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Rezo de vísperas, últimos suspiros del día. Mis hermanos
leen el himno “Coronas” de la monja Cristina de Arteaga:
“No
me des coronas, Señor, de grandeza.
No me des siquiera coronas mortuorias.
No me des coronas que se lleva el viento.
Si me das coronas, dámelas de espinas”.
En
muchos conventos, monjes y monjas, curas y frailes, musitarán estos versos
extraños con devoción y con punzadas en el corazón.
No
solo la Cuaresma sino todo el año y más exactamente toda la vida, la
espiritualidad de los conventos y monasterios tiene más de oficio de tinieblas y
de autoflagelación, lado oscuro de la religión, que de afirmación y canto de la
Oda a la Alegría. La Alegría del Evangelio es realidad virtual.
Jesús,
bebedor y comilón, compinche de hombres malos y malas mujeres, predicaba
conversión, no castración.
Yo
me callo. Estos versos me producen un estreñimiento espiritual incurable..
Menos
mal que el obispo Munilla no los ha convertido en trending topic y las redes
sociales no consumen los versos de la monja coronada y deprimida.
Después
de este himno mortuorio, apaga alegrías, viene el rezo de los salmos.
El
primer salmo es el 125, contrapunto antipódico, que nos da la bienvenida al
verdadero mundo de Dios. Olvidados los suspiros monjiles y los pinchazos
humanos, me apetece gritar palabras verdaderas:
“La
boca se nos llenaba de risas y la boca de cantares.
El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.
La
Oda a la Alegría de Scihiller, himno de la Unión Europea, es más bíblica y más
sálmica que el himno de la monja plañidera.
“Abrazaos
millones de criaturas
Que un beso una al mundo entero.
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
Debe habitar un Padre amoroso. Corred así, hermanos, por vuestro camino alegres
como el héroe hacia la victoria.
Predicar
que Dios nos quiere alegres y que pertenecer a una religión es ser miembro del
exclusivo Club de la Alegría resulta más risible que creíble a los hombres de
hoy.
“Canta
al son de instrumentos,
Hablad de sus maravillas,
Gloriaos de su nombre santo,
Que se alegren los que buscan al Señor” 1 Crónicas 16,9-10
Las
religiones se definen más por su lista interminable de prohibiciones que por sus
ofertas festivas y rejuvenecedoras.
¿Por
qué las religiones y sus seguidores tienen tan mala reputación? ¿Por qué hay que
tener canas para pertenecer al Club?
La
religión organizada, dicen los jóvenes, es una camisa de fuerza que te convierte
en autómata y a nadie le gusta vivir la vida en Autopilot.
Las
religiones promulgan códigos punitivos y exhortan a la obediencia y sumisión a
sus miembros.
El
examen de conciencia es una invitación a mirar y contar pecados, pequeños y
grandes, (a propósito, en ese mundo oscuro nada es pequeño) y a vivir en
perpetuo estado de culpabilidad.
La
obsesión por el pecado es el mayor obstáculo para contemplar la gloria de Dios,
para alegrarse en el Señor y experimentar una alegre trepidación espiritual. El
asombro, esencia de la religión, es apagado por la culpa imaginada o imaginaria.
La
Vida Religiosa, en los papeles, es arcadia y paraíso, liberación edénica, en la
cruda realidad es una vida de ascesis, renuncias, privaciones y de convivencia
envenenada por la soledad en compañía. Es el único lugar del mundo donde nadie
te dirá nunca te quiero, te admiro, te echo de menos, cuánto vales….pero sí te
echarán en cara tus pecados y tu vida desorganizada.
La
palabra pecado es el extintor que apaga el asombro y la alegría. El cristiano es
exhortado a vivir con el extintor en la mano para derrotar al satán que perdió
la apuesta con Dios.
La
ascesis, imposición humana, tiene una dimensión económica. La economía, money
makes the world go round, es como un cristal tintado, sólo los que la manejan
conocen sus manejos, los demás se cansan de mirar sin ver.
Dietrich
Bonhoeffer decía que Dios no nos quiere ni s a n t o s ni p e c a d o r e s, nos
quiere HOMBRES plenos, felices, sin complejos, sin ascesis ñoñas, imposiciones
humanas, que Dios no quiere.
Dios
no da Coronas, los hombres sí.
Dios es mi alegría, mi delicia carnal y espiritual.
Dios se preocupa del hombre, por eso, solo por eso el hombre es grande.
Dios necesita al hombre.
El
Señor ha estado grande conmigo y estoy alegre. Amén
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