Silencio Comprado
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....
Hubo un tiempo en que escribía y recibía cartas. Recuerdo la primera Carta importante que escribí, recuerdo la hora y el buzón de correos en el que, con temor y temblor, la deposité. Recuerdo también mi última Carta, escrita a orillas del lago Erie. Recuerdo otras cartas más frívolas y el ritual meticuloso a seguir: hoja en blanco, lugar y fecha, Querido X, texto, comunicación de un alma necesitada, menesterosa, enamorada de un Tú, un sobre, un sello, un buzón…y gran prisa en recibir la ansiada respuesta. Aquellas cartas unían distancias, lacraban olvidos, tenían mucho más que información, tenían mística. Las cartas de amor en los buzones de Correos han desaparecido, cartas comerciales, sin nombres propios, llenan ahora los buzones. A los cristianos nos quedan las Cartas de San Pablo dirigidas a los “santos” de todos los tiempos, a veces difíciles de masticar y de digerir. Cartas teológicas, apasionadas, con maldiciones, con lágrimas y lamentos, con amor, con apologías del Yo, con libros olvidados, con besos y despedidas junto al mar . Los periódicos publican cartas abiertas todos los días, S O S de los náufragos en el océano de la sociedad. Héroes son los que escriben estas Cartas y también los que las leen. “Dichoso el que lee, y los que escuchan las palabras de esta Carta y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca”. Un compañero vino a verme, se fijó en los libros sobre mi mesa, “Así habló Zaratustra”, “Kierkegaard” by Joakim Garff, y exclamó: !Qué viejos! Eso ya está superado. Y las Cartas de San Pablo son viejas y los Evangelios son viejos y el Banquete de Platón es viejo… y los seguimos leyendo día tras día. Los clásicos nunca mueren, son eternos. “Vi otro ángel que volaba por la mitad del cielo, llevaba un “evangelio eterno” para anunciarlo a todos los habitantes de la tierra”. Viejo, intrascendente, chisme, fake news, necio es el wasap que acabas de enviarme y que he recibido por tres conductos distintos. Reenviado muchas veces. Celebraba mi sobrina su cumpleaños y la felicité por WASAP, mensaje rápido, aséptico, con dos adjetivos de relleno y misión cumplida. Se sintió ofendida y me lo hizo saber. Cuando se quiere a alguien, un WASAP es un insulto. Vivimos, signo débil de los tiempos, wasapeando, tiktokeando, texting, sexting, te cuento…día y noche, adiós a las completas y los laudes, última y primera mirada. Mundo de la inmediatez, imperio de lo efímero, del yo ocioso y vicioso, de la no__comunicación, de los emojis que me ponen casi siempre en suspense y a veces cachondo: manos de Durero, copas con burbujas, labios mendicantes… Atiborrados de wasaps, carecemos de la información que importa y de la sabiduría divina, una de las siete cosas que existían antes de que Dios creara nada. Los escolapios, los viejos, hemos aprendido el arte de wasapear, unos mucho más que otros, comunicación light, no agita las aguas, no cuestiona nada, no propone nada, nanas para llenar la inactividad y comprar el silencio. Las desilusiones, las quejas, las críticas, la no:_información, la ignorancia debida…heavy stuff, material nuclear, no son temas de wasap ni de emojis. “Mi reino por un caballo, mi silencio por un mendrugo de pan”. Todos los días leía en una marquesina del autobús, a la puerta de casa, esta frase, pensamiento, consejo, aviso… DON'T SWEAT THE SMALL STUFF, JUST NAIL THE BIG STUFF. I like it.