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Paseaba
Dios una tarde por el jardín del Edén y se encontró con el satán.
¿De
dónde vienes? le preguntó Dios.
He
estado dando una vuelta por ese mundo maravilloso que Tú creaste, respondió el
satán.
¿Has
visto cómo los hombres me han abandonado?, le preguntó Dios.
Unos
son ateos, otros agnósticos, otros declaran la guerra a todas las religiones
organizadas, como si yo las hubiera fundado, y son muchos los que escupen a los
tres primeros mandamientos que escribí en las Tablas de la Ley. Son unos
apóstatas.
Sí, lo
he visto en los graffiti callejeros, lo he oído en el Ajax Bar y lo he leído en
muchos libros y muchas cosas mayores he presenciado en mis visitas turísticas
por los países de Europa. Pero déjame que te diga, toda la culpa es tuya. Les
has dado la tierra y el universo. Tienen todo y de todo. Ahora han creado
estaciones espaciales y pretenden colonizar otros planetas. La Torre de Babel
era un castillo de naipes. Son tantos que quieren emigrar al espacio y así les
será más fácil conquistar el jardín del Edén y matarnos, no como en los libros,
sino de verdad, contestó el satán.
¿Crees
que sería oportuno darles un aviso?, preguntó Dios a el satán.
Déjamelos
a mí. En mi próximo viaje turístico les dejaré mi Business Card.
Así
aprenderán quién es el Señor y quién tiene la última palabra. Tienen que
despertar de ese sueño infantil de jugar a ser dios. Tú solo eres necesario.
Refuerza con los ejércitos de “los hijos de Dios” las puertas del Paraíso, no
les dejaremos comer del “árbol de la vida” que está en medio del jardín del
Edén.
El
satán, fiscal super enojado, siguió conversando con Dios hasta obtener los
permisos pertinentes para despertar a la humanidad engreída y autosuficiente,
sin necesidad de Dios ni de dioses.
Salió
el satán de la presencia de Dios y, en su carro de fuego, se dirigió a la
tierra.
Hizo
sonar los siete truenos y las siete trompetas y gritó: Hombres necios, hoy os
anuncio el primer aviso, escuchad: “Mr. Coronavairus, será vuestro despertador”.
Yo, Mr.
Coronavairus, como, Melquisedec, no tengo ni padre ni madre.
Yo soy
ateo, más que Zaratustra, vengo a cerrar todos los Templos de las religiones
organizadas.
Yo soy
anticapitalista, derribo del trono a los poderosos, cierro fábricas, cierro
hoteles, cierro bancos, paralizo aeropuertos y los turistas se quedan en casa.
Yo soy una bendición
disfrazada. Los longevos son mi blanco favorito.
Yo soy
el patrono de los niños, les ahorro cinco horas de esclavitud en un pupitre.
Yo soy
el espía que viene del frío. La CIA, la KGB, los Wikileaks, los Vatileaks...a
pesar de tanta tecnología y de tantos laboratorios para espiar a los estados y a
los ciudadanos del mundo no me han detectado. Google, el sabelotodo, is not in
the loop.
Necios. Empeñados en vivir en
lo virtual, despreciáis lo Real.
No
estáis programados para la necesaria soledad y habéis perdido vuestro papel.
Sé que
tenéis sueños más vivos y memorables, el confinamiento es fuente de pesadillas
sudorosas y calambres dolorosos.
Cuando
el emperador hacía su entrada triunfal en Roma, le acompañaba un virus que le
susurraba al oído: César, recuerda que eres mortal.
Yo sé
que son muchos los virus, que en el pasado, os han visitado y diezmado , y sé de
otros muchos males, muy presentes en vuestro mundo, que no contagian pero matan
a millones de personas y los ignoráis.
Yo, Mr.
Coronavairus, soy un invasor pequeño, insignificante, pero real.
Hombres
del primer mundo, humillaos, sois simples mortales.
Yo, Mr.
Coronavairus, caído de lo alto o surgido de lo profundo, quiero ser vuestro
despertador.
Sé que
me buscáis a tontas y a locas y no me encontráis. No estoy en una probeta de
laboratorio, estoy en vuestro corazón.
“El
resto de los hombres que no murió de estas plagas no se arrepintieron de las
obras de sus manos, dejando de adorar a los demonios, a los ídolos de oro y de
plata, de bronce y de piedra y de madera, los cuales ni pueden oír ni ver ni
andar; ni se arrepintieron de sus homicidios, ni de su fornicación ni de sus
robos”. Ap. 9,20
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