Las lápidas de los camposantos, las de los famosos y las de los desconocidos,
sólo dicen dos verdades, la fecha de nacimiento y la de la muerte. En muchos
casos ambas fechas son desconocidas o meras conjeturas.
Lo embutido entre esas dos fechas, biografías, ejercicios de vanidad, textos
líricos unas veces, otras, textos piadosos, letanía de pequeñas virtudes,
alejadas de todo heroísmo, es mala literatura para ociosos y curiosos.
MOISÉS, “el hombre más fiel de todos mis siervos, a él hablo cara a cara,
abiertamente y no por enigmas”, leo en el capítulo 12,6 en el libro de los
Números. Y en Deuteronomio 34,10, “MOISÉS, “No surgió en Israel otro profeta
como MOISÉS, con el que el Señor trataba cara a cara”.
MOISÉS, nuestro Maestro, el guía del pueblo de Israel, no lo concibió, pero sí
lo liberó y lo dejó, tras peripecias mil, a la puerta de la Tierra Prometida.
MOISÉS, el legislador, recibió en el Sinaí las Diez Palabras y los 613 Mitzvot
de la Torah, y escribió todo lo que Dios le instruía, autor de la Torah entera,
y los talmudistas, atrevidos ellos, afirman que el que no cree en su autoría
divina no tendrán parte en el world to-come.
La Biografía de MOISÉS no la ha escrito ningún devoto ni ningún admirador.
MOISÉS no necesita aduladores ni adoradores.
MOISÉS, personaje central de la Torah, iluminado por Dios, es el autor de su
biografía.
MOISÉS, a pesar de ser el confidente de Dios, el mendigo que le presenta las
quejas, los sufrimientos y los pecados del pueblo, es tan mortal que se le priva
de cruzar el Jordán y pisar la Tierra Promedia, la divisa pero no la pasa.
“Lo enterraron en el valle de Moab, frente a Bet Peor, y hasta el día de hoy
nadie ha conocido el lugar de su tumba”. Deuteronomio 34, 5
Los hombres, necesitados de héroes, coleccionistas de todo tipo de celebridades
y de santos, les levantamos altares y estatuas y creamos biografías por encargo.
¿Qué ser humano puede presumir de una biografía con más milagros, con más
cercanía de Dios, con más conversaciones, boca a boca, con Dios, con más
discursos, con más versículos repetidos de generación en generación y más citado
que MOISÉS?
Yo no conozco a ninguno. Para Dios no hay santos pigmeos, para los hombres sí y,
hélas, los agigantamos.
MOISÉS no ha sido canonizado, no tiene santuarios, no tiene estatuas que besar,
ni oraciones que musitar, ni estampitas que guardar. No tiene tumba que visitar,
ni reliquias que admirar.
Gran lección. Nos ahorra la tentación de rezarle, de pedirle lo imposible y de
deificarle, pecado de idolatría.
Si supiéramos donde está enterrado ya habríamos inventado el Camino de MOISÉS.
No importa, la piedad, enfermedad incurable, crea sus oasis, sus recodos en el
camino e importa técnicas foráneas y nombres nuevos para entretenernos y
distraernos.
A MOISÉS, frente a la zarza que ardía y no se consumía, Dios le reveló su
nombre, Nombre impronunciable,YHWH, existencia, pronunciado, gemido inenarrable,
una vez al año por el Sumo Sacerdote, en la Fiesta de Yom Kipur.
Nosotros, de tanto pronunciarlo, lo hemos cosificado y reducido a nombre común
sin contenido, sin misterio, sin relación.
“No surgió en Israel otro profeta como MOISÉS, con quien YHWH trataba cara a
cara”. Dt 34,10 “God, I am a mere breath. But it is your breath I breathe, not
mine”.