El
manual de funciones del cristiano no contempla como necesario el trato familiar
con la Biblia, libro enigmático y poco santo. Descartado, nos quedan las
devociones descritas en el manual y transmitidas de generación en generación.
Se van perdiendo poco a poco y el día en que desaparezcan habrá desaparecido la
religión.
De mil maneras intento convencer a mis feligreses de la necesidad de vivir la
Gran Devoción, la Biblia.
Hace unos días paseando por la ciudad, bendita casualidad, descubrí el LIBRARY
WALK.
Frases de poetas, filósofos y políticos, que grabadas en placas de bronce
recuerdan grandes verdades a los distraídos y ajetreados urbanitas que las
ignoran con sus apresuradas pisadas.
Una cita de Francis Bacon, 1561 _ 1626, me ha servido para despertar la Gran
Devoción y para invitarles a recorrer y leer todas las placas del Library Walk.
“Some books are to be tasted,
others to be swallowed
and some few to be
chewed and digested”
Algunos libros tienen que ser saboreados, otros tragados y otros, pocos,
masticados y digeridos.
¿Y la Biblia en las religiones del LIBRO?
Entre todos los alimentos del cristiano, la Biblia, el menos masticado y
digerido.
Un paseo, una cita con foto, para un curioso sermón.
Las iglesias, cuanto menos bíblicas más vacías, proclaman la ausencia de Dios en
la vida de los hombres. Los curas, funcionarios, su papel minimalista, lamentan
en sus reuniones cómo envejece el rebaño y cómo enmudece.
Ayer, sí ayer, todo era una fiesta, las campanas volteaban y las bóvedas
repetían ecos celestes.
Aquí, en NYC, todavía hay vida, hay devociones, hay llenos dominicales, hay
música…la feligresía filipina es una bendición para cualquier parroquia que la
acoja.
Las mujeres filipinas, viudas, jubiladas o solteras son un rebaño agradecido y
hambriento. Rebaño poco crítico y muy obediente, acepta todo lo que le dan.
Rezadoras, se atiborran de religión.
Adicción a las peregrinaciones.
Una manera de mantenerse activas es consumir religión. Las llamadas
eufemísticamente “peregrinaciones” gozan de gran demanda.
Conozco mujeres filipinas que han recorrido el mundo por razones religiosas, han
visitado todos los lugares en los que la Virgen María, por razones muy
personales, ha decidido hacerse presente.
La Virgen, turista a su manera, ha creado mujeres turistas.
Adicción a las devociones.
Algunas filipinas, adictas a la sacristía y al altar, son lectoras, acólitas,
ministras de la eucaristía, monitoras litúrgicas, me pregunta: ¿Cuántas veces al
día puedo comulgar?
Cómo asisten a tres misas quieren comulgar tres veces.
Una vez. Golosas, ustedes tienen muy poca fe. La misa, la Palabra de Dios, la
comunión de la primera misa no les ha alimentado ni inspirado ni plenificado,
nada, esperan, poca fe, que la segunda y la tercera hagan lo imposible.
Puro consumo de religión. Más que la santidad, buscan matar la soledad y el
aburrimiento.
Tienen poco apetito social y político. Son trumpistas.
Los que, la inmensa mayoría, fueron y ya no son.
Los disminuidos religiosos, actos de obligación social, bautizos y bodas, ni son
ni pertenecen.
Las viejas beatas y las nuevas protagonistas.
Y los santos y las santas, los que mastican y digieren la Palabra y son alegres,
conectados con Papá Dios son ajenos a los caprichos de los funcionarios de
turno.
La alegría del Confesionario del sábado.
El confesionario es pura rutina, a veces, divertida rutina.
El sábado, julio 15, una joven vino con su perrita pecadora para que, antes de
ser entregada a la nueva familia de adopción, el cura la confesara, perdonara y
le diera una especial bendición.
Seguimos el ritual para perros y fue bendecida. La perrita me dio las gracias.
Un señor de 93 años, católico de toda la vida, de misa dominical, asistencia
perfecta, matrimonio perfecto, que aún sabe para qué sirve la mano derecha, me
preguntó si era pecado ver pornografía. Estoy enganchado, no tengo propósito de
la enmienda. ¿Qué cree que hace Dios?
Sonreír, no puede hacer otra cosa.
Un hombre mayor, me coge las manos entre las suyas y las aprieta con toda su
alma, creo que lo hace para darse valor y soltar una larga letanía en una lengua
que no entiendo o con “gemidos inenarrables”. La absolución le calma y
transforma.
Por primera vez sentí una gran rabia. Un joven blanco, rubio, grande, estudiante
de una universidad católica de otro estado me voló la tapa de los sesos, no por
sus pecados sino por su visión de la vida y por sus actitudes humanas.