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Te acuerdas de...

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Nosotros no tenemos que coger número para la cola de la posteridad.

Cuando nuestro presente se acaba, nuestro futuro comienza, somos eternos.

El amor que nos sueña, nos sueña para siempre. Sólo su amor es eterno.

Dios es el único existente no sometido a la gramática de los humanos.

Nosotros, más que conjugar el tiempo, somos conjugados .”El hombre corto de días y harto de inquietudes es como flor que se marchita o como nube pasajera” dice Job, pero tenemos un largo futuro.

“El Amor, el de Dios, más fuerte que la muerte”, nos sueña, nos conjuga, nos eterniza y nos diviniza.

“Cuando morimos se acaba la vida, pero no se acaba una relación”, leo en Los Martes con mi viejo profesor.

Ausentes, somos hecho presentes por los nuestros, familiares y amigos, en esos incontables ¿te acuerdas de…?
¿Te acuerdas del día en que nos conocimos?

Una vida, una relación contada, unas veces entre risas, otras soñada, otra evocada entre lágrimas y otras en silenciosas oraciones.

Sólo con las personas con las que hemos vivido y nos hemos relacionado borbotean los te acuerdas de…

Recuerdo perfectamente el día en que pregunté a mis alumnos de Soria sus nombres y apellidos.

Paco era uno de esos alumnos y dijo: Soto Orte. Yo también soy Orte, le dije.

El apellido me llevó hasta Victoria y hasta todos vosotros. El apellido creó una relación que he vivido agradecido.

Hoy, en este templo, queremos encontrar palabras sencillas para expresar el dolor de las ausencias y llenarlo con las historias que juntos hemos compartido.

Sólo con las personas que hemos conocido y compartido podemos preguntarnos por el pasado, no siempre feliz, pero hoy, sí, feliz. ¿Te acuerdas de…?

Yo he vivido y compartido comienzos con vosotros: bautizos, comuniones, bodas…hoy compartimos el comienzo de una vida nueva, la de Victoria y la de Paco, “por fin libres, alejados de los peligros, eternos”.

¿Te acuerdas de…? ¿Cómo olvidar ese pan que, entre esfuerzos y luchas hemos amasado y comido juntos?

La vida se acaba pero la relación permanece porque el amor es una aventura obstinada y seguimos conversando y haciendo memoria de un ayer lleno de pequeñas cosas, alegres unas, dolorosas, cómicas,estrafalarias y desatinadas otras muchas.

“Yo sé que mi Redentor vive” confiesa con confianza y desesperación el impaciente Job.

Mi Redentor, sólo me quedas Tú.

Frente a la muerte, frente a la nada, en mi más absoluta desnudez, desprovisto de todo, ya sin nombre ni apellidos, borrado de la lista de los vivos, sólo me quedas Tú, mi ancla, mi Redentor.

“Yo estuve muerto, me dices,pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y del abismo”. Ap 1,18

Al morir cambiamos de distrito postal y cambiamos de compañeros de vivienda.

Cuenta con humor un predicador Baptista que cuando morimos nos llevamos tres grandes sorpresas. La primera sorpresa es encontrarme en el cielo a las personas que nunca habría esperado encontrar: la prostituta del barrio, el chulo de mi calle, el vendedor de drogas de la esquina, el descreído que se burla de la religión…

La segunda sorpresa es no encontrar a las personas que daba por supuesto tenían que estar ahí: no veo a mi párroco, ¿dónde está?, no veo a la señora Ildefonsa, siempre puntual, a toque de campana, no veo a Ismael, endomingado y sonriente en la mis de 12,...

Y la tercera sorpresa es el grito de júbilo, lo he conseguido, I made it, estoy dentro, salvado por la misericordia de Dios.

Mi relación con Papá Dios, vivida en la fe, mortecina casi todos los días, mal alimentada y muy distraída en el trajín del diario vivir, ahora en tu presencia se vuelve luminosa, en este face to face, “mis ojos te verán no los de otro”.

Morir es comenzar a vivir.

El bautismo, mi segundo nacimiento, llega a su total plenitud en el nacimiento a la vida nueva y resucitada.