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PARA EL AÑO DE LA MISERICORDA
¿Quieres
dejar esta tierra con algo o alguien sin perdonar, incluyéndote a ti?
Probablemente no. Dado que el perdonar tiene tres partes, haz tres listas:
"Personas a las que he herido". "Personas que me han herido a mí". "Incidentes
que debo perdonarme a mí mismo".
PERSONAS A LAS QUE HAS HERIDO TÚ
Con cada
persona de tu lista, comienza decidiendo si pedirle perdón personalmenete, en
una carta o a través de una plegaria. Lo mejor es hacerlo cara a cara. Reza por
esa persona antes de reunirte con ella, después háblale desde una postura
humilde y con total honestidad. Reconoce el daño que has hecho y dile que te
arrepientes. Si hay algo que tú puedes hacer para reparar el daño, disponte a
hacerlo y cúmplelo rigurosamente. Si no tienes seguridad acerca de cómo reparar,
pregúntale qué es lo que puedes hacer.
Si no es posible hacerlo cara a cara -si la persona ha muerto, está enferma o
lejos-, escríbele una carta. Imagínate a ese individuo cerca de ti y léela en
voz alta, para que tú puedas oírla profundamente. Si tienes alguna duda sobre si
enviar la carta será beneficioso para la otra persona, sigue leyéndola cada día,
hasta que sepas si debes mandarla. Puede que después de leerla repetidamente
sientas que ya ha sido transmitida. Reb Zalman dice: "Hay un espacio en que las
almas están conectadas, y cualquier expresión o petición de perdón viaja a
través de ese espacio. Las personas pueden sentirse tan perjudicadas que el
mensaje no consiga abrirse paso, pero tú habrás hecho lo que has podido. Su
psique sabe que tú te has puesto en contacto".
Si has herido a la gente hablando mal de ella, difundiendo algo que no es
cierto, o chismorreando, eso requiere de una acción especial. Los sabios
establecieron que el daño que se hace al hablar es más serio que cuando se roba
o engaña. El dinero puede ser devuelto, pero el daño , no.
Un hombre iba por su comunidad contando mentiras sobre el rabí. Más tarde se dio
cuenta de que había actuado mal y sintió remordimiento. Fue a ver al rabí y le
rogó que lo perdonara, diciendo que haría cualquier cosa para reparar su acción.
El rabí le dijo: "Toma una almohada de plumas, ábrela, ve a la ventana, y
esparce las plumas al viento. El hombre pensó que era algo raro, pero sencillo,
de modo que rompió la almohada, fue a la ventana y esparció las plumas. Cuando
volvió a ver al rabí para decirle que ya había hecho lo indicado, el rabí le
dijo: "Ahora ve y reúne las plumas y vuelve a meterlas en la almohada. Porque no
puedes reparar el daño que han hecho tus palabras, del mismo modo que no puedes
recuperar todas las plumas".
Si has dicho cosas que han dañado la reputación de la gente, sus relaciones, o
su capacidad para hacer su trabajo, escribe una retractación y entrégala a las
personas a las que les has hablado mal de esa gente. Después pídele perdón a la
persona de la que has hablado, entendiendo que no hay manera de saber hasta
dónde pueden haber llegado tus palabras.
PERSONAS QUE TE HAN HERIDO A TI
¿Hay personas
a las que te cuesta perdonar? He oído a hombres y mujeres decir:"Lo que ha hecho
esa persona es imperdonable", o "Nunca lo olvidaré". Lo que es importante es
saber si eres capaz de perdonar a todos. Todo lo que tienes que hacer es liberar
la energía negativa que te mantiene atado a esa persona. No necesitas que se
disculpe, discuta la cuestión o que vea tu punto de vista. No tienes que
condonar u olvidar lo que ha hecho, entiéndelo, analiza su infancia para ver qué
es lo que puede haber provocado que la gente haya actuado de esa manera, o haz
amistad con ellos. Simplemente, deja ir el resentimiento o el enfado que estás
teniendo. Sitúa tu atención en hacerlo y sigue reafirmando tu intención hasta
que sientas que lo has dejado ir.
Si encuentras dificultoso hacerlo, nota cómo sientes tu cuerpo cuando eres
despiadado. Eres tú quien transporta las semillas amargas que envenenan tu
sistema orgánico y socavan tu bienestar. Simula que lo estás dejando ir. ¿Cómo
se percibe?
PERDONATE A TI MISMO
Esta puede ser
la práctica más difícil de todas. Reb Zalman sugiere que te sientes en un sitio
cómodo, que te calmes respirando profundamente y que escojas cinco incidentes de
tu vida por los que te sientes culpable.Para cada uno de ellos, trasládate hacia
atrás en el tiempo, lugar y situación en la que estabas entonces. Percibe cada
situación de estrés, enfado o miedo que hayas tenido. Recuerda lo que estás
pensando. Con la sabiduría que has ganado y que tienes hoy, ¿harías lo mismo
otra ve? Si respondes que no, entonces siente arrepentimiento. No culpabilidad:
trata de mantener eso en suspenso. Simplemene arrepiéntete. Después identifica
tus motivos y lo que provocó que actuaras como lo hiciste. Trata a tu yo más
joven con cuidado afectuoso y perdona a esa persona más joven, que no tenía el
conocimiento y la perspectiva que tú tienes ahora. En lugar de llamar a tu
pasada acción errónea, entiende que tú tenías una necesidad que estabas
intentando llenar y que ahora te arrepientes. El auténtico arrepentimiento puede
reducir el poder de la culpa.
Reb Zalman hace esta distinción entre arrepentimiento y culpa. La culpa es
sentir algo como: "Me toca pagar y nunca seré capaz de liquidar completamente la
deuda". El arrepentimiento es: "Sé que no debí haber hecho eso, y si la
situación se diera otra vez, no lo repetiría. He aprendido y prometo no hacerlo
más". La culpa lleva la expectativa de castigo.
Reb Zalman me dijo: Te voy a contar un cuento. En 1956, antes de que la
Fundación Hillel de Winnipeg me contratara como director insistieron en que me
afeitara la barba, algo que estaba prohibido en la comunidad Lubavitch. Yo
necesitaba el trabajo y obedecí. Más tarde cuando visité a los Lubavitch en
Brooklyn entré allí como un perro con la cola entre las piernas. Apareció un
amigo mío y gritó: "Qué verguenza, has vendido tu alma por el vil metal. ¿Has
tenido suficiente? Ahora ven y disfruta". El sabía que yo esperaba ser
avergonzado, de modo que dejó que me sintiera así y después dijo: suficiente! Y
eso me ayudó muchísimo.
Intenta hacerlo contigo mismo. Despotrica y fustígate hasta el agotamiento.
Después sigue con tu vida y disfrútala. Si todavía no puedes dejar a tu culpa:
"llévasela a Dios. Dile: No me he portado bien, pero he aprendido del error, y
ahora necesito que Tú me liberes".
Texto tomado del libro:
El Proyecto de Diciembre. Sara Dadvidson
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