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Recuerdo
aún aquella vigilia quijotesca para recibir el año 2000.
Qué
lejos queda el amanecer del Nuevo Milenio, del Nuevo Siglo! Amanecer temido, los
efectos del Y2K garantizados, la gente había almacenado provisiones por miedo
sin saber a qué ni a quién.
Nosotros,
los marcados con el sello del Espíritu, convertimos el 88 de Convent Avenue en
un templo bajo las estrellas y dimos la Bienvenida al Nuevo Milenio con cantos,
con lecturas bíblicas, con oraciones, con vivas, abrazos y besos. Vigilia para
despertar a Dios que duerme. Queriamos gritarle: Despierta.
Esperábamos
el Milenio del Espíritu, de la mística, de la felicidad y del brotherhood of man…
Imagine
un cielo nuevo y una tierra nueva, era la cara amable, la cara deseada, the
impossible dream, a pesar de que cada amanecer nos abre los ojos a nuevas
tragedias.
El
telediario de las malas noticias, adictos a la CNN, 24 Horas: ciclones,
huracanes, Katrinas, tsunami, palabra nueva añadida a nuestro vocabulario, plaga
de langostas en África, fuegos australianos, los viejos “ismos” y los Voxismos...sí,
la tierra arde y los malos augurios se siguen amontonando.
Nos
hemos olvidado de Greta Thunberg, la voz más apocalíptica de nuestra sociedad,
que amenaza y exhorta a los poderosos, a los ricos y a todos los habitantes de
la tierra a salvar el Planeta A. Greta, te tendremos que despertar.
Este
mes de junio 2020 George Floyd, The Invisible Man, con su grito “I can’t breathe”
ha apagado todos los gritos y ha eclipsado a todos los poderosos, ha hecho
hincar la rodilla al presidente Trudeau, a Nancy Pelosi, presidenta del
Congreso,a los congresistas americanos, a los policías, a los futbolistas, a los
cantantes y a todos los hombres bien nacidos.
George
Floyd, mártir a su pesar, ha comenzado a desatar el nudo de víboras del racismo
aparentemente irrompible e invencible y, convertido en héroe internacional, ha
convocado al mundo entero a destronar a la Bestia Blanca. ¿Quién como la Bestia?
¿Quién puede combatir con ella?
George,
te tendremos que invocar má de una vez.
Y de
repente, out of the blue, sin anunciarse, como Satanás, arrojado a la tierra,
aparece un nuevo enemigo que no se propone acabar con el Planeta sino con sus
habitantes.
Solo
conocemos su nombre, Coronavairus. No tiene padre conocido y está por encima de
todo principado, de los serafines y querubines y viaja con un pasaporte
universal. El Coronavairus solo asusta y mete miedo a viejos y jóvenes, a ricos
y pobres y a los niños de todos los colores. Al fin y al cabo nada más
universal, más natural y más necesario que la Muerte.
Adictos
al telediario de las malas noticias, hay que estar al día, el Coronavairus nos
ha sobrealimentado con normas sobre horarios, viajes, salidas, complementos que
hay que lucir y avisos, detenciones, castigos, multas, cárceles...Catequesis
diaria, más tortura que consuelo.
Las
Religiones, de tener el monopolio de las grandes verdades y de la esperanza, se
han sometido, se han empequeñecido y sin resistencia han obedecido,santo temor
al Coronavairus, a la autoridad sanitaria.
No han
esgrimido el arsenal de sus argumentos teológicos, los púlpitos silentes,
Francisco confinado sin vena apocalíptica, un poco de ética ha sido suficiente.
La
salvación en este mundo, la salud de los cuerpos, es lo urgente, nuestro radar
no detecta el mundo venidero.
Este
mundo, maravilloso y embriagante, pasa y a pesar de las alarmas de seguridad y
de los simulacros de evacuación hay que vivir en constante tensión.
El
Coronavairus, más que un virus, es un signo de la naturaleza que nos avisa de la
inminente llegada de un virus verdaderamente letal, de Armageddon.
La
Iglesia Católica, ayer “extra ecclesiam nulla salus”, hoy, una institución entre
otras muchas, ha perdido a los católicos culturales y nominales, ignorantes e
indiferentes ya no saben quién fue el profeta Elías, Jesucristo es solo una
estampita y no saben citar un versículo del NT.
“Ardo
en celo por Yahveh. Solo quedo yo y buscan mi vida para quitármela”, grita Elías
y los pocos Elías que aún quedan.
La
persecución de la sangre es gloriosa, significativa, victoriosa y necesaria.
La
persecución de la indiferencia es dolorosa y humillante, no merece ni gestos ni
palabras, no tiene ni lágrimas ni herederos. Es un mal síntoma.
La
persecución del Coronavairus es silenciosa y eficaz, ataca a las almas y a la
vida de las Iglesias. Ha conseguido, milagro insólito, lo que no han conseguido
ni los emperadores ni sus ejércitos, taparle la boca durante más de cien días.
Cerrados
los templos, las lenguas se han callado, los corazones se han parado, los ídolos
han sido derribados de sus pedestales de mármol, la pequeña esperanza se ha
mermado muchísimo, la palabra “vacuna”, no Dios, es la más invocada, tregua
corta, a la larga el Coronavairus y sus aliados tendrán la última palabra.
Solo
nos queda organizar un gran Revival para inaugurar el 2021.
Dios,
Diosito mío, Tú no necesitas Revivals, no me necesitas. Yo te necesito.
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