“El
futuro es de las parejas sin hijos: un niño no nos cuadra”. Titular del
Confidencial.
El matrimonio de María de Nazaret y de José, con menos genealogía que
Melquisedec,
fue poco judío.
En el capítulo 17 del Libro de los Números leemos la elección de Aarón como
encargado de la Tienda del Encuentro.
“Yavé dijo a Moisés: habla a los israelitas que te den 12 ramas en
representación de las 12 familias patriarcales. Escribe el nombre de cada uno en
su rama. En la rama de Leví escribe el nombre de Aarón y depositalas en la
Tienda del Encuentro. El hombre cuya rama retoñe será el que yo elijo”. Números
17,17-20.
Y la rama de Aarón floreció.
Yo me imagino que la elección de José, como esposo de María, fue bíblica y
araónica.
12 ramas con 12 nombres de hombres jóvenes, la edad matrimonial ideal era y
sigue siendo 18 años. Y la rama de José floreció en la sinagoga y Dios dijo “ese
es el hombre que yo elijo como esposo de María”. Desde ese día José se
representa con la rama florecida.
Cuando un hombre no tiene mujer, vive sin alegría, sin bendición y sin
bienestar.
El matrimonio es tan indispensable para la vida y la procreación que en la
primera página de la Biblia, Dios, con mandamiento divino, les manda “Creced y
multiplicaos”.
Seis veces leemos en el relato de la Creación y “vio Dios que era bueno” y la
séptima vez, música divina, exclama Dios que “ todo era muy bueno”.
Los rabinos, escrutadores de los puntos y las comas, de las letras y de los
espacios entre las letras de la Torah…ese “era muy bueno” se lo aplican al sexo.
El matrimonio como metáfora de la relación de Dios con su pueblo colorea todas
las páginas de la Biblia.
El matrimonio del patriarca Isaac narrado en el Génesis, descripción breve y
maravillosa, nos recuerda el “muy bueno”.
“Isaac condujo a Rebeca a la tienda de su madre Sara, la tomó por esposa y con
su amor se consoló de la muerte de su madre”. Gn 24, 67
Amor a primera vista, matrimonio sin testigos, sin lista de invitados, consumado
en la tienda, una cama fue suficiente. Y Dios lo bendijo.
Matrimonio y procreación son la cara y la cruz del matrimonio judío. Pero si por
razones físicas o infidelidad no hay descendencia, el divorcio es necesario,
exigido y autorizado por la Ley.
El celibato, la castidad en la espiritualidad judía no es virtud, es pecado.
El matrimonio de Maria y de José, sin hijos, sin la vitamina sex, fue poco
judío. Los caminos de Dios son inescrutables, pero la literatura de los hombres
tiene su mojo.
El matrimonio “josemitano” fue único e irrepetible.
Hoy, como decía el artículo del Confidencial, “el futuro es de las parejas sin
hijos, un niño no nos cuadra”. No por exigencias del guión sino por elección
meditada, dialogada y querida esta opción matrimonial se ha convertido en
trending topic.
De la vida vivida bajo el signo del dos, tú y yo, se elimina el vértigo del
tres, el hijo. El nosotros reducido a su mínima expresión.
Unos matrimonios, en su contrato matrimonial, pactan no sólo no tener hijos sino
no tener sexo. Otros sólo eliminan los hijos y otros simplemente cohabitan.
La sociedad occidental individualista y hedonista va perdiendo a marchas
forzadas el barniz barato de la piadosidad y secularizada se entrega a la
tiranía del Yo. La NO natalidad es el suicidio de Occidente.
Las sociedades religiosas, las que aún engendran hijos, según Erik Kaufman,
heredarán la tierra.