinas, la bolsa de dinero no cura nada, pero devuelve el sueño y la sonrisa.
Trump,
blanco fácil, para todos los humoristas, proporciona abundante munición a los
pundits de la televisión y llena horas sin cuento en la programación de NBC y de
CNN, sólo los anuncios interrumpen esta cascada informativa. La televisión y la
prensa han hecho un hueco estos días para informar con fruición sobre el
terremoto eclesial de Pennsylvania.
Entre
los muchos titulares publicados frenéticamente estos días uno ha llamado mi
atención: It´s all about the Bishops¨. Todo se centra en los Obispos. La
afirmación más dramática según este artículo, es que todos los Obispos seguían
el mismo manual de estrategias para ocultar la verdad. Su primera y última
lealtad no se la deben a Dios ni al pueblo de Dios al que sirven sino a la
Iglesia, a la institución.
Men of
God hid it, este artículo ¨los Hombres de Dios lo escondieron¨, y protegieron a
más de 300 curas de Pennsylvania y a algunos los promocionaron con cargos y
títulos.
¿Habrá
llegado la hora de un Me Too en la Iglesia?
Según
le Pére Stephane Jontain, El clericalismo es un componente de los abusos
sexuales de la Iglesia¨, razón por la que la Iglesia tiene que dejar de ser un
club privado de hombres solteros, misóginos y muy mayores.
El
celibato, piedrecita en los zapatos del Obispo de Roma y de los obispos de la
Iglesia, carga innecesaria y antinatural, se queda siempre en tema de estudio,
espero y deseo llegue pronto el día en que sea tema resuelto y olvidado.
20
siglos hemos necesitado para enviar el limbo al zafacón. ¿Necesitaremos otros 20
siglos para enviar el purgatorio y el celibato al zafacón?
¿Recuerdan
la comisión de sabios y sabias que Francisco nombró para estudiar el diaconado
de la mujer? Esa sí que está ya en el zafacón.
Miles
de voces y opiniones, de dentro y de fuera de la Iglesia, todos intentando
reorientar la brújula para sacarnos de este ¨caos moral¨, pero las voces que la
Iglesia tiene que escuchar son las de los protagonistas a pesar suyo, forzados y
abusados, las víctimas.
Su voz
creída y escuchada puede despertar a la institución anestesiada.
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