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Movera,
antes de ostentar el título menor de barrio periférico de Zaragoza, fue un
conjunto de Torres, casas de campo, autosuficientes económica y religiosamente,
diseminadas por los campos.
La
Torre de los Morlanes, la Torre del Pilar, la Torre Larraz, la Torre del
Lugarico de Cerdán, La Virreina... puntitos en un viejo mapa, restos y ruinas,
nombres que perduran más en la geografía que en el alma de la región.
Guiado
por la alcaldesa de Movera y un concejal visité la Torre de Santa Engracia,
caserón en su mitad abandonado, que fue convento de los jerónimos. Si fue
convento de jerónimos, ha tenido tantos propietarios, celdas no vi, iglesia no
vi, bodegas no vi, sí vi la caja de la escalera cubierta con una cúpula sobre
pechinas con cuatro personajes: un monje, Zacarías, un poeta, Virgilio, un
senador romano y un científico cuyos nombres no recuerdo. Las peras y las
granadas de la hermosa huerta morían sobre la hierba sin enterrador.
Hoy es
propiedad del ayuntamiento y está en vías de restauración.
A un
tiro de piedra de la Torre de Santa Engracia se encuentra la ermita de San
Pedro, durante muchos años fue la parroquia de Lugarico de Cerdán y de Movera.
Antes
de que yo visitara la Torre y la Ermita, éstas tuvieron otros visitantes más
ilustres, más sabios, con mejores ideas,con más autoridad, con plata y con un
gran proyecto.
La
búsqueda de la casa perfecta para entretenimiento, juegos, convivencias, fines
de semana...de nuestros alumnos, como la búsqueda del santo grial aparece y
desaparece, está en cualquier lugar y en ningún lugar.
La
idea, aparcada en un parking de larga duración, espera ser re-visitada.
Las
autoridades competentes no encontraron ni la casa perfecta ni el huerto del
Cantar de los Cantares, sí encontraron una parroquia muerta y adoptaron una
vieja enferma creyendo que era una niña. Sigue aún en la UVI, estado crítico de
pronóstico reservado.
Su
primary care physician no le encuentra el pulso y con tiritas y mercromina no se
resucita un muerto. En este momento, viva la realidad, se circula con las luces
cortas y sobran.
No
existe ni se espera un buzón de sugerencias.
Don
Benedicto Royo Gimeno, párroco vitalicio, sigue presente en el barrio, todavía
encabeza la lista de los 114 miembros de la Cofradía de Nuestra Señora del
Rosario y los efectos de esta larga travesía por el desierto, 54 años, se
sienten y pesan. Pocos entraron y entran en la tierra prometida. El sábado,
octubre 5, 12 personas entraron en la iglesia y dejaron un euro y setenta
céntimos. Todo está en números rojos y ni importa ni se alumbran medidas.
Me
llama mucho la atención la lista de los Cofrades por un día, una decena de
apellidos con distintas combinaciones, son las familias de siempre con los
apellidos de siempre. No existen los Jiménez, los Garcías, los Negros, los
Pérez, los Irizarris… En mi primer y único contacto tuve la impresión de estar
en un club privado más que en una asamblea eclesial.
Movera,
hijo de la ancianidad, hijo no deseado, exige poco, una misa de martes a viernes
para dos señoras y alguna monja. Los sábados y los domingos una misa para un
puñadito de gentes.
Pastriz
y el Lugarico de Cerdán exigen nada, se contentan con una misa el domingo y no
quieren nada más.
Tre
curas y una misa, bendita carga, mi yugo es suave. No exigen. No dan.
Viva la
austeridad. No tenemos periódicos, no tenemos biblioteca, no compramos libros,
la cultura es un lujo de pequeños burgueses, no tenemos sala de estar y comemos
más con Arguiñano que con los hermanos. La lista de los noes, letanía para el
confesionario, es mucho más larga que la de los síes y algún no es escandaloso,
puro pecado. L’enfer, c’est les autres, dice el filósofo. Y yo digo: Je ne veux
pas passer une saison en enfer.
Este
hijo no deseado, como todo lo impuesto, es una factura difícil de pagar y si
juntas a tres E.T. de diferentes planetas en el planeta Movera el hijo ya no es
ni deseado ni de nadie. Amén
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