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"Les
voy a decir con toda sinceridad: Yo tengo miedo a los curas rígidos. Me alejo de
ellos...muerden. Los fieles no tienen por qué aguantar la histeria o la rigidez
de los curas", el Papa Francisco dixit, el viernes 20 de noviembre del 2015.
Hace
unas semanas un joven que asistió a una boda que celebré en Zaragoza, con
satisfacción y orgullo, me dijo: Usted ha estado muy bien, pero el mejor cura
del mundo, no hay otro igual, es el de mi pueblo. No recuerdo ni el nombre del
cura ni el pueblo de Soria en el que el mejor cura del mundo además de decir
misa, se pone el mono, sube al tractor y labra las tierras de sus feligreses.
Este
cura no muerde y nadie se aleja de él, todos buscan su compañía y todos,
maravillosa y excepcional coincidencia, alaban al mejor cura del mundo.
Labrar
los campos es un trabajo tan noble como cualquier otro, pero los curas somos
juzgados fundamentalmente por un trabajo más difícil y más exigente, el trabajo
de la predicación dominical. Trabajo que exige reflexión, meditación y largas
horas de preparación. La predicación debe estar sazonada con un poco de humor.
Un
sermón que hace reír o sonreír, y no bostezar, hacen bueno al cura. Un sermón
que invita a los fieles a firmar en la línea de abajo es un sermón eficaz.
Fue
noticia el P. Albert San José, cura filipino que tuvo una idea genial: predicar
a sus feligreses, no detrás de un ambón leyendo unas cuartillas impresas una
hora antes de la misa, cosa que hacen muchos curas, sino que montado en un
hoverboard, un skateboard con lucecitas, predicó paseándose por la nave central
el sermón más divertido.
Nadie
ha hecho alusión al contenido del sermón. Nos hemos quedado con la anécdota. ¿Y
si fue el mejor sermón predicado en toda la cristiandad ese domino? No importa.
A nadie le importa, ni siquiera a su obispo, eunuco que no tiene sentido del
humor.
Yo leí
la noticia con una gran exclamación. Olé, P. Albert.
Seguro
que ese domingo los feligreses del P. Albert no bostezaron, si sonrieron, sí
escucharon y sí acogieron la buena semilla de la Palabra. Pero fue noticia, mala
noticia, la de su suspensión cuyo alcance ignoro. Castigado por su obispo por
tener sentido del humor. !Qué broma! Lo que falta en las iglesias, llenas de
canas, es un poco de humor, please.
Fue
menos noticia el P. Guillou que, en un sermón, blandió un sable laser como si
fuera un personaje salido de la Guerra de las Galaxias. Hizo las delicias de los
pequeños y de los grandes.
Fue
noticia el P. Kelly que en una boda, en lugar del sermón cantó el Hallelujah de
Leonard Cohen. Regalo magnífico para unos amantes extasiados y para unos
asistentes hasta entonces desconectados y para los millones de personas que lo
han visionado en YouTube.
Señores
obispos, no sean los eunucos que guardan el harén, y si ustedes por edad,
educación, timidez o rigidez no se sienten inspirados por el Espíritu, please no
corten las alas a los curas, desgraciadamente no son tantos.
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