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Un cura
iba de parroquia en parroquia dando siempre la misma charla. Uno de sus
feligreses le llevaba en su coche y este chofer escuchaba la misma charla semana
tras semana. Un día el chofer le dijo al cura: Padre, he escuchado tantas veces
su charla que me la sé de memoria. ¿Qué le parece si la próxima semana cambiamos
los papeles? Yo haré de cura y usted hará de chofer. Te daré una oportunidad le
dijo el cura.
El
chofer, disfrazado de cura, impartió la charla con la misma autoridad que el
cura. Terminada la charla le hicieron algunas preguntas que contestó con menos
soltura y a una pregunta que no sabía qué contestar, le dijo a su interlocutor:
eso es tan sencillo que hasta mi chofer se la puede contestar.
Todos
somos personas de unas pocas ideas y unas pocas convicciones que repetimos día
tras día con distintos sazones, pero llega un día en que nos quedamos sin
discurso.
Escuchar
durante diez años la predicación del mismo cura, por más que pida préstamos a
otros curas vía internet, tiene que ser un tormento. Hace ya cuatro años que se
quedó sin discurso.
Cualquier
español podría hacer de Mariano Rajoy. Nos sabemos su discurso de memoria y si
nos disfrazáramos de Rajoy nadie se enteraría. Hace tiempo que se quedó sin
discurso.
Benedicto
XVI ha sido bendecido con largos años y gran sabiduría, pero hay una sabiduría
que mola poco, que cambia nada, que no llega a los mortales de carne y hueso y
permanece anclada en un pasado remotísimo y que duerme en las estanterías
polvorietas. Sí, Benedicto se quedó sin discurso y renunció para gloria de Dios
y bien de la Iglesia.
Y
apareció Francisco, nada se vino abajo y todo se nos antoja nuevo, fresco,
original, biológico sin los abonos de los viejos dogmas y doctrinas. Se
archivaron las palabras de siempre: pecado, vivir en pecado, ley, teología
perenne, principios abstractos, poder, pompa vaticana, pastor, Europa... Cambio
de paradigma.
Francisco
desconfía de la ley, se siente incómodo en el bunker de la institución eclesial,
los aparejos litúrgicos se simplifican y el oro vaticano es tan espúreo como el
de los bancos del mundo.
Francisco
huele a oveja, a romero del campo, a beso enamorado de los pobres, pero no de la
pobreza que esclaviza.
Francisco
es alegría, La Alegría del Evangelio, que quiere que todo lo inunde.
Francisco
es amor, La Alegría del Amor, y quiere que el amor en todas sus dimensiones,
incluida la erótica, no sea condenada sino vivida y gozada como el primer regalo
de Dios desde el día uno de la creación.
Francisco
viaja por el "camino Jesús". Pablo perseguía a los que "seguían el camino". La
Iglesia, durante siglos, ha perseguido a los que "seguían el camino de Jesús".
Tenía celos de la alegría y de la libertad que implica seguir el evangelio.
Francisco
ha elegido "el camino de Jesús". Su amor a los pobres, demostrado con palabras y
con gestos poderosos, lo han convertido en una celebridad, celebridad del amor y
de la compasión. Francisco cree en la bienaventuranza de Jesús, "Felices lo
pobres", felicidad que tiene que hacerse presente aquí y ahora, la del mañana es
de Dios, pero el hoy es sólo nuestro.
"Nosotros,
en Tikkum, dice el rabino Michael Lerner, seguimos alegrándonos con las buenas
enseñanzas del Papa Francisco, el más prominente Spiritual Progressive del
mundo.
Ojalá
sus enseñanzas se convirtieran en enseñanza oficial en su Iglesia y no fueran
rechazadas por las fuerzas conservadoras de la jerarquía. Ojalá las otras
iglesias y religiones pudieran producir líderes con el mismo valor...que este
gran maestro de humanidad está sembrando en el mundo.
No se
trata de un nuevo discurso, se trata de recuperar el discurso original, el de
Jesús, sepultado bajo capas y capas de sabiduría humana y de preceptos humanos,
hojarasca vana, y secuestrado por los sabios y los poderosos, ricos en palabras
y pobres en obras.
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