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Los
obispos alemanes y los suizos, después de haber consultado a sus feligreses, ya
han enviado su informe al Vaticano. Recuerden que el Papa Francisco quiere
conocer la opinión de todos los católicos sobre temas tan controvertidos, en
estos tiempos supersónicos, como los que conciernen a la familia, la sexualidad
y sus múltiples ramificaciones.
El
informe, no sé si en toda su extensión y con todas sus recomendaciones, circula
por la red en varios idiomas. Después de haberlo leído, yo me digo, no es
noticia. El informe dice lo que ya se ha dicho cientos de veces en distintos
foros, lo que ustedes y yo decimos con otras palabras y sobre todo lo que
constatamos en el ambiente. Al Vaticano le bastaría abrir sus propios ficheros
para conocer el color y el olor del pecado pésimo.
Sí es
noticia que la Iglesia, no los enemigos de la Iglesia, admita su desconexión con
la realidad, airee las opiniones de los fieles y sí es noticia que la anchísima
base de la pirámide eclesial presione a los altos funcionarios del fortín
vaticano para que abran sus puertas y sus ojos al mundo en el que vivimos y
cambie los manuales de moral y los catecismos.
El
informe observa que las exigencias de la Iglesia en moral sexual son
desconocidas por los católicos y los que las conocen las consideran no realistas
e incluso desalmadas.
La
enseñanza sobre las relaciones prematrimoniales, el divorcio y el segundo
matrimonio, la homosexualidad, la contracepción no son aceptadas y casi todos
los católicos la rechazan.
La
Iglesia ha predicado siempre la “moralidad de la prohibición”. Sus señas de
identidad han sido el sexto mandamiento. Ha hecho del sexo su bandera, su
pecado, su obsesión. Su hostilidad al sexo es enfermiza.
Las
relaciones entre dos personas es un asunto privado, no legislable por ninguna
institución. La misión de la Iglesia debiera ser más de “asesoramiento” que de
prohibición.
Me
llama la atención la afirmación del informe de que la “ley natural”, mantra de
la Iglesia y fundamento de la moralidad según la Iglesia, es un concepto que no
es familiar para los católicos alemanes y que habría que hablar del “orden de la
creación” y de los derechos humanos que evocan aspectos más positivos y con el
que todos estamos familiarizados.
La “ley
natural” parece implicar una conexión entre amor-sexualidad-fertilidad que en la
mentalidad posmoderna está ausente.
“La
vida familiar se vive cada vez más en un clima de un agnosticismo práctico”.
Es un
hecho indiscutible que la brecha entre lo que la Iglesia enseña sobre moral
familiar y la praxis de los cristianos de Alemania y de todos los continentes es
tan grande que resulta irreconciliable. Algo no funciona y alguien no quiere que
funcione. Ese alguien ciertamente no es Jesús.
Ya
decían los antiguos: “si en el sexto no hay perdón y en el séptimo no hay rebaja
ya puede Dios llenar su cielo de paja”. Hoy los hombres no necesitan ser
perdonados, la magia del confesionario es una ilusión, porque no hay tantos
pecados como los confesores de la madre Iglesia se empeñan en inventar ni tan
pocos como los que niegan su existencia.
Los
católicos alemanes, yo también, han detectado los males, pero ¿será capaz el
sínodo de los obispos del 2014 de encontrar la medicina que ponga fin a tanto
sufrimiento inútil?
Los
católicos alemanes son mayoritariamente partidarios de los métodos
anticonceptivos.
Creen
que es de justicia que la Iglesia acepte las uniones homosexuales y hasta las
bendiga en el templo.
Más del
90% de las parejas cohabitan antes del matrimonio sin complejo de culpa y sin
conciencia de pecado para ellos no es un experimento sino una etapa previa y
necesaria y no vivirla se convierte en una grave irresponsabilidad.
Son
muchísimos los niños que nacen fuera del matrimonio.
Los
obispos son favorables a conceder una amnistía a los divorciados y recasados
para que puedan participar plenamente en la vida de la Iglesia y recibir los
sacramentos. Su exclusión es una discriminación y una falta de misericordia.
La
nulidad del sacramento del matrimonio, divorcio religioso, es una hipocresía. El
fracaso de un matrimonio hay que sanarlo sin un juicio plagado de mentiras y
ofrecer a las parejas una nueva oportunidad.
Ni el
análisis ni las recomendaciones son noticia. Dese el Concilio Vaticano II y
desde el gran fracaso de la Humanae Vitae se vienen pidiendo reformas en esta
materia que tantas humillaciones ha causado a los fieles.
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