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Los
hombres satisfechos no necesitan la satisfacción evanescente que la religión les
ofrece.
El
primer mundo se muere de aburrimiento. La sociedad inventa cada día nuevos
gadgets para entretenernos y matar la ociosidad. El fútbol, siempre el fútbol,
orgasmo mundial, religión laica, llena estadios y vacía iglesias, canta himnos,
adora a hombres millonarios, aviva la superficie y anestesia la profundidad, la
conciencia. Todo es espuma blanca, perfumada, millonaria, bautismal.
Me
decía ayer una señora: “Mis hijos no dejan de asustarme con sus profecías. Dos
cosas, dicen, están llamadas a desaparecer: la Iglesia Católica y la monarquía”.
Yo,
párroco light, nada apocalíptico, siento una gran tristeza. La iglesia más que
un hospital de campaña me parece una morgue. Tomo el pulso a los que aún se
acercan al templo a consumir su ración de tranquilidad, su pastilla contra la
condenación y no lo siento. Son personas con un pie en el estribo a punto de
partir. Son ovejas que no necesitan pastor y no le piden nada. El sermón lo
aguantan resignadamente, pero no lo necesitan en esta prórroga vital
superdolorosa.
¿Será
verdad que la Iglesia muere lentamente?
Años
atrás, en tiempos de Benedicto XVI, el culpable era el Concilio Vaticano II.
Apertura,
aggiornamento, glasnost, inculturación, ecumenismo…eran palabras malditas que
nos robaron el misterio y la trascendencia para instalarnos en la superficie, en
la espuma de la religión.
Gracias
al Concilio los templos románicos y las catedrales góticas además de ser
visitadas por miles de turistas superficiales aún abren sus puertas para el
culto. A pesar de los hombres, el Concilio fue obra de Dios, fue un éxito, un
fuego vivo que muchos intentan apagar.
Hoy ya
nada es como ayer.
La
palabra pecado es una palabra en desuso y ha perdido su densidad religiosa. Los
menores de cincuenta años ya no la pronuncian, es tan ajena a su vocabulario
como la expresión cólico miserere. Unos jóvenes, dos días antes de su
Confirmación, no sabían qué era pecado e ignoraban lo de mortales y veniales.
¡Y
pensar que la religión tiene como centro y razón de ser lavar los pecados de los
hombres!. “Our sins are the reason”. “Nuestros pecados son la razón”, cientos de
sermones llevan este título. Si elimináramos la palabra pecado, la mitad de la
teología desaparecería.
Los
pocos que aún acuden al confesionario emplean una fórmula secular: “Yo no robo,
no mato, sólo fornico de pensamiento y no hago daño a nadie”. Se sienten buenos
y libres de pecado aunque sean adictos al chocolate y a la crítica. Conocen la
palabra pecado pero no su realidad.
Si algo
se ha perdido en la posmodernidad es la conciencia de pecado. Todo está
permitido. Somos la generación del okay. Todo está okay. Ser gay, masturbarse,
cohabitar, divorciarse, ver pornografía, programar la natalidad de la familia,
no ir a misa…puede estar en la lista de pecados de la Iglesia, pero no está en
la lista de los hombres. ¿Estarán en la lista de Dios?
Un
rabino después de su muerte se apareció en sueños a un amigo y éste le preguntó:
¿Cuál es la actitud en el más allá para con los pecados de juventud? “No son
tratados con severidad, pero la falsa piedad es castigada con gran severidad”,
le contestó.
Si no
existe el pecado, no necesidad de salvación. Salvación para todos.
Si no
existe el pecado, no necesidad de religión.
A los
curas les interesa engrasar la maquinaria de la religión, sus múltiples ruedas
que giran y giran y trituran conciencias.
Los
hombres de hoy, sin conciencia de pecado, sin sentido de la trascendencia, viven
instalados en el presente, en este paraíso terrenal saturado de alimentos
terrestres ajenos a una salvación en el más allá. Felices en su finitud dan la
espalda a la religión. Libres de pecado, no tiran piedras a nadie y no condenan
a nadie. Sí critican la falsa piedad del clero y de su religión, que si no la
desprecian, sí la ignoran y no la necesitan.
La
religión, en espíritu y verdad, no es una moda y por tanto no pasará como la
moda.
La
religión, ligue con Dios, no pasará nunca, pero los múltiples ropajes con los
que los hombres la visten pasarán como la moda.
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