“Morir con las botas puestas” en el campo de batalla es heróico y merece una
nota al pie de página en los libros de historia.
“Morir con las botas puestas” en la cama de casa o del hospital, última tarea a
cumplir por los seres humanos, Papas incluidos, es tarea más humillante que
gloriosa.
JUAN PABLO II, recuerdo las últimas imágenes de sus últimos día de vida, hace 20
años, babeando, titubeando, gimiendo, hablando sin hablar, herido de muerte,
acabado…todos sufríamos innecesariamente el espectáculo de la insufrible
mortalidad. Karol Wojtyla ya había muerto, pero Juan Pablo II se creía inmortal.
BENEDICTO XVI, “caña pensante”, renunció al papado, -a medias- en latín, marca
registrada.
La carga del cargo se le hacía insoportable, le venía grande, pero no renunció a
los aperos papales, a los zapatos Prada, al domicilio vaticano, a títulos y
honores, ni a su secretario personal, Geor Ganswein. Desde su escondite,
custodiado por una comunidad de monjas melosas, escribía y conspiraba.
FRANCISCO, el Papa de la misericordia, de la cercanía con los pobres, los
encarcelados y sus Jueves Santos, de la alegría del amor y de las bendiciones a
los gays, del gran pecado ecológico y del pequeño pecado de la carne, de la
democracia eclesial disfrazada de sinodalidad, de los abrazos a los enfermos en
medio de la Plaza…
Siempre pensé que la única lección que había aprendido de Benedicto era la de su
atrevida y democrática renuncia.
FRANCISCO sabe que es falible, que es mortal, pero parece que no sabe que ser
Para no tiene por que ser vitalicio.
Me dicen que quiere “morir con las botas puestas” en su cama de Santa Marta.
Papa hasta el último suspiro.
Me sorprende esta fijación en el Papado del Papa menos Papa.
Lleva días enclaustrado, aislado, alejado del triunfal y mundanal ruido, sin
visitas oficiales, sin hablar, dejando a otros hablar por él, esperando un
milagro, esperando a Godot.
Francisco, lo que has hecho, lo que no te has atrevido a decir ni a hacer, lo
que la curia, esa “lepra vaticana”, freno de mano, te ha impedido hacer…Hecho
está.
Ya no te queda tiempo para “derramar la séptima copa de la ira de Dios”. Si no
renuncias y pasas el testigo voluntariamente y alegremente a otro servidor, en
cualquier momento se nos anunciará tu renuncia por “imperativo mortal”.
Jorje Mario Bergoglio, deja que FRANCISCO muera silenciosamente contigo, en
perfecta comunión.
Gracias. Mañana te escribiré más y mejor. Te quiero.