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Silencio

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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El silencio es el primer idioma de Dios, todo lo demás es una pobre traducción”.

No veo televisión. No quiero escuchar las voces de los vendedores de noticias, compradores de votos, serpientes seductoras que quieren engañar con promesas explosivas a los necesitados de todo.

No quiero oír ni insultos ni reproches, coces a evitar y juramentos que callar.

Me aturde semejante avalancha de sonora información. Hasta Radio Clásica y Radio María tengo que desconectar, muchas veces se convierten en palabrería impertinente.

Sentado en mi escritorio, refugio silencioso, desde mi balcón, sin persianas, sin cortinas, sin testigos, contemplo las numerosas cigüeñas de la torre de la Iglesia haciendo sus piruetas por la pista, siempre libre, del cielo.

Los pájaros enamorados cantan, los caballos en celo relinchan…y los hombres hablan. Somos palabra, un almacén de palabras.

Envejecer es odiar más que los ruidos, el sonido del lenguaje vacío.

Empezar a morir es empezar a perder la memoria, a olvidar las palabras. Morir es callar, entrar en el Gran Silencio.

Orar es zambullirse en el océano del Gran Silencio, es tener Audiencia con el UNO, lo sagrado nos rodea, nos habita y nos invita a una relación de Amor, cara a cara, desnudez exterior e interior, Eros divino.

“Verdaderamente mi alma espera en silencio a mi Dios”, salmo 62,2

Orar en silencio y en el silencio. Job, el hombre justo, honrado, temeroso de Dios y que huye del mal, lanza más de cien preguntas punzantes, lacrimógenas y acusatorias a sus tres pequeños torturadores y a su Gran Torturador.

Su corazón es un volcán que hierve y escupe lava, fuego y cenizas. Apagarlo es condición indispensable para, apagado, en el silencio, pueda tener Audiencia con el UNO.

Orar, “tiempo muerto” para sacudirse el polvo del camino, para aparcar las ridículas ambiciones de la cotidianidad y permitir al silencio, nuestro coach, liberarnos de nuestro inútil lenguaje.

Nuestro lenguaje pretende hacer prisionero al que está más allá de todo lenguaje.

La oración charlatana, charlatanería de tertulianos, es una escapada a ninguna parte. Nuestras palabras ni definen a Dios ni dan en el blanco. Dios es silencio, sólo en el silencio nos abrimos a su presencia, dejémosle hacer su trabajo.

Mis síntomas de envejecimiento: empiezo a saborear el silencio exterior. Mis paseos sin música, sin auriculares, sin compañía son puro silencio y en la capilla sin ruidos, sin libros sin Biblia, gran distracción, vaciado total, sólo silencio, sólo Dios.

“Te conocía sólo de oídas,
pero ahora te han visto mis ojos.
Por eso, me retracto y me arrepiento y me callo,
echado en polvo y ceniza. Job 42,5-6