TU VERDAD NO, LA VERDAD

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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“Tu verdad no, la verdad y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Machado
El mapa de las religiones es más fascinante que el programa de los españoles por el mapa del mundo.

Europa, ayer cristiana y hoy de mudanzas hacia el Gran Vacío de la increencia y de la irrelevancia religiosa, ignoró y despreció la inmensa riqueza espiritual que el Dios de los mil y un nombres ha engendrado con su semilla fértil y poderosa. Encerrados en nuestro cocoon, poseedores de la verdad absoluta, no hemos viajado ni aspirado los perfumes y los inciensos que los hombres de todos los rincones del planeta elevan a sus dioses. Hasta Benedicto XVI está de mudanzas, decepcionado por no haber sabido inspirar al mundo cristiano. Los hombres de hoy, más materiales que espirituales, necesitan algo más que libros y discursos ininteligibles.

Los europeos hemos enviado al espacio una chatarra millonaria porque ya no buscamos la inmortalidad como Enkidu, de la Epopeya del Gilgamesh, en la planta de la eterna juventud o como Adán y Eva en el árbol de la ciencia del bien y del mal. Nosotros le pedimos la inmortalidad al árbol de la ciencia y del progreso. Viajamos al espacio donde pronto abriremos lejanos cementerios donde depositar nuestras basuras orgánicas y atómicas.

Asisto boquiabierto estos días al mayor espectáculo religioso del mundo, el Kumbh Mela, que no está en Roma sino en la India. 

El domingo, Febrero 10, cuarenta millones de personas se dieron cita en Allahabad para celebrar el Baño Sagrado en la confluencia de los tres ríos: Ganges, Yamuna y Saraswati. Y durante 55 días que dura esta fiesta serán cien millones los que se sumergirán en las aguas para lavar los pecados y escapar a los ciclos de la muerte y de las reencarnaciones.

Este festival celebra la victoria de los dioses sobre los demonios en furiosa batalla. En su huida uno de los dioses dejó caer cuatro gotas del néctar de la inmortalidad sobre cuatro ciudades, entre ellas Allahabad, Ciudad del festival.

Un gran relato que la humanidad ha producido para ayudarnos a escapar de nuestra finitud y soledad. Me siento culpable y culpo de mi ignorancia de tanta riqueza literaria y religiosa acumulada en los grandes relatos de las religiones a mis miopes profesores y a mi Iglesia. Si nosotros tenemos toda la verdad, ¿para qué ir a buscarla en relatos exóticos y míticos de culturas lejanas?

El hinduismo, religión no organizada, sin fundador al que dar culto, sin jerarquías vestidas de seda a quien obedecer, sin un Papa a quien pasear en silla gestatoria y elegir, sin Escrituras inspiradas, sin catecismo que aprender, sin dogmas infalibles, sin un credo que recitar, pero con un dios manifestado en miles de dioses y diosas, sí tiene sus libros, el Bhagavad Gita encierra unas enseñanzas religiosas que impregnan la espiritualidad del hinduismo.

La congresista Gabbard, primera persona hindú juró la constitución americana sobre esta Escritura, primera vez que esta Escritura era introducida en el congreso. Un aforismo que a esta mujer le llama la atención es esta: “El alma nunca puede ser cortada en trocitos por ningún arma, ni puede ser quemada por el fuego, ni humedecida por el agua, ni marchitada por el viento”.

A esta peregrinación a las aguas sagradas del Ganges, más santo, más tumultuoso y más antiguo que el Jordán, los primeros en sumergirse en sus aguas purificadoras son los sadhus.

Nosotros, los cristianos, acabamos de estrenar el tiempo de la Cuaresma. Tiempo de agua sin río, tiempo de lavar pecados sin mucho arrepentimiento, tiempo de penitencia sin grandes sacrificios. Somos, valoramos y adoramos más el dinero y lo material que lo espiritual.

Los sadhus, “hombres santos”, ascetas que viven en permanente cuaresma, abandonan los deseos materiales y persiguen la liberación espiritual. Miles de ascetas, medio monjes, medio curanderos, desnudos, con flores al cuello, rociados de cenizas, alejados de la sociedad en sus cabañas, sus cuevas y montañas son los primeros, a las 5 de la mañana, en sumergirse en las aguas, celebrar sus ritos y recitar sus mantras.

Estas tribus de vagabundos espirituales, despreocupados de las riquezas, unos más místicos que otros, desnudos en sus tiendas fuman marihuana, entregan amuletos y viven en la frontera, extramuros. Vivir en libertad no es tenerlo todo sino no necesitar nada.