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Santo de Bernini en 20 Segundos

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Escalar el Everest es una gran aventura y contemplar, desde su cima, la tierra es entrar en trance, éxtasis y punzadas doradas en el corazón.

Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing conquistaron el “bastardo” en 1953. Pero para despertarlo y profanar su cima virgen necesitaron 362 portadores, 20 sherpas y 4,5 toneladas de equipaje. Tarea titánica, con final feliz.

La Iglesia Católica predica la “santidad” como si de escalar el Everest se tratara.

Los viejos, como yo, crecimos con estampitas de hombres y mujeres que conquistaron el Everest de la “santidad” gracias al recio, callado e impuesto ascetismo.

Había que subir al campamento base, y luego encaramarse en el campamento de los 7.000 para hacer cima.

Tarea titánica para derrotar al “bastardo satanás”.

Los confesores, los 362 portadores, con sus severas amonestaciones, sus duras penitencias y sus imprácticos consejos convertían la “santidad” en una ascensión a un Everest remoto, innalcanzable.

Tarea más humana que divina.

La santidad, vivir en la amistad de Dios, es tarea de cada día, es dejarse santificar, amar, perdonar por el poseedor de toda la santidad.

Los hombres llenamos de basura la blancura de cualquier Everest.

Acudir a la asamblea dominical en la iglesia que tengo a cien metros es más heróico que subir el Everest.

San Andrés Wouters, santo en 20 segundos.

Yo tengo que ser experto en mí mismo. La vida de los santos y de los pecadores se la dejo a Dios para que la lea, la corrija y la adelgace de la basura y de las exageraciones literarias de sus bien pagados biógrafos.

Encontré un día, sin quererlo, una pequeña crónica sobre los 18 mártires de Gorkum, ciudad holandesa, y, a pesar de mi escaso interés, la leí.

Los Mendigos del Mar, bandoleros Calvinistas, se habían adueñado de la ciudad y declararon la guerra a los católicos. Hicieron prisioneros a 18 sacerdotes y religiosos de la ciudad y los encarcelaron.

Andrés Wouters, sacerdote diocesano, se presentó en la cárcel para solidarizarse con sus compañeros. En la cárcel sufrió todo tipo de insultos y de burlas, su vida disipada y licenciosa era de dominio público. Era conocido por sus borracheras en las tabernas, por sus visitas a los prostíbulos, sus líos amorosos y por haber engendrado muchos hijos, olvidándose de su condición de hombre célibe.

El 9 de julio de 1572, el sacerdote Andrés Wouters fue ahorcado junto con los otros 18 sacerdotes. Cuando le pusieron la soga alrededor del cuello le preguntaron: ¿Quiere seguir viviendo? Fácil, renuncie a la doctrina de la eucaristía y al papado y le dejamos libre.

Andrés contestó al verdugo: “Sí, fornicador lo fuí, pero hereje nunca lo fuí”. Y fue ahorcado por ser testigo de Jesucristo y de la Palabra y por defender la fe de la Iglesia. Confesó sus pecados y su fe de siempre.

Pío IX canonizó los canonizó en 1865 a todos, incluido Andrés Wouters.

20 segundos bastaron para que el cura, de vida nada ejemplar, sin virtudes heróicas y sin méritos que aducir, AndrésWouters que había bajado a los infiernos de los vicios, subiera a la gloria de Bernini y se convirtiera en SAN ANDRÉS WOUTERS.

Bienvenido al Everest celestial, hijo mío”.