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Hoy, el
Papa Francisco no ha publicado una Carta Pastoral sobre el diaconado de las
mujeres, hoy, no ha predicado sobre la MTL (Misa Tradicional Latina) y, hoy no
ha tomado prestado ningún insulto de la literatura de los improperios
neotestamentarios: raza de víboras, sepulcros lindos por fuera y por dentro,
huesos y basura, funcionarios hipócritas…
Lo sé
porque The League of Catholic Bloggers ha guardado sus flechas para afilarlas y
dispararlas mañana a su”Blanco” favorito.
La MTL,
tema más cismático que las 99 Tesis de Lutero, se está convirtiendo en pura
comedia.
Hay Diócesis que la prohiben y otras que la bendicen y aplauden.
Hay Obispos y curas que son de Benedicto y hay otros que son de Francisco.
Lo único que no hay son latinistas como el agredeño y escolapio P. Julio Campos
que me ayudaba con Catulo y su poesía erótica.
Yo,
hoy, quiero disparar mis flechas al corazón.
LOS
VELORIOS, vigilias para velar a los muertos, además de reunir a familiares y
amigos en un ambiente de luto protocolario es tiempo de anécdotas y confidencias
y de largos abrazos.
En NYC,
en el ritual de los Velorios, las Funerarias se convierten en pequeños
aeropuertos, en capillas de despedidas y oraciones. El cura se hace presente
porque despedir a un cristiano es enviarlo al Kennedy del Cielo y dejarlo en
manos de Papá Dios.
Esta
semana he asistido a tres Velorios. En mi reflexión casi siempre comparo dos
realidades que son incomparables, to go through customs, pasar la aduana de NYC
y pasar la del Cielo.
Los trámites aduaneros de NYC no son nada amables: largas colas, policías
enfadados, preguntas impertinentes, huellas y fotos. Documentos de
identidad...se respira cuando se cruza un metro de frontera.
La
experiencia del día después sólo la conoce el que nos reúne en la frialdad de su
ataúd. Pero en el Kennedy del Cielo, olvídense de San Pedro ejerciendo de
bouncer de bíceps inabarcable,
No colas, no preguntas, no pasaporte, nada… El que nos recibe nos conoce por
delante y por detrás, por dentro y por fuera.
“Yo sé
que mi Goel vive” exclama Job desesperado. Yo sé que mi Redentor vive y que, a
pesar de mi vida más santa que pecadora, me rescata de la muerte.
El cura
compara las dos aduanas, recita sus piadosidades, bisbisea oraciones, mira a la
cara de la familia y cae en la cuenta de que sus oyentes no necesitan su sabia
teología, necesitan su silencio y su abrazo.
El abrazo acalla las palabras inútiles, cierra los ojos y abre la puerta a la
futura felicidad.
Terminado
mi primer minishow, la liturgia necesita sus emoción y sus sonrisas, la hija de
Eleanor me despidió con un abrazo larguísimo y fraternal. Los otros familiares,
en este tiempo de distancia social, sonreían agradecidos.
Gaspar,
nuyorican total, ha perdido a su esposa joven y griega. Lo saludé la víspera del
Velorio. Vestía camiseta de tirantes y lucía en el brazo un gran tatuaje: USCG.
Le pregunté el significado y me dijo: U S Coast Guard. Acostumbrado a los mil
vaivenes de la vida, sin aspavientos, sereno y alegre participó en el Velorio y
me acompañó hasta la puerta. Me despidió con un gran abrazo y un beso y me dio
40 dólares para que me tomara una pizza.
Espero encontrármelo un día por Alphabet City.
En mi
tercer Velorio de la semana la temperatura bajó muchos grados.
La familia de Cristina, nuyoricans, me recibió con seriedad litúrgica. Es una
familia cristiana, pero no católica, conoce la Biblia y recita los versículos de
memoria. Detecto los acuerdos y los desacuerdos, los versículos que le hacen
tilín y los saque prefieren ignorar.
Al final un hermano de la difunta me dio un abrazo tibio.
The next day en la misa del funeral, a la hora de la comunión, me dijeron: “No
communion for us”
Abrazos
que son más pastorales que los mejores sermones.
Mañana
tengo otro velorio, con abrazo incluido, en la Funeraria Provenzano.
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