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Orar, Servicio del Corazón

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Escenas en el restaurante

En New York City todo es grande, alto, desmesurado, todo, excepto las mesas de los restaurantes que no sólo son pequeñas sino que también están muy juntitas.

Más de una vez nuestros vecinos de mesa, sorprendidos por nuestra conversación, se han sonreído o aprobado el contenido.

Una pareja joven, ¿su primera vez?, se sienta en la mesa contigua. Él, móvil en la mano, surfea la red, ¡tantas ventanas por abrir!, finalmente formaliza su pedido.

Ella deja el móvil en la mesa y estudia la carta con atención, ¿le asustan los precios o los nombres de los platos?

Tienen poco que decirse, sí tienen fotos que enseñarse. Terminada la cena hay dos cuentas que pagar y dos tarjetas de crédito.

No sé lo que habrá en la post-cena, pero no promete mucho. ¿Más móvil y más fotos?
Pecado venial por ser la primera vez, pero si la vigésima vez sigue igual será mortal por aburrimiento.

Escena en un oratorio de frailes.

La capilla, lugar donde se reúnen las comunidades religiosas para la oración, ¿se parece mucho, poco o nada a la escena del restaurante?

Antes de los móviles teníamos a mano nuestra biblioteca, teólogos favoritos o maestros de espiritualidad: Hans Küng, Cabodevilla, Martín Descalzo, Guardini, Chenu, Le Milieu Divin, Le Dialogue de Carmélites y tantos otros. Cualquier libro servía para matar los 20 minutos de overtime, minutos basura.

20 minutos para una somnolencia planificada o para la lectura, vidas de santos corregidas y aumentadas sobre todo, la Biblia, libro de los grandes pecadores, ni recomendada ni a escondidas leída. ¿Y el anfitrión?

La Oración, servicio del corazón.

ORAR, es mucho más que uncirse al yugo del horario, es tener intimidad con el Señor sin intermediarios.

ORAR es “servir al Señor con todo el corazón”. Deuteronomio 11,13

Cierto, en la Torá no encontramos ni cuando ni cuanto se ha de orar ni la estructura de la oración.

La oración como “servicio del corazón”, expresión bella y densa, resulta para los creyentes laodiceos y “superocupados” demasiado vaga y necesita precisión: cuantificación y localización, los funcionarios de la religión se encargan de esa ingrata e innecesaria tarea.

Hoy, en el tiempo de los móviles y de las tabletas, entramos en el palacio del Rey con nuestros gadgets. Yo y mis ventanas, mis minutos caleidoscópicos, mis frases, mis imágenes, mis textos…wasapeando. Pero para escuchar y hablar con el Rey se necesita un “esfuerzo especial”.

No sé lo que habrá en la post-oración, pero no promete mucho. ¿Hay alguien a quién pagar?

Pecado venial si esto me pasa un día, si me pasa todos los días necesito ir a urgencias.

Cada día me gusta más, necesito más el silencio exterior, pero apagar el volcán del corazón que escupe tanta lava es la meta de la oración.

Quietud total, fusión total, ausencia del yo y de sus pobres intermediarios, actualización de mi filiación de hijo, y plenitud en el TÚ.